La justicia burguesa no se puede reformar
Ninguna reforma judicial impulsada por el gobierno y el Congreso pueden cambiar el carácter de clase burgués de la Justicia y por lo tanto no pueden terminar con su descomposición. Es un poder fundamental del estado, de la dictadura del capital.
No es por las resistencias que ejercen los propios jueces y fiscales a limitar su poder y las presiones de las corporaciones y mafias enquistadas para que todo siga igual. Esas corporaciones y esas mafias son las que detentan el poder real. Y aunque cambien los nombres o aumenten su cantidad, o la forma en que son elegidos, más tarde o más temprano serán colonizados. La Constitución, las leyes, la jurisprudencia en que se basan defienden la gran propiedad de los medios de producción.
Con la justicia burguesa está garantizada la IMPUNIDAD para todos sus crímenes, para todos los saqueos, su corrupción y represión contra los oprimidos. Lo que se ha evidenciado más descarnadamente en los últimos tiempos es la relación estrecha con los gobiernos y los servicios de inteligencia y todo tipo de operaciones, similares a las que se ejecutaron bajo la dictadura militar.
Todos los crímenes de la burguesía están a la vista de quien quiera verlos, pero no hay un solo burgués tras las rejas, sean contrabandistas, vaciadores, fugadores, narcotraficantes, saqueadores o estafadores. Los represores presos son una conquista de las masas y su movilización, no de la Justicia.
La idea de introducir alguna reforma por parte del gobierno de Fernández apunta a que vuelva a ser creíble, a mejorar su imagen, que sea aceptada por los oprimidos. Al igual que el kirchnerismo en 2002 el gobierno actual entiende que su función es restaurar las ilusiones en la democracia burguesa y sus instituciones para que cumplan mejor su cometido.
Los medios de comunicación vuelven a agitar la cuestión de la inseguridad y exigen ”mano dura” a las fuerzas represivas y a los jueces, exaltan todos los hechos de “justicia por mano propia”. Siempre se refieren a cuestiones que afectan a la pequeña propiedad, al menudeo de drogas, que son los que en verdad llenan las cárceles, la mayoría sin condena. De esto hablan cuando dicen que hay que mejorar la justicia. Nunca jamás a los grandes ladrones burgueses impunes, de ellos ni siquiera se reproducen las denuncias.
Los grandes medios de comunicación defienden incondicionalmente esta Justicia, porque son parte del mismo entramado mafioso y no admiten ni siquiera una lavada de cara. Los oprimidos en general ven este conflicto como extraño a sus necesidades y padecimientos y presienten que no habrá ningún cambio real, que apenas ajustarán cuentas entre fracciones que disputan el poder para mejor imponernos sus políticas.
Sólo podremos terminar con la impunidad e imponer justicia cuando pongamos en pie verdaderos tribunales populares apoyados en la acción directa de masas para juzgar y castigar a los responsables del saqueo y la entrega, de la fuga de divisas y el contrabando, de la trata de personas y la represión contra las luchas populares. Eso será obra de otro estado, el que emerja de la revolución social que arroje al basurero de la historia los restos del estado burgués.