El asistencialismo no es la solución ¡Queremos trabajo genuino para todos!
Alberto Fernández se comprometió con los movimientos de trabajadores desocupados (ahora llamados “sociales”) a potenciar los planes laborales. Realizaron un acto virtual por San Cayetano. Ya diremos de qué se trata.
Los movimientos de trabajadores desocupados tuvieron un gran protagonismo en las luchas de fines de los ´90, comienzos del 2000, estructurando poderosos movimientos piqueteros que formaron parte del levantamiento nacional, que luchaban contra la desocupación ante el desentendimiento de la burocracia sindical, aplicando métodos de acción directa de masas, exigiendo puestos de trabajo genuino. En aquel momento la burguesía diseñó los llamados planes sociales que llegaron a superar los 2 millones, para contener el reclamo. Y se dio los mecanismos para asimilar a los sectores más conciliadores y aislar a los radicalizados.
Esos movimientos jugaron un papel muy importante para contener el reclamo desde los barrios en los últimos años, y jugaron fuerte al apoyo de la candidatura de Fernández y a la salida electoral. Los movimientos más numerosos, vinculados también a la iglesia le dieron forma de sindicato en la Unión de Trabajadores de la Economía Popular” (UTEP). Cuentan con legisladores y cargos en el gobierno.
¿QUÉ HARÁ CON LOS BENEFICIARIOS DEL INGRESO FAMILIAR DE EMERGENCIA (IFE)?
Son 9 millones de personas que recibieron dos o tres pagos de $10.000 desde el comienzo de la cuarentena (y millones que lo solicitaron y no lo recibieron). El gobierno estima que de esa cantidad al menos 3 millones de trabajadores no podrán conseguir trabajo.
El gobierno adelantó que el Plan Potenciar Trabajo (que tiene un padrón de 580.000 personas) podría reemplazar el IFE con un ingreso base de $8500 que como contraprestación obliga a la estudiar o a trabajar cuatro horas en los rubros construcción, textil, producción de alimentos, cuidado de personas y reciclado. Según Fernández, esa sería la forma de que “tengan un futuro e integrarse al proceso productivo”.
Es medio salario mínimo, una verdadera miseria que no alcanza para vivir ni una semana. Ningún trabajador debe percibir menos que lo que establece el convenio de la actividad que debiera establecer el salario mínimo en lo que cuesta la canasta familiar.
La política del gobierno busca institucionalizar el trabajo precarizado, esclavo, sin derechos, es la consecuencia de las políticas conciliadoras de los movimientos de desocupados y la complicidad de los sindicatos y las centrales que han abandonado hace décadas la lucha general en defensa de los puestos de trabajo y por la plena ocupación. Quieren naturalizar la incapacidad de la burguesía y sus gobiernos para crear puestos de trabajo, que ni siquiera repone los que destruye.
Dice Fernández: “Por eso hemos pensado el plan Potenciar Trabajo, que pretende sumar en cooperativas de trabajo a muchos compañeros de las organizaciones sociales que están necesitando encontrar un trabajo”.
No es cierto. NO es trabajo genuino. Ya sabemos lo que significan las cooperativas. Ninguna relación basada en la Ley de Contrato de Trabajo. Es trabajo informal, precarizado, semiesclavo, mal pago.
Con gran hipocresía Fernández les dice: “Necesitamos incluir a todos, no podemos vivir en el capitalismo del descarte donde un grupo vive bien y otro grupo padece”. Lo que ofrece no es otra cosa que ese capitalismo de descarte. Cuando se refiere a la “economía popular” está hablando de esa otra economía, informal, precarizada, no registrada, a la que nos quieren condenar. Es el reconocimiento de su impotencia para resolver el problema más grave de la sociedad.
Es importante debatir cómo se impone la lucha unitaria entre ocupados y desocupados, de los movimientos de desocupados con los sindicatos, con la CGT y CTA, por trabajo para todos. Reduciendo la jornada laboral sin afectar el salario para repartir el trabajo entre todos los trabajadores, terminando con la desocupación y su contraparte, las extensas jornadas y horas extra, imponiendo un plan quinquenal de obras públicas que absorba a los millones de trabajadores desocupados y subocupados.
Sólo la lucha unificada y masiva de todos los trabajadores, con nuestros propios métodos, puede imponer esta solución. Nunca será el Congreso, nunca serán las leyes. La burguesía en decadencia y descomposición nos empuja a la barbarie en todas sus formas, aquí y en todo el mundo. No tiene otra salida para ofrecer. Sólo la clase obrera organizada y en acción, puede torcer el rumbo. No hay que esperar nada de los gobiernos burgueses, sus partidos, sus politiqueros y toda la burocracia sindical traidora que colabora con ellos.