El IFE de los ajustadores
Lo que comenzó siendo un anuncio esperado por amplios sectores al inicio de la cuarentena, terminó convirtiéndose en una de los más burdos engaños que pudiese cometer este Gobierno hambreador. Si bien los funcionarios se encargaron de señalar que el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) se cobraría mientras dure la pandemia, la realidad muestra otra cosa.
Anunciado casi en simultáneo con el aislamiento social, preventivo y obligatorio a fines de marzo, a más de 5 meses solo se han cobrado dos cuotas, estimando que la tercera terminará de pagarse a mediados de septiembre.
La cuenta es simple, son $10.000 cada dos meses para todo un grupo familiar, lo que constituye una sentencia a muerte para cantidades enormes de oprimidos. Esa suma, grotesca por lo escasa, es una revelación: no resuelve ni las cuestiones básicas del día a día. E inclusive hay millones que no lo han recibido.
No se avizora a corto y mediano plazo la disminución en el número de contagiados y muertos por lo que podemos prever que seguirá la cuarentena un buen tiempo y sin embargo la posibilidad de un cuarto IFE, en caso de concretarse, sería para noviembre. Es evidente que este Gobierno no está preocupado de la situación desesperante de la población, o más bien no está capacitado para resolverlas.
Circunstancias excepcionales como éstas nos permiten mostrar toda la validez de la política revolucionaria. No se trata de un mayor o menor bono, o pactar rebajas salariales para conservar el empleo. Por el contrario, el combate que debemos librar es por terminar con la desocupación, repartiendo todas las horas de trabajo entre todos los trabajadores. Se trata de percibir como mínimo lo que cuesta la canasta familiar; y que los trabajadores tengan todas las garantías necesarias para transitar la pandemia de forma segura. De otra forma, es decir de la forma a las que nos condena el Gobierno de Alberto Fernández, el peso de la enorme crisis caerá nuevamente sobre nuestras espaldas.
(nota de MASAS nº 377)