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Una masacre sanitaria anunciada

Entramos en el séptimo mes desde la aparición del primer caso de Coronavirus en la Argentina un 3 de marzo del 2020 y la brutalidad de los datos hablan por sí solos. Las muertes pasaron holgadamente las 20.000 en el país; los contagios llegan a los 800.000 (pero solo porque no se realizan la cantidad de hisopados necesarios); la cantidad de nuevos muertos por día calculada por cada 100.000 habitantes coloca a la Argentina en un cómodo primer lugar a nivel mundial… la política sanitaria del Gobierno de Alberto Fernández debe ser catalogada como un CRIMEN SOCIAL.

El grado de cinismo de los funcionarios y gobernantes no tiene límites. Hace tan solo algunas semanas el Ministro de Salud Bonaerense Daniel Gollán (ex Ministro de Salud Nacional conocido por los sobreprecios del plan Qunita en 2015) señalaba como un logro de gestión el hecho de haber “encontrado” más de 3.500 nuevas muertes en la Provincia de Buenos Aires a causa del virus. Muertes que correspondían a ¡septiembre, agosto, julio e incluso junio! ¡Vaya gestión la del Sr Ministro Daniel Gollán y todos sus secuaces!

Nos engrupían los 3 monigotes de Fernández, Larreta y Kicillof, sentados en la misma mesa mientras inflaban el pecho en sus luctuosas cadenas nacionales hablando de Argentina como ejemplo mundial. Pero nos escondían descaradamente lo que sucedía: todos los muertos, todos los contagios subregistrados. ¡Y lo siguen haciendo!

Colocan, hoy día, como algo natural que haya más de 10.000 contagios diarios. No se les cae la cara de vergüenza cuando anuncian más de 400 muertes diariamente. Y vaya a saber cuáles son las cifras REALES (no lo sabemos ni podemos saberlo). Pareciera que pueden manejar las cifras como se les antoje. Siempre recordando que cifras similares en otras latitudes causaban el estupor hipócrita de los incapaces de ver las falencias propias.

¿Qué hicieron durante los 6 meses que tuvieron para prepararse? ¿Qué medidas concretas han tomado? Solo palabras, solo Conferencias con gráficos, solo engaños al por mayor. Como se ve, lo poco  que han hecho no alcanzó ni para empezar. Afortunadamente ya no les da la cara para mostrarse con sus pizarras y sus felicitaciones mutuas. Ahora solo mensajes pre-grabados, sin preguntas y respuestas, sin risas cómplices, sin palmeaditas en la espalda entre los verdugos. Y lejos de ver un horizonte alentador, son muchas las provincias del país en donde el drama recién está empezando a vivirse.

El Gobierno ha demostrado su total incapacidad para hacer frente al virus. Ha demostrado que solo nos podía ofrecer espejitos de colores, y mucho les ha servido como pretexto para hacer pasar las más dramáticas consecuencias de la crisis sin una respuesta organizada de los oprimidos. El golpe recibido por las masas tiene dimensiones colosales.

Se sabía lo que sucedería si no se tomaban una serie de medidas de vida o muerte: la expropiación de todas las clínicas y sanatorios privados para incorporarlos a un sistema único, público y gratuito de salud; las mayores condiciones de bioseguridad en los lugares de trabajo (muy especialmente en los trabajadores de la salud); la protección de los lugares más vulnerables como Geriátricos; la garantías nutricionales y de vivienda para el grueso de la población privados de las mismas (lo que eleva la predisposición a contagiarse); entre otras.

Todas estas medidas conservan una vigencia extraordinaria y, aunque tarde, no deben dejar de seguir planteándose como imprescindibles. Forman parte de las tareas que la clase dominante, y los gobiernos de turno, no están capacitadas para tomar, y pasan irremediablemente a ser responsabilidad de otra clase social: la clase obrera. Solo esta clase puede colocarse como caudillo de la nación oprimida y garantizar el efectivo cumplimiento de las mismas, enmarcadas en la lucha por acabar con el capitalismo y organizar su propio estado, el Estado Obrero. En ese camino debe desarrollar su independencia política, destruyendo todas las ilusiones que pudieran conservar en las vías institucionales. Pero también en los Gobiernos de turno que de tanto en tanto nos engañan miserablemente con sus bonitas promesas de campaña para terminar sometiéndonos a masacres tristemente anunciadas.

 

(nota de MASAS nº 379)

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