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Brasil: SEPARAR LA PAJA DEL TRIGO

Editorial, Massas (Brasil)  620, 27 de septiembre de 2020

 

La situación es calamitosa para la clase obrera y la mayoría explotada. El desempleo aumenta, la pobreza y el hambre avanzan. La pandemia sigue matando, especialmente, a los más pobres. Falta poco para llegar a los 150 mil muertos. La política burguesa de aislamiento social fracasó con respecto a la pandemia, pero ayudó a los capitalistas a despedir, recortar salarios y eliminar derechos.

Aun así, la encuesta de Ibope, contratada por la Confederación Nacional de la Industria (CNI), concluyó que la popularidad de Bolsonaro creció en comparación con diciembre de 2019. La proporción de la población que considera que su gobierno es excelente y bueno es del 40%. Cayó del 38% al 29% la valoración de la porción que se consideró mala o terrible. Debemos considerar que la mayoría, el 60%, tiene algún motivo para desaprobar la administración de Bolsonaro. El 40%, en las condiciones de crisis sanitaria y económica, descargadas sobre la mayoría oprimida, sin embargo, sigue siendo sorprendente. Son enigmas desconcertantes de la política burguesa.

Los analistas explicaron el fenómeno con el auxilio de emergencia de R$ 600,00, destinados a los trabajadores informales, subempleados y desempleados. ¿Qué más podría ser? La influencia de este valor asistencial – muy por encima del Bolsa Familia – sobre 65,3 millones de pobres y miserables, tiene un peso considerable en la evaluación de cualquier gobierno.

Ante la pregunta sobre la lucha contra el desempleo, el 37% la consideró positiva. Aunque, en la última encuesta, el 41% pensaba que Bolsonaro estaba en el camino correcto, la respuesta positiva del 37%, en la situación actual, es sorprendente. El carácter general de la pregunta no nos permite saber con precisión quién es quién, en este universo del 37%, que cometería un desatino lógico tan flagrante. Ciertamente, debe mezclar a millones de pequeños y medianos empresarios, que se valieron de la MP 936, y millones de trabajadores que no perdieron su empleo y que están ideológicamente ligados al bolsonarismo (la influencia de las iglesias evangélicas sigue siendo grande). Pero la caída del 41% al 37% sigue siendo significativa: el 63% no considera positiva la lucha del gobierno contra el desempleo.

Este sentimiento que prevalece entre la población es el dato más significativo de la investigación. El gran problema de la situación es el desempleo, el subempleo y la informalidad. La mayor parte de la población activa se ha visto afectada por la ausencia de puestos de trabajo, que están disminuyendo en lugar de aumentar.

Es reconocido, incluso por representantes de la burguesía, que las dificultades no comenzaron con la pandemia. Desde la fuerte caída del crecimiento económico en 2014, la tasa de desempleo se ha disparado, impulsando el subempleo y la informalidad. Los capitalistas se aprovecharon del caos, provocado por la pandemia y la política burguesa de aislamiento social, para despedir, rebajar salarios y liquidar derechos. Se aceleró la implementación de la contrarreforma laboral del gobierno de Temer.

Este proceso fluyó libremente, gracias a la adaptación de la burocracia sindical a las presiones de la burguesía, principalmente del gran capital. Adaptación que en definitiva refleja la política reformista del PT y sus aliados. La colaboración de las centrales y sindicatos, sin excepción, con la aplicación de la MP 936 confundió a los explotados y permitió que Bolsonaro y el Congreso Nacional aparecieran como salvadores y no como verdugos de los asalariados. Al anunciar que la ayuda de emergencia de R$600 fue un logro de los trabajadores, los reformistas pequeñoburgueses, burócratas e izquierdistas ocultaron su origen, motivo y función reales para sofocar el impacto de los despidos y el gran aumento del desempleo.

En este mismo momento, las centrales hacen campañas de firmas, bajo el lema “¡600 pelo Brasil!, Bota para votar ja, Maia!» (Porque el auxilio de 600 reales se mantenga hasta diciembre). Los electoreros salen a la cancha, galopando en esta cruda demagogia pequeñoburguesa. Esto cuando fueron cómplices, directos o indirectos, del acuerdo para despedir a cinco mil trabajadores de Volkswagen. Todos esquivaron y dieron la espalda a la creciente ola de despidos masivos. No hicieron nada para apoyar la huelga de los trabajadores del correo, que terminó aislada y asfixiada. Lo mismo ocurre con la limitada huelga de Embraer.

No hay más aislamiento social. Y las centrales y la mayoría de sindicatos siguen confiando en la política burguesa de aislamiento social, para enmascarar el brutal resultado de la colaboración de clases, que terminó y termina sirviendo al gobierno de Bolsonaro.

Como tarea política del momento, le corresponde a la vanguardia consciente, que lucha por la independencia política del proletariado y de los explotados, separar la paja del trigo. La defensa de las reivindicaciones más sentidas, empuñadas a través de la lucha de clases y bajo la estrategia del gobierno obrero y campesino, es la condición para lograr la independencia de clase.

 

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