EE.UU: Luchar contra el nuevo gobierno en el campo de la lucha de clases.

Se destacó en estas elecciones, no solo el hecho de que fue una de las más feroces y políticamente conflictivas, sino también por la mayor participación de votantes en toda la historia electoral de Estados Unidos. Joe Biden superó la participación que le dio la victoria a Barack Obama en su primer mandato. Pero Trump no solo mantuvo su electorado, sino que la elevó por millones de votos. La retórica de republicanos y demócratas, de presentar las elecciones como decisivas entre la democracia y el autoritarismo (Biden), entre la defensa del estilo de vida estadounidense contra el socialismo y el colapso social de Estados Unidos (Trump), ha penetrado profundamente en las bases sociales de cada uno de los dos grandes partidos de la burguesía.

Esta oposición sirvió de cortina de humo para la cuestión central: la administración Trump se agotó en su forma, pero no en su contenido: su política unilateralista y de guerra comercial es la que corresponde a la crisis mundial y la aceleración de la descomposición capitalista. Por ello, el Partido Demócrata eligió, entre los precandidatos, al más cercano a la política de Trump. Que por un lado, reunió apoyos republicanos; y por el otro, estableció una indiferenciación ante las masas, que se dividieron entre ambos.

Las convulsiones sociales de este año, el colapso económico, la pérdida de puestos de trabajo, la crisis de salud y sus trágicos efectos en la población, avanzando el hambre y las muertes, impregnaron la campaña electoral. Las masas fueron arrastradas tras las ilusiones democráticas de que su voto permitiría resolver las graves contradicciones que se han acumulado en la economía y que se manifestaron explosivamente en las relaciones políticas.

La polarización ha llevado a Trump a impugnar los resultados de las elecciones. La crisis política estuvo en la base de la disputa, y tomó una grave proporción, dada la denuncia del republicano de que hubo fraude. Sus simpatizantes se movilizaron en Portland, Detroit, Arizona y Michigan, con el fin de bloquear la continuación del recuento. Los partidarios demócratas salieron en defensa de la imparcialidad del proceso electoral. En el caso de los partidarios de Trump, se trata de milicias supremacistas blancas y fracciones de la pequeña burguesía blanca arruinada, que vieron y ven en el autoritarismo de Trump una forma de defender sus intereses. El choque en las masas expresa la división que se desarrolla dentro de la burguesía imperialista, alimentada por la crisis mundial y la caída en el nivel de vida de la mayoría de la población.

Una fracción de la burguesía estadounidense y mundial quiere creer que, con la derrota electoral de Trump, los conflictos internos y externos se enfriarán. Las ilusiones democráticas de los demócratas en torno a la pacificación y la unidad de los estadounidenses fueron un importante elemento político, que no tiene cómo sostenerse por mucho tiempo. Es necesario contener, mediante maniobras gubernamentales o por la fuerza, las tendencias de la lucha de clases surgidas bajo el gobierno de Trump. Como los republicanos, los demócratas estarán obligados a seguir descargando la crisis sobre los explotados y a mantener la ofensiva imperialista en las condiciones objetivas de la guerra comercial.

De forma que las masas, que se han levantado contra el hambre, el desempleo, la destrucción de derechos y contra la violencia policial, serán obligadas a reanudar las protestas, y el movimiento obrero deberá continuar con las huelgas. En estas condiciones, se abrirá un camino para que la vanguardia estadounidense avance en el objetivo de la independencia política y luche por su organización como fracción revolucionaria en el seno de los explotados y demás oprimidos. Trabajando bajo el programa, métodos y tácticas de la lucha de clases, se ayudará a la clase obrera a liberarse de los condicionamientos de la división interburguesa. Esta tarea, que expresa la profunda crisis de la sociedad estadounidense, requiere que la vanguardia retome las raíces del marxismo-leninismo-trotskismo, abandonadas por el revisionismo

Por su parte, en las naciones oprimidas, la vanguardia está obligada a continuar la lucha contra las contrarreformas imperalistas e imperialistas, que han venido marcando la convulsiva situación social en Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia y Argentina. En este sentido, las masas latinoamericanas probarán, en su propia piel, que el intercambio de un gobierno burgués por otro, en la potencia imperialista más grande y brutal, no cambia sus condiciones de vida ni el carácter de sus luchas.

La clave de la política revolucionaria es comprender que el mundo atraviesa una fase de aceleración de la crisis mundial y agudización de la lucha de clases. El proletariado latinoamericano puede dar saltos cualitativos en su independencia de clase, desarrollar el combate antiimperialista y anticapitalista y conquistar nuevas posiciones en el camino hacia su independencia de clase. Un avance de la lucha de clases en el continente influirá ciertamente en el proletariado norteamericano. Ahí radica la importancia de dar pasos firmes en la tarea de reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista: la IV Internacional. Avanzando por este camino, se creará una palanca poderosa para la lucha revolucionaria mundial de los explotados.

 

(nota de MASAS nº 623 – POR Brasil)

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