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Balance de un año de derrotas para los oprimidos

No olvidaremos fácilmente este año. Empezamos con una situación desastrosa, pero todo empeoró.

Han sido destruidos 3,7 millones de puestos de trabajo, el 90% en la economía en negro. El gobierno reconoce que no se recuperarán los empleos formales destruidos y anuncia planes para la creación de trabajos superprecarizados.

El salario perdió poder adquisitivo. Los que más perdieron: trabajadores del Estado y trabajadores en negro. La gran mayoría de los convenios firmados han sido a la baja. Las jubilaciones también han sido ajustadas para que no recuperen lo perdido y ni siquiera cubran la inflación.

La inflación está descontrolada y eso que nos dicen que los precios estaban controlados, “cuidados”, que tenían “máximos”, que las tarifas estaban congeladas, que el peso se ha devaluado muy lentamente… pero los precios de los alimentos y otros productos indispensables no dejan de subir.

Creció la precarización laboral, muchas empresas aprovecharon la pandemia para reducir salarios, para cambiar las condiciones de trabajo.

Las cifras de pobreza crecieron dramáticamente. Millones de familias asisten a comedores o reciben la precaria ayuda de alimentos (cada vez más escasos, cada vez de peor calidad). La pandemia dejó al desnudo las carencias habitacionales de un sector muy numeroso de los oprimidos. Más del 60% de los niños viven en la pobreza.

Aquellos que salieron a ocupar tierras para tratar de resolver la crisis de vivienda fueron desalojados con brutalidad represiva por parte de los gobiernos.

Ante la pandemia nos dicen que si no hubieran tomado las medidas sanitarias que tomaron todo habría sido peor. Puede ser. Lo cierto es que los resultados son terribles, con alto índice de mortalidad y con las peores consecuencias para los sectores más empobrecidos que siguen careciendo de las condiciones sanitarias e higiénicas elementales para protegerse. Los trabajadores considerados “esenciales” fueron los más expuestos al ser obligados a trabajar sin las protecciones de bioseguridad imprescindibles. No van a conformarnos diciendo que podía ser peor. Sabemos que no han sido puestos todos los recursos para proteger la salud de la mayoría. Que los negocios de la medicina privada y de las obras sociales han sido garantizados. Que grandes empresas han recibido enormes subsidios con la promesa de que no despidieran a los trabajadores.

En medio de la pandemia el gobierno atendió el reclamo de los banqueros internacionales y nacionales y los empresarios más poderosos, que exigían reconocer la deuda externa fraudulenta y armar un plan de pagos. Inmediatamente lograda la renegociación reclamaron que se llegara a un acuerdo con el FMI. Y ya se está negociando. El FMI está presente auditando y controlando las cuentas y asegurándose que habrá un programa que garantice los fondos para pagar la deuda externa. La política económica está hecha a la medida de cumplir con las exigencias del FMI. Una reafirmación de la dominación colonial sobre nuestro país.

Quienes saquearon, endeudaron y fugaron decenas de miles de millones siguen disfrutando de sus conquistas. Ni el gobierno, ni el Congreso ni su Justicia pondrán las manos sobre esas fortunas. Gozarán de la impunidad de siempre.

Los poderosos muestran quién manda. Rechazaban siquiera un impuesto extraordinario para atender la crisis que se vive. Llaman a la rebelión fiscal y a desconocerlo en su Justicia. No liquidan las divisas de sus exportaciones para presionar por una fuerte devaluación del peso. Siguen aplicando todas sus maniobras para eludir el pago de impuestos y retenciones, controlan los ríos, los mares, los puertos.

Empezó el año con las denuncias de la extraordinaria estafa del grupo Vicentin robándose cientos de millones de dólares del Banco Nación en complicidad con el gobierno y los directivos del Banco, dejando al desnudo todas las maniobras posibles para vaciar, endeudar, fugar, etc. El gobierno no sólo no se cobró las deudas tomando sus activos sino que dejó operar en las sombras a la empresa, sin que hasta ahora haya pagado por sus crímenes. Ya se sabía de la complicidad de la Justicia con semejante trama de corrupción. Haber dejado actuar a esa Justicia y a los estafadores es una radiografía de la tremenda cobardía e impotencia de un gobierno que se pone de rodillas ante los aprietes de las multinacionales y la oligarquía terrateniente.

Las masas aún creen que todo lo que pasó es obra de la mala suerte, de la combinación de la herencia del desastre de Macri con la pandemia. El gobierno y sus sirvientes trabajan para que se crea eso y que se redoblen las ilusiones. El 2021 será un año electoral que será utilizado para redoblar las campañas de ilusiones en el peronismo, en su gobierno, en el Congreso. Por su lado, la burocracia traidora trabaja para desmovilizar para facilitar los ataques de las patronales y el gobierno, nada nuevo, ya los conocemos.

Entonces, nada que festejar, apretar los dientes con rabia y prometernos que en el nuevo año redoblaremos el esfuerzo para organizarnos política y sindicalmente en forma independiente del gobierno y las patronales, que lucharemos por extirpar del movimiento obrero a esta sarta de burócratas vendidos que no se cansan de entregar nuestros reclamos y nuestra luchas.

Que redoblaremos la lucha por poner en pie la dirección revolucionaria que plantee que la única salida para los oprimidos es la revolución social para terminar con la propiedad privada de los grandes medios de producción, transformándolos en propiedad social, para poder ordenar la economía y planificarla en beneficio de la mayoría. Esa revolución instalará un gobierno obrero campesino. Por primera vez la mayoría oprimida de la ciudad y el campo llegaremos al poder y dispondremos de todos los recursos para resolver nuestras necesidades y empezar a construir el socialismo.

Sabemos que en todo el mundo se vive una situación extremadamente grave, que muchos de los problemas que soportamos en nuestro país son comunes y que los oprimidos tenemos que levantarnos contra un sistema que descarga brutalmente sobre nuestras espaldas todo el peso de la crisis para tratar de salvarse, esa pequeña minoría que representa apenas el 1% del 1% más rico y que tiene a la humanidad en un puño. De ellos tenemos que deshacernos, ¡más temprano que tarde!

 

(nota de MASAS nº 384)

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