Vacunas privadas y la impotencia del Gobierno
La importancia de la vacuna en la actualidad consiste en ser el mejor medio científico para combatir la pandemia. Y es un gran logro que en menos de un año se haya podido avanzar en contar con vacunas con alto porcentaje de eficacia (experimentalmente). Pero este logro pone en evidencia también la miseria capitalista en su máxima expresión.
Era imprescindible cooperar, compartir la investigación, la producción y la distribución en todo el mundo, para lograr responder de la forma más rápida y eficiente.
Toda la población debe vacunarse para logar la inmunidad colectiva. Es una cuestión de salud pública, no puede quedar librado a la determinación de cada uno. Los Estados deben garantizar el acceso gratuito a la vacuna para todos. Los trabajadores debemos exigir que haya vacunas suficientes y lo más rápido posible. Además determinar el orden de prioridades de vacunación.
Estamos frente a un agravamiento acelerado de la pandemia en todo el mundo, con la aparición de nuevas cepas. Indica el fracaso de las políticas aplicadas por la burguesía en los países desarrollados y también en nuestros países, para contener la expansión y mortalidad. Los sistemas de salud vuelven a colapsar como sucedía en el peor momento del 2020.
La guerra comercial y las vacunas
La guerra de las vacunas muestra la total incompatibilidad entre la gran propiedad privada y los intereses de la gran mayoría de la población. La total pudrición del capitalismo en bancarrota que utiliza el poder de las vacunas para hacer negocios de todo tipo, para condicionar a los gobiernos.
Las principales potencias se aseguran la prioridad en el abastecimiento y por cifras que exceden largamente su población.
La OMS es absolutamente impotente para arbitrar en este cuadro. Está pasando lo mismo que ocurrió el año pasado con la producción de barbijos o equipos respiradores. Ya hay un mercado negro de vacunas para los que pueden pagar cualquier suma para conseguirla primero.
Las diferencias de precios van desde 3 dólares a 25. Vacunar a miles de millones de personas es un presupuesto gigantesco en vacunas, infraestructura y logística. Los laboratorios más poderosos a su vez quieren imponer qué vacunas no deben utilizarse para asegurar su primacía.
Las campañas para imponer determinadas vacunas
El mayor fondo financiero del mundo, Black Rock, es el dueño de Pfizer. Un verdadero buitre imperialista. Los medios de comunicación y sus periodistas hicieron una campaña desenfrenada para reclamar que se contratara Pfizer y simultáneamente se desacreditaba la vacuna Sputnik V que la llaman “rusa”.
Los grandes medios de comunicación en manos del capital financiero son una fuente de intoxicación de las masas. Es patético ver la impotencia y la incapacidad de los gobiernos para defender la salud pública contra toda forma de manipulación. Desde los medios se impulsó el desconocimiento de la pandemia, el sabotaje a las más elementales medidas de protección, las campañas antivacunas y ahora las campañas a favor de tal o cual laboratorio. Ante una crisis sanitaria tan grave el Estado debería poder monopolizar toda la información referida a la salud pública.
La población queda presa de las maniobras, de las mentiras, falsificaciones, conspiraciones sin poder discernir cuándo se está informando con la verdad.
El secretismo en las negociaciones
Pfizer puso como condición que no se conocieran los detalles de la negociación. Exigió una Ley de protección, inmunidad legal, y garantías con bienes inembargables. Pero así como Pfizer, tampoco se conocen los términos en que se negociaron las otras vacunas. Todo está guardado bajo siete llaves en beneficio de las ganancias de los grandes laboratorios.
¿Cómo es posible que un tema que es de interés de la totalidad de la población pueda manejarse en secreto? Evidentemente el secreto es contra la población que no debe enterarse de las condiciones miserables que se negocian. Queremos conocer si hay intermediaciones de empresas o empresarios para obtener las vacunas y a qué costo.
Esto pone más que nunca a la orden del día que todo el sistema de salud debe ser estatal incluyendo los laboratorios y las farmacéuticas. No puede quedar librado a las especulaciones financieras, a las ganancias de los grandes grupos económicos. Toda la ciencia, toda la tecnología debe ser puesta al servicio de la humanidad. Es necesario desconocer todas las patentes.
Los gobiernos dicen defender la vida pero son incapaces de enfrentar a los monopolios farmacéuticos, a las corporaciones de la medicina privada, para colocar todos los recursos al servicio de la salud pública.
Ya los conocemos muy bien, estuvieron detrás del golpe militar contra Illía en 1966, que cuestionaba los negocios de los laboratorios. Tienen denuncias y condenas por corrupción generalizada.
Como señalamos desde el principio, sólo la clase obrera con su organización, movilización, lucha puede imponer la defensa consecuente de la salud pública. Las burocracias sindicales sometidas a los gobiernos y las patronales atan de pies y manos a los trabajadores para que no puedan intervenir, en nombre de su mejor protección, manteniéndonos aislados.
Es necesario conocer con la mayor precisión de cuántas vacunas vamos a disponer mes por mes para alcanzar a vacunar a todos, y plantear cuál es el orden de prioridades. Somos los trabajadores condenados a viajar amontonados en los trenes y ómnibus todos los días los más expuestos al contagio, como también los obligados a trabajar sin las medidas de protección necesarias.
La lucha en defensa de la salud pública, por puestos de trabajo genuino, por salario y jubilación que alcancen para vivir como personas, el desconocimiento de toda la deuda externa, la nacionalización del comercio exterior y el sistema bancario, la recuperación de todas las empresas privatizadas y recursos estratégicos, deben formar parte de un plan de emergencia que sólo la clase obrera puede imponer, acaudillando al conjunto de los oprimidos.