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Brasil: Carta a los metalúrgicos de Ford, a la clase obrera y demás explotados

El desastre en el Amazonas eclipsó la gravedad del cierre de la Ford. La prensa se dedicó a mostrar la falencia de la salud pública en ese estado de la región Norte. Luego, se dio publicidad a la farsa del inicio de la vacunación en São Paulo. Lo cierto es que la pandemia se ha reanudado, con toda su letalidad, en la mayor parte del país. La escandalosa situación en la Amazonía dio la impresión de que no era tan grave en otros estados. El descontrol del Covid-19 expuso la incapacidad de la burguesía y sus gobernantes para responder a la altura, de manera que los pobres y miserables continuaron siendo las victimas principales.

Ciertamente, la pandemia mantuvo su importancia, como lo hizo en los peores meses del año pasado. Ford decidió anunciar el cierre de sus fábricas, precisamente en el momento álgido de la crisis pandémica. Es correcto decir que la multinacional norteamericana se aprovechó de la situación, para poner en marcha el plan que tenía guardado en el cajón de su casa matriz.

Hemos visto y denunciado que los capitalistas en su conjunto, pero principalmente los monopolios, pasaron a proteger sus negocios, descargando por completo la crisis económica sobre la clase obrera y demás explotados. Bolsonaro y otros funcionarios del gobierno no solo dieron la espalda al cierre de miles de fábricas, comercios y servicios, despidos masivos, recortes salariales y liquidación de derechos laborales, sino que también actuaron para proteger los intereses generales de la burguesía, sacrificando las necesidades elementales de la mayoría oprimida. Ahora, hacen lo mismo, o bien mostrando su desprecio a la medida de Ford, como en el caso de Bolsonaro; o bien lamentando la “ingratitud”, como en el caso de gobernadores, alcaldes, parlamentarios y sindicalistas.

El caso es que se trata de un duro golpe para la clase obrera. Los metalúrgicos de Ford son inmediatamente afectados, pero las consecuencias se manifestarán y permanecerán, destruyendo empleos y condiciones de trabajo al conjunto los explotados.

Los gobernantes no hacen más que cumplir su función de lacayos de la burguesía y, en particular, de servidores de los monopolios imperialistas. Los dirigentes sindicales, que deberían utilizar todos los medios y la capacidad de lucha del proletariado, practican el corporativismo más reaccionario. Colocaron, desde un principio, el cierre de Ford como problema limitado a los obreros metalúrgicos de las tres fábricas, como si no fuera un problema para toda la clase obrera.

Las tres centrales sindicales implicadas – CUT / Taubaté, CTB / Camaçari y Força Sindical / Horizonte – sólo se quejaron la “cachetada” a los trabajadores y por el hecho de que Ford no hizo “ninguna disculpa”. Eso es lo que dijo el burócrata de la CTB, vinculado al PCdoB. Asumieron el cierre como un hecho consumado, pasaron a correr detrás de la automotriz, a liquidar las indemnizaciones y a pedir ayuda a los gobiernos, parlamentarios e instituciones de la burguesía. Para disimular la inmovilidad, se organizaron vigilias con poco más de dos decenas de trabajadores, audiencias públicas virtuales, actos simbólicos frente a los concesionarios, cultos ecuménicos y la peregrinación al santuario de Aparecida do Norte.

Esta dependencia a las instituciones y representantes de la burguesía es la demostración más vergonzosa de las consecuencias antiobreras de la política de colaboración de clases, burocratización y estatización de las organizaciones sindicales. La burocracia sindical se entregó de cuerpo y alma al gran capital. No sólo no confía en la capacidad de lucha del proletariado, sino que trabaja incansablemente para sofocar y anestesiar su instinto de rebelión. La camarilla burocrática, ligada a las multinacionales, especialmente a las automotrices, se convirtió en auxiliar de los capitalistas, ante los impasses de la crisis de sobreproducción y la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia de los monopolios. Ayudó a establecer la cultura de las negociaciones de despidos – TPV, lay-offs, banco de horas, etc. Transformó los sindicatos en apéndices de partidos del orden capitalista – PT, PCdoB, Solidariedade – por nombrar solo los más importantes. Difundió la ideología de que un acuerdo negociado es mejor que la huelga. Reprodujo la farsa burguesa de que, con las nuevas tecnologías, la clase obrera ya no es la misma, a aquella que entró en combate. Esta camarilla montó un aparato sindical que raya en el gángsterismo, eliminando la democracia obrera, no convoca asambleas generales, arma asambleas corporativas, elimina el derecho de oposición y controla los resultados de las elecciones sindicales. Cuenta con el apoyo de los capitalistas para imponer esta camisa de fuerza a los sindicatos y aplastar el descontento en los lugares de trabajo.

Esto explica la pasividad de los metalúrgicos ante la violencia de Ford. Esperar la indemnización individualiza la actitud e impide la elevación de la conciencia colectiva. Los burócratas lo saben y tratan de canalizar el descontento hacia este callejón sin salida. Lo que va a gastar el fabricante de automóviles en las indemnizaciones es una fracción muy pequeña de las ganancias obtenidas, y menos aún, si consideramos los subsidios recibidos, durante décadas, de los gobiernos. Para los imperialistas es más sencillo y económico despedir e indemnizar que afrontar la lucha de clases. Hay innumerables ejemplos al respecto, pero es bueno recordar la traición de la dirección del Sindicato Metalúrgico de ABC cuando se cerró la planta de Ford en São Bernardo. Todo está encaminado en el mismo resultado.

En un pomposo comunicado del 16 de enero, la CUT dice defender la reanudación de la «producción de los parques industriales, con o sin Ford«. Declara sin rodeos que no luchará contra el cierre de la fábrica. Saca del cajón la oxidad bandera de “reanudar nuestro proceso de industrialización”. Pide al Congreso Nacional que asuma “sus responsabilidades”. Y se declara por “una postura firme en el diálogo con Ford”. Y concluye: “Si Ford mantiene su decisión, los gobiernos federal y estatales deben encampar (tomar mediante indemnización) sus plantas industriales, con máquinas y equipos, como contrapartida a los miles de millones de reales que no han cobrado, en vista de los incentivos y beneficios fiscales que recibieron en Brasil”.

Las centrales sindicales dejaron claro que buscan indemnizaciones, y no “encampar”, a cambio de lo que ya le ha entregado el Estado brasileño a la automotriz. La palabra acampar es suficiente para ver que la CUT escapa a la bandera de la estatización, sin compensación. Lo máximo que quieren los burócratas es servir como intermediario auxiliar a algún tipo de transacción de Ford, con tal o cual fabricante de automóviles. Es lo que el gobernador del PT, de Bahía, está tramando con los inversores chinos. Y eso es lo que intentó hacer el gobernador de São Paulo, en 2019, con el cierre de la planta de São Bernardo.

Los farsantes se muestran impotentes, ya que se niegan a organizar la lucha por la ocupación de las fábricas y por la estatización, sin indemnización. O los trabajadores se rebelan contra esta dirección capituladora, o Ford será cerrada y miles de puestos de trabajo serán destruidos.

Sabemos que las condiciones políticas y sociales pesan enormemente contra los instintos de rebelión de la clase obrera. Sin embargo, es deber de la vanguardia con conciencia de clase intervenir con propuestas, banderas y métodos de lucha, que lleven a la ruptura de los obreros con la política burocrática derrotista. Que permitan ver otro camino, completamente opuesto al de las indemnizaciones y las negociaciones gubernamentales.

La clase obrera fue desarmada ideológica, política y organizativamente en las últimas décadas, especialmente después de que el PT llegó al poder del Estado, con la elección de Lula. Las ilusiones en el reformismo se vieron afectadas, pero no extinguidas. La casta burocrática, que controla los sindicatos y centrales, todavía funciona como un poderoso freno a la lucha de clases, la encarnación por las masas de un programa de reivindicaciones propio y la organización independiente de toda influencia burguesa. Es este freno el que ha impedido que el proletariado se ponga al frente de la mayoría oprimida, en defensa de los puestos de trabajo, masivamente destruidos desde la recesión de 2015-2016. Solo el año pasado, 5.500 fábricas cerraron sus puertas. Se estima que, desde 2015, el número de fábricas cerradas fue de 36,6 mil. ¿Dónde estaban los sindicatos? ¿Dónde estaban las centrales? Le dieron la espalda a los trabajadores, negociando despidos con las patronales. Esta trayectoria pesa de manera decisiva sobre la desconfianza de los explotados en relación a sus sindicatos, que los lleva a buscar una compensación individual, y al “sálvese quien puede”.

Esta trágica experiencia, nos guste o no, es la base para constituir una dirección clasista y revolucionaria dentro del proletariado. Por el momento, es fundamental realizar una campaña firme y amplia, en defensa de la ocupación de fábricas, el establecimiento del control obrero de la producción, expropiación y estatización sin compensación de las fábricas que cierran. Luchar por verdaderas asambleas democráticas. Establecer comités de base, unificando ocupados y desempleados. Convocar plenarios sindicales, que fortalezcan la vanguardia y sirvan como instrumento de acción colectiva. Organizar manifestaciones callejeras y bloqueos. Convocar de inmediato a un primer día nacional de lucha contra el cierre de fábricas, empleos, salarios y salud pública.

Es con este movimiento que la clase obrera y demás explotados también podrán responder con una política propia a la barbarie capitalista evidenciada por la pandemia. Toda fuerza a la bandera de la ocupación de las fábricas, el control obrero y la estatización sin indemnización.

 

19-01-2020

POR Brasil

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