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Disgregación de la unión capitalista de Europa

Por 571 votos a favor y 73 en contra, el Parlamento británico aprobó, en diciembre de 2020, el acuerdo con la Unión Europea (UE), para la salida de Inglaterra del Mercado Común Europeo.

El 1ro de enero comenzó a entrar en vigor el nuevo marco comercial. Se adoptó la forma de un Tratado de Libre Comercio. Conservándose lo esencial de las relaciones esencial. Se garantiza el libre acceso a los mercados, sin la imposición de cuotas o aranceles aduaneros especiales.

El principal objetivo del acuerdo fue el de preservar los intercambios comerciales, con un valor de 500.000 millones de euros. Evidentemente, el volumen de estos acuerdos y los intereses capitalistas que se verían afectados alertaron a los gobiernos de las consecuencias de una ruptura no negociada. Esto es lo que se observa, con la preservación de las cadenas productivas de sectores clave de la economía (automotor, aviación, tecnología, etc.), con el objetivo de evitar la pérdida de las “ventajas competitivas”, que favorecen a los monopolios europeos en lucha por el mercado continental.

Según el gobierno británico, el acuerdo preserva la «soberanía nacional», porque garantiza la comercialización con la UE «sin las obligaciones legales de un país miembro». Por otro lado, el acuerdo supone que los gobiernos europeos mantengan facilidades de exportación al mercado británico, que recibe el 18% de las exportaciones del bloque. Sin embargo, el acuerdo estaba lejos de armonizar las relaciones comerciales conflictivas.

Se temía que Inglaterra pudiera aprovechar el Brexit para favorecer sus exportaciones, recurriendo a prácticas de “dumping” (exportar productos a valores subvencionados), en detrimento de la producción europea (regida por numerosas normas y requisitos legales). Por eso se ha incorporado una cláusula que prevé la supervisión conjunta contra “prácticas comerciales desleales”. La principal divergencia, sin embargo, fue en torno a las cuotas de explotación de cuencas pesqueras en Inglaterra.

Después del Brexit, el gobierno inglés estaba considerando impedir la entrada de la flota pesquera continental en aguas de influencia británica. Lo que llevó a la negociación de números, porcentajes y especies que serían capturadas. Finalmente, se decidió aprobar un período transitorio (con vencimiento en junio de 2026), durante el cual los barcos pesqueros europeos se comprometen a abandonar gradualmente el 25% de las capturas. Una vez finalizado este período, las cuotas y las especies se negociarán anualmente. De esta forma, la UE ha evitado temporalmente el colapso de su industria pesquera y un agravamiento de la inflación dentro del Bloque.

Lo cierto es que el agravamiento del colapso capitalista global, alimentado por el estallido de la pandemia y la parálisis de las actividades económicas, impedirá que los gobiernos mantengan durante mucho tiempo este “pacto de caballeros”. Los conflictos de la multinacional AstraZeneca, de capital inglés, pero que tiene gran parte de su producción ubicada en Bélgica, abiertos con la Unión Europea por las provisiones de las dosis de la vacuna contra el Covid-19, establecieron una nueve fuente de conflictos. La decisión del monopolio de utilizar su fábrica en Bélgica para exportar millones de dosis a Reino Unido, sin garantizar las cantidades a Europa, agrava el cuadro de los desacuerdos y prepara nuevas crisis.

Sin duda, la principal fuente de conflictos radica en la ofensiva de los monopolios estadounidenses, que aprovecharán la disolución de las barreras comerciales y legales que obstaculizan la competencia de sus bienes en los mercados continentales. Desde su aprobación en 2016, EE.UU. ha estado utilizando el Brexit para proyectar la guerra comercial contra las importaciones europeas. La aprobación de un acuerdo comercial preferencial con Inglaterra forma parte de esta maniobra.

La crisis y la tendencia a la desintegración de la Unión Europea son manifestaciones de los enfrentamientos entre las fuerzas productivas altamente desarrolladas e internacionalizadas, con las fronteras nacionales y la gran propiedad privada monopolista de los medios de producción. Estas contradicciones impiden la planificación y desarrollo, de manera armónica y racional, de las poderosas fuerzas productivas continentales. Esto explica por qué, a pesar de que el acuerdo es un intento burgués más para resolver tales contradicciones – como los esfuerzos por preservar las cadenas de producción internacionalizadas, a pesar de las aduanas proteccionistas y las barreras migratorias – no hay forma de llegar a un acuerdo permanente, bajo la presión de las fuerzas disgregadoras de la guerra comercial interimperialista.

Lo esencial es entender que la disgregación del capitalismo impulsa a los gobiernos a intensificar las contrarreformas, con el objetivo de preservar las ganancias del monopolio. La clase obrera y demás oprimidos tendrán que enfrentar la descomposición capitalista, con el programa y los métodos de la lucha de clases.

La lucha por defender las condiciones de vida y de trabajo permitirá a la vanguardia con conciencia de clase vincular las demandas más elementales de los obreros ingleses y europeos al objetivo histórico de expropiar la propiedad privada de los medios de producción y transformarla en propiedad social. Es este programa el que de hecho unificará los destacamentos obreros, más allá de las particularidades de las luchas y condiciones de cada país, favoreciendo la lucha por la independencia de clase.

Es así como se recuperarán las tradiciones socialistas e internacionalistas del proletariado europeo, y la vanguardia con conciencia de clase avanzará en la tarea de construir los partidos marxista-leninista-trotskista y reconstruir su Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional, empuñando el programa de los Estados Unidos Socialistas de Europa.

 

(Nota de MASSAS nº 386 – POR Brasil)

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