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102 años de la fundación de la III Internacional Comunista

Entre los días 2 y el 6 de marzo de 1919 se celebró en Moscú el 1er Congreso de la fundación de la III Internacional.

El 6 de marzo de 1920, Lenin pronunció el «Discurso en la sesión solemne del Soviet de Moscú, en celebración del 1er aniversario de la III Internacional». Su importancia, como documento histórico, radica no solo en que demuestra el acierto organizativo y programático de la ruptura de los marxistas, con los bolcheviques al frente, con la II Internacional, sino también porque refleja la situación mundial, luego de casi tres años de la revolución de octubre de 1917. Cabe señalar que este discurso no ha recibido el debido estudio y difusión, hoy, porque Lenin enfatiza el avance de la revolución proletaria internacional y ve como cierta la revolución comunista en Europa. Pronostica que una nueva guerra ocurrirá inevitablemente, inclusive indicando los dos oponentes, Japón y Estados Unidos. No era posible determinar el momento, pero la división del mundo realizada por la primera guerra mundial dejaba entrever que las disputas inter-imperialistas no habían terminado. Lo que colocaba la lucha de clases en un nivel superior en Europa y en todo el mundo. La III Internacional, por tanto, tenía a su favor el derrocamiento del capitalismo y el avance del comunismo. Los hechos inmediatamente después confirmaron la tesis leninista de que el proletariado europeo, principalmente en Alemania, sólo no avanzó en el sentido preciso del pronóstico de Lenin, sino que puso de relieve la cuestión clave de cualquier revolución, que es la dirección revolucionaria. La nueva guerra mundial comenzó se inició diecinueve años después de la predicción contenida en el discurso del primer aniversario de la fundación de la III Internacional.

La experiencia de la Revolución Rusa, los logros teóricos y programáticos y la Tercera Internacional no pudieron ser encarnados por el proletariado mundial, debido al revisionismo estalinista del leninismo y la desfiguración de la Internacional Comunista. La revolución china confirmó, principalmente, el pronóstico de Lenin, aunque tuvo lugar en un país distinto de los europeos, por su atraso y su condición semi-colonial.

El avance del imperialismo, en la posguerra, ahora encabezado por Estados Unidos, sobre las conquistas del proletariado mundial y, finalmente, el triunfo de la restauración capitalista, que condujo a la destrucción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) , lanzó una nube tóxica sobre el sistema de ideas marxista-leninista. Esto explica el olvido de este discurso que, a pesar de su forma oral y sintética, expresa el internacionalismo proletario, en las condiciones de consolidación de la Revolución Rusa, la constitución de la III Internacional y la quiebra histórica de la socialdemocracia reformista.

Estos son los motivos que nos llevaron a traducir y publicar este discurso, y no simplemente porque marca el primer año de existencia de la III Internacional.

 


Discurso pronunciado en la sesión solemne del Soviet de Moscú, consagrada al 1er aniversario de la III Internacional

Lenin, 6 de marzo 1920

Camaradas: Desde la fundación de la Internacional Comunista ha transcurrido un año. En este tiempo, la Internacional Comunista ha conquistado victorias que no se podían esperar, y puede decirse sin temor que nadie esperaba éxitos tan grandes al fundarla.

Al principio de la revolución, muchos abrigaban la esperanza de que en Europa Occidental empezaría la revolución socialista inmediatamente después de terminada la guerra imperialista, pues en aquel momento, en qué las masas estaban armadas, la revolución se podía haber llevado a cabo con el mayor éxito también en varios países de Occidente. Habría podido suceder así de no haber resultado que en Europa Occidental era más profunda la escisión del proletariado y mayor la traición de los ex jefes socialistas de lo que cabía suponer.

 

No sabemos con exactitud hasta el momento presente cómo se ha efectuado la desmovilización y cómo transcurre la liquidación de la guerra. No sabemos, por ejemplo, qué ha sucedido en Holanda. Sólo por un artículo, en el que se habla del discurso de un comunista holandés, por un artículo, como otros muchos publicados, he tenido ocasión de enterarme casualmente de que en Holanda, país neutral que estuvo menos complicado en la guerra imperialista, el movimiento revolucionario llegó a adquirir tal magnitud que ya se había empezado a formar los Consejos, y Troelstra, una de las figuras más importantes de la socialdemocracia oportunista holandesa, ha reconocido que lo obreros podrían haber tomado el poder.

Si la Internacional no hubiera estado en manos de traidores, que salvaron a la burguesía en el momento crítico, habría habido muchas probabilidades de que, nada más terminada la guerra, la revolución se realizara rápidamente en numerosos países beligerantes, así como en algunos neutrales, en los que el pueblo estaba armado, y entonces el resultado habría sido otro.

Pero no fe así, no se consiguió hacer la revolución a un ritmo tan acelerado, y se ha de recorrer todo el camino de desarrollo que nosotros hubimos de emprender antes aún de la primera revolución, antes de 1905, y sólo merced a que transcurrieron más de diez años hasta 191 7 fuimos capaces de dirigir al proletariado.

En 1905 se hizo, por decirlo así, el ensayo de la revolución, y gracias en parte a ello se logró en Rusia aprovechar el momento de la bancarrota de la guerra imperialista, bancarrota que dio el poder al proletariado. Debido a los acontecimientos históricos, debido a la podredumbre completa de la autocracia, logramos comenzar la revolución con facilidad; pero cuanto más fácil nos fue comenzarla, tanto más difícil le es continuarla a este país solo, y en este año transcurrido podemos deciros que en otros países más industrializados, donde los obreros están más desarrollados, donde son más numerosos, el desenvolvimiento de la revolución ha ido por un camino más lento. Ha ido por nuestro camino, pero con mucha mayor lentitud.

Los obreros prosiguen este lento camino, abriendo paso a la victoria del proletariado, que se avecina con rapidez indudablemente mayor que en nuestro país, pues cuando uno mira a la III Internacional, se asombra de la celeridad con que se extiende ésta, avanzando de victoria en victoria.

Mirad cómo se difunden por todo el mundo nuestras feas palabras, como «bolchevismo». A pesar de que nos llamamos Partido Comunista, de que la denominación «comunista» es la científica, admitida en toda Europa, está menos extendida en ésta y en otros países que la palabra «bolchevique». Nuestro vocablo ruso «Soviet» es uno de los más extendidos, no se traduce siquiera a otras lenguas, se pronuncia en ruso en todas partes.

A pesar de la mendacidad de la prensa burguesa, a pesar de la furiosa resistencia que ha ofrecido toda la burguesía, las simpatías de las masas obreras están por los Soviets, por el Poder soviético y el bolchevismo. Cuanto más ha mentido la burguesía, tanto más ha contribuido a difundir por todo el mundo la experiencia que hemos hecho con Kerenski.

Parte de los bolcheviques que llegaron de Alemania fueron recibidos en Rusia con ataques y persecuciones organizados en esta «república democrática» puramente a lo estadounidense, y Kerenski, los eseristas y los mencheviques contribuyeron a ello por todos los medios. De esta forma, agitaron a las capas del proletariado y les hicieron pensar que si los bolcheviques eran tan perseguidos, eso significaba que eran buenos.

Y cuando uno recibe de vez en vez noticias sueltas del extranjero; cuando, al no poder estar al tanto de toda la prensa, lee uno, por ejemplo, un número de Times, el periódico más rico de Inglaterra; cuando uno lee cómo se citan allí palabras bolcheviques para demostrar que los bolcheviques propugnaban la guerra civil ya durante la contienda mundial, llega a la conclusión de que hasta los representantes más inteligentes de la burguesía han perdido la cabeza totalmente. Si este periódico inglés destaca el libro Contra la corriente, lo recomienda a los lectores ingleses y extrae citas de él para mostrar que los bolcheviques son lo peor de lo peor entre la gente, que dicen que la guerra imperialista es criminal y predican la guerra civil, uno se convence de que toda la burguesía, que nos odia, nos ayuda. iNuestra reverencia y gratitud!

No tenemos prensa diaria ni en Europa ni en América, la información de nuestra obra es muy parca, nuestros camaradas son perseguidos con el mayor ensañamiento. Pero cuando uno ve que la riquísima prensa imperialista de los aliados, de la que extraen sus noticias centenares de miles de otros periódicos, ha perdido la noción de la medida hasta tal punto que, deseando fulminar a los bolcheviques, expone abundantes citas de las obras de los bolcheviques, extrayéndolas de ediciones publicadas durante la guerra, para demostrar que nosotros calificábamos de criminal la guerra y aspirábamos a convertirla en civil, eso quiere decir que estos inteligentísimos señores se volverán tan tontos como nuestro Kerenski y sus secuaces. Por eso podemos dar garantía de que estas personas, dirigentes del imperialismo inglés, ejecutarán su obra de ayuda a la revolución comunista limpia y sólidamente.

Camaradas: Antes de la guerra parecía que la división principal en el movimiento obrero era la división en socialistas y anarquistas. Y no sólo parecía, sino que era así.  En la prolongada época precedente a la guerra imperialista y a la revolución no existía objetivamente una situación revolucionaria en la inmensa mayoría de los países europeos. La tarea consistía en aprovechar esta labor lenta para preparar la revolución. Los socialistas comenzaron la empresa, los anarquistas no comprendieron esa tarea. La guerra creó una situación revolucionaria, y esta vieja división fue caducando. Por un lado, la cúspide del anarquismo y del socialismo se hizo chovinista, mostró qué significa defender a sus desvalijadores burgueses contra otros desvalijadores burgueses, por causa de los cuales la guerra sacrificó a millones de seres. Por otro lado, en la base de los viejos partidos surgieron nueva tendencias: contra la guerra, contra el imperialismo, por la revolución social. Así pues, a causa de la guerra se desencadenó la crisis más profunda, y los anarquistas y los socialistas se escindieron porque las capas superiores de los jefes parlamentarios de los socialistas se colocaron en el flanco de los chovinistas, y en la base una minoría en constante crecimiento fue apartándose de ellos y empezó a pasarse al lado de la revolución.

De esta suerte, el movimiento obrero de todos los países tomó otros derroteros, no los derroteros de los anarquistas ni de los socialistas, sino derroteros capaces de llevar a la dictadura del proletariado. Esta escisión apuntó y se inició en todo el mundo antes de fundarse la III Internacional.

Si hemos tenido éxito ha sido porque hemos actuado cuando la situación era revolucionaria y cuando el movimiento obrero existía ya en todos los países, y por eso vemos ahora que dentro del socialismo y del anarquismo· se ha producido una escisión. Ello da lugar en el mundo entero a que los obreros comunistas participen en la formación de nuevas organizaciones y a que éstas se agrupen en la III Internacional. Este enfoque es el más acertado.

 

Si vuelven a surgir discrepancias, por ejemplo, sobre el aprovechamiento del parlamentarismo, después de la experiencia de la revolución rusa y de la guerra civil, después de que la figura de Liebknecht se ha erguido ante todo el mundo y se ha puesto en claro su papel y su importancia entre los representantes del parlamentarismo, es absurdo negar el empleo revolucionario del parlamentarismo. Para los representantes de la vieja formación ha quedado claro que no se puede plantear como antes la cuestión del Estado; debido al movimiento revolucionario ha venido al mundo otro planteamiento nuevo, práctico, en lugar del viejo, libresco.

Hay que contraponer la fuerza unida y centralizada del proletariado a toda la fuerza · unida y centralizada de la burguesía. Ahora, pues, la cuestión del Estado se plantea de otra manera, la vieja discrepancia empieza a perder su sentido. En lugar de la vieja división del movimiento obrero han surgido otras divisiones y lo principal que las determina es la actitud que se adopte ante el Poder soviético y la dictadura del proletariado.

La Constitución Soviética ha mostrado con evidencia la obra de la revolución rusa. Nuestra experiencia y el estudio de nuestra experiencia demuestran que todos los grupos de viejas tareas se reducen a una: o se está por el Poder soviético o contra él, por el poder de la burguesía, por la democracia, por las formas de democracia que, prometiendo la igualdad de los hartos y los hambrientos, del capitalista y el obrero en la emisión del voto, la igualdad de los explotadores y los explotados, ocultan la esclavitud capitalista, o por el poder del proletariado, por el aplastamiento implacable de los explotadores, por el Estado soviético.

Por la democracia burguesa pueden estar únicamente los partidarios de la esclavitud capitalista. Lo vemos en las publicaciones de los guardias blancos de Kolchak y Denikin. Tras limpiar múltiples ciudades rusas de esa inmundicia, se han reunido sus publicaciones y se llevan a Moscú. Pueden verse los escritos de intelectuales rusos como Chírikov o de pensadores burgueses como E. Trubetskói, y es curioso observar sus razonamientos sobre la Asamblea Constituyente, sobre la igualdad, etc., en ayuda de Denikin. Estos juicios sobre la Constituyente vienen en apoyo nuestro; cuando efectuaron esa agitación entre las masas de guardias blancos nos prestaron una ayuda, igual que nos ayudó toda la marcha de la guerra civil y el curso de los acontecimientos. Ellos mismos demostraron con sus argumentos que por el Poder de los Soviets están los revolucionarios sinceros, que simpatizan con la lucha contra los capitalistas. Esto se manifestó con todo relieve durante la guerra civil.

Oponerse a la necesidad del poder central, de la dictadura y de la voluntad única para que el destacamento de vanguardia del proletariado se cohesione, desarrolle y organice el Estado sobre bases nuevas, manteniendo firmemente el poder en sus manos, y exponer razonamientos sobre este tema es imposible después de la experiencia vivida, después de lo ocurrido en Rusia, en Finlandia y en Hungría, después del año de experiencia obtenida en las repúblicas democráticas y en Alemania. La democracia se ha desenmascarado a sí misma definitivamente; he ahí por qué han brotado inconteniblemente en todos los países y en las formas más distintas numerosos síntomas de robustecimiento del movimiento comunista en pro del Poder de los Soviets, de la dictadura del proletariado.

Este ascenso ha llegado a tal punto que partidos como los independentistas de Alemania y el Partido Socialista Francés, en los que dominan jefes del viejo tipo, que no han comprendido ni la agitación nueva ni las condiciones nuevas, que no han modificado un ápice la actividad parlamentaria, sino que hacen de ella un recurso para desentenderse de las tareas importantes con palabras vanas y distraer a los obreros con debate parlamentarios, hasta estos jefes se han visto forzados a reconocer la dictadura del proletariado y el Poder de los Soviets. Débese ello a que la masa de obreros, que hace sentir su presencia, les ha obligado a obrar así.

Sabéis, por los discursos de otros camaradas, que este viraje del partido alemán de los independentistas, este reconocimiento de la dictadura del proletariado y del Poder soviético ha sido el golpe de gracia asestado a la II Internacional. Teniendo en cuenta el estado de las cosas, se puede decir que a la II Internacional se le ha dado muerte, y las masas obreras de Alemania, Inglaterra y Francia se colocan al lado de los comunistas. En Inglaterra existe también un partido de independentistas, que sigue manteniendo el punto de vista de la legalidad y condenando las violencias de los bolcheviques. Recientemente ha aparecido en su periódico una sección de discusiones. Discusión significa debate. Pues bien, allí se debate la cuestión de los Soviets, y al lado de un artículo impreso sobre este tema en los periódicos ingleses obreros vemos otro artículo de un inglés que no quiere tener en cuenta la teoría del socialismo, sino que conserva el estúpido menosprecio de antaño por la teoría, mas, teniendo presente las condiciones de la vida inglesa, saca una consecuencia concreta y dice: no podemos condenar los Soviets, debemos estar en favor de ellos.

Eso es síntoma de que hasta en las capas atrasadas de los obreros, en países como Inglaterra, ha empezado a producirse un progreso, y puede decirse que las viejas formas del socialismo están muertas para siempre.

Europa camina hacia la revolución de manera distinta a como lo hemos hecho nosotros, pero, en esencia, está pasando por lo mismo. Cada país debe llevar a su manera, y ha empezado a llevar, la lucha interna contra los mencheviques propios, contra el oportunismo y los eseristas propios, que existen ·con otros nombres y en mayor o menor grado en todos los países.

Y precisamente porque viven ellos mismos esa experiencia puede darse garantía de que la victoria de la revolución comunista en todos los países es inevitable, y cuantas más vacilaciones e incertidumbres haya en las flas de los enemigos, que se expresan en declarar que los bolcheviques son uno criminales y que ellos no concertarán nunca la paz con nosotros, tanto mejor para nosotros.

Ahora dicen: de comerciar, lo haremos sin reconocer a los bolcheviques. No tenemos nada en contra: prueben ustedes, señores. En cuanto a lo de no reconocemos, lo comprendemos. Consideraríamos un error por parte de ustedes el que nos reconocieran. Pero si se han hecho un embrollo tan grande que primero llaman a los bolcheviques infractores de todas las leyes divinas y humanas, declaran que no conversarán ni harán las paces con nosotros, y luego dicen que procederán al intercambio sin reconocer nuestra política, eso es una victoria tan grande para nosotros que impulsará el movimiento comunista y lo profundizará en las masas populares de cada país. Es tan hondo este movimiento que, aparte de los adheridos oficialmente a la III Internacional, se ha perfilado toda una serie de movimientos en los países adelantados, movimientos que, sin ser ni socialistas ni comunistas, y prosiguiendo la condena del bolchevismo, se aproximan a éste en virtud del curso de los acontecimientos.

 

La guerra en el siglo XX en un país civilizado obliga a los gobiernos a desenmascararse. En un periódico francés se han publicado unos documentos del ex emperador austríaco Carlos, que propuso a Francia firmar la paz en 1916. Ahora se ha publicado esta carta y los obreros se dirigen al líder de los socialistas, a Albert Thomas, y le preguntan: Usted estaba entonces en el Gobierno, y a su Gobierno le propusieron la paz. ¿Qué hizo usted entonces? Cuando le preguntaron eso, no respondió.

Esos desenmascaramientos empiezan sólo ahora. Las masas populares saben de qué va, y en Europa y América no pueden tener la vieja actitud frente a la guerra. Preguntan en aras de qué se inmoló a diez millones de personas y se mutiló a otros veinte millones. Hacer esta pregunta significa empujar a las masas populares a que se vuelvan hacia la dictadura del proletariado. Hacer esta pregunta significa responder: se sacrificó a diez millones de hombres y se mutiló a otros veinte millones para decidir quiénes se enriquecerían más, los capitalistas alemanes o los ingleses. Esa es la verdad, y por mucho que la hayan ocultado, se abre camino.

La bancarrota de los gobiernos capitalistas es ineludible, pues todo el mundo ve que es inevitable otra guerra igual si los imperialistas y la burguesía siguen en el poder. Entre Japón y Norteamérica surgen nuevos litigios y conflictos. Son consecuencia de los decenios de historia diplomática de ambos países. Las guerras son inevitables sobre la base de la propiedad privada. La guerra entre Inglaterra, que ha arramblado con las colonias, y Francia, que se considera engañada, es inevitable. Nadie sabe dónde y cómo estallará, pero todos ven, saben y hablan de que la guerra es inevitable y se está preparando de nuevo.

Esta situación existente en el siglo XX en países sin analfabetos nos da garantía de que no se puede hablar siquiera del reformismo y del anarquismo de antaño. La guerra acabó con ellos. No es lícito hablar de rehacer con reformas la sociedad capitalista, que ha invertido centenares de miles de millones de rublos en la guerra, hablar de transformar esta sociedad sin poder revolucionario y sin violencia, sin las mayores conmociones. A quien hable y piense así no se le puede tomar en serio.

La Internacional Comunista es fuerte porque se apoya en las enseñanzas de la hecatombe imperialista mundial. La experiencia de millones de personas confirma más y más en cada país lo acertado de su posición, y hoy el movimiento hacia ella es cien veces más amplio y profundo. Este movimiento, en el curso de un año, ha llevado a la bancarrota total de la II Internacional.

No hay un solo país en el mundo, incluso el menos desarrollado, en el que no se hayan adherido ideológicamente a la Internacional Comunista todos los obreros que piensan. En eso está la garantía plena de que la victoria de la Internacional Comunista en el mundo entero en un plazo no muy lejano es segura.

 


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