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El desastre sanitario a 1 año de su anuncio

El 20 de marzo de 2020 fue decretado el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) en todo el territorio argentino. Lo que parecía ser un decreto por algunas semanas, terminó siendo una medida que se prolongó, quincena tras quincena, casi indefinidamente por todo el 2020. Comenzaron a verse inmediatamente las fuertes restricciones para circular, las detenciones sistemáticas a quienes lo hiciesen, el envalentonamiento y los amedrentamientos continuos por parte de las fuerzas represivas, la prohibición de asistir a muchos lugares de trabajo o estudio, el cierre de sitios que generasen grandes aglomeraciones de gente, la obligación de utilizar “tapabocas”, entre otras cuestiones.

El Gobierno lanzó rápidamente su grito en el cielo: “entre la economía y la salud, elegimos la salud”. Y así transcurrieron las primeras semanas y meses, en los que el intento de unidad nacional de Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof (junto al resto de los gobernadores a la distancia) florecía, exponiendo en armonía el “buen camino” elegido por la Argentina para enfrentar al coronavirus. Pero el engaño tenía patas cortas y en pocos meses naufragaron en medio de las nefastas consecuencias de la dirección burguesa de la crisis sanitaria. Las cifras escalaron vertiginosamente todas las semanas. Al día de hoy la Argentina se encuentra en los peores lugares a nivel mundial con más de 53.000 muertes, con más de 2.000.000 de contagiados, uno de los países con los índices más altos de contagios entre trabajadores de la salud (y mortalidad) y con una de las peores ubicaciones en cuanto a vacunación de su población. La dirección burguesa frente al coronavirus, con su aislamiento social fue una inocultable masacre sanitaria por donde se la mire.

Como Partido Obrero Revolucionario advertimos prontamente el curso que habría de tomar el aislamiento social. Aunque extenso, vale la pena detenernos en un extracto del comunicado del 20 de marzo de 2020: “La cuarentena exigida en nuestros hogares desconoce la situación de millones de personas a lo largo y ancho del país. Los sectores que pueblan las ‘villas’ -barrios privados de los derechos básicos- están siendo conducidos a una situación aún más desesperante (…) ambientes hacinados en donde muchas familias comparten no solo baños y cocina sino cuartos abarrotados, mal ventilados, en donde sus habitantes generalmente sufren la malnutrición crónica, y en donde las condiciones de seguridad son poco menos que deplorables. No es casualidad que esos sectores tengan los índices más alarmantes de tuberculosis (‘tuberculosis como condición de vida del capitalismo’ según escribía Marx hace 150 años), o actualmente dengue. Son barrios donde las ambulancias directamente no entran, los bomberos difícilmente llegan ante las emergencias, y las calles son intransitables ante mínimas caídas de lluvias. Ante esa situación, la ‘cuarentena total’ y el ‘aislamiento’ agrava las ya de por sí paupérrimas condiciones. En esas condiciones la pandemia puede causar una brutal masacre”. El pronóstico no pudo ser más acertado.

Las Obras Sociales y la Medicina Prepaga, como grandes favorecidas de la pandemia, se desentendieron lo que pudieron de cubrir los tratamientos o diagnosticarlos tempranamente. Utilizaron la situación para engordar aún más sus suculentas ganancias a costa de miles de afiliados desamparados frente al Coronavirus y a todas sus otras patologías. Sin dudas que el testeo masivo (que los “científicos” acólitos nunca mal remunerados del Gobierno descartaban en un principio) o la estatización del sistema de salud son medidas urgentes que o se tomaron tarde (testeos) o nunca se tomaron, agravando la situación crítica. No solo eso, sino que el Gobierno ha salido en rescate de la salud privada, a costa del sistema público de salud (largamente reflejado en nuestros periódicos durante el 2020).

Vano fue el intento del Gobierno, con sus discursos oficiales, para hacer recaer la responsabilidad del inocultable desastre sanitario en la población con sus “reuniones sociales”. La realidad es que los transportes no fueron reforzados (incluso hasta bajaron la frecuencia de los mismos en un principio) y que los lugares de trabajo han actuado como focos masivos de contagios. Las patronales han hecho y desecho a su antojo, sin condiciones mínimas de higiene y bioseguridad, haciendo volver a los trabajadores sin ningún tipo de garantía, sin respetar las licencias, con descuentos importantísimos en los salarios, y con suspensiones y despidos a granel. Esto bajo el consentimiento de Alberto Fernández, de todos los gobernadores y de la burocracia sindical repodrida y corrompida hasta la médula.

Y como si fuera poco, el escándalo de la vacunación se esparció como reguero de pólvora a lo largo y ancho del país. No solo costándole la cabeza al ahora ex Ministro de Salud de la Nación Ginés González García, sino haciendo saltar pus prácticamente donde se apriete. Demuestra lo tantas veces enunciado: la corrupción es inherente al capitalismo, incluso cuando nuestra vida depende de ello. Pero no solo eso. Solo el 1% de la población ha recibido las dos dosis de la vacuna (15/03/2021) y los grupos de riesgo están muy lejos de haber sido vacunados. La promesa de vacunar 10 millones de argentinos para diciembre, o 20 millones para febrero no sería más que demagogia barata sino estuviesen preparándose objetivamente las condiciones para un desastre sanitario redoblado con la llegada del próximo invierno. ¿Podrían hacer otra cosa si no llegan a tiempo las vacunas o no se vacuna rápidamente? Si, hacer lo que no hicieron el año pasado: estatizar todo el sistema de salud para centralizar todos los recursos y poder responder rápidamente y sostener económicamente todo el tiempo que sea necesario a aquellos sectores que deben aislarse para que puedan subsistir sin trabajar.

Si algo ha puesto de relieve esta pandemia no es que “todos saldríamos mejores personas” como gustan repetir los funcionarios en los periódicos, en los canales y en sus radios. Sino que la clase dominante ha mostrado toda su podredumbre, incapacidad, decadencia, para asegurarnos lo mínimo indispensable para protegernos frente a un agente infeccioso. Ha mostrado su total impotencia como clase capaz de conducir progresivamente a la sociedad. Ha mostrado su carácter reaccionario. Acá y en todo el planeta. Ha demostrado que solo hay una clase, el proletariado, capaz de conducir todas las demandas de los oprimidos hacia su plena satisfacción, que solo bajo su liderazgo y bajo su estrategia política, la humanidad conocerá por vez primera una salida progresiva de la crisis de un régimen social caduco.

La política burguesa para enfrentar el coronavirus prevaleció durante este año, con sus métodos, con sus discursos, con sus tácticas, y a las claras está su fracaso rotundo. Es hora que la clase obrera retome el lento y trabajoso camino de emancipación, rompiendo las cadenas que la atan a la tutela burguesa, para erigir su propia política como única esperanza que tienen las masas condenadas a la más brutal barbarie capitalista.

 

(nota de MASAS nº 389)

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