81 años del asesinato de Trotsky (1era parte)
Iniciamos, desde ahora, una campaña de exposición y defensa del marxismo-leninismo-trotskismo, aprovechando la proximidad de la fecha en que León Trotsky fue asesinado por un agente del estalinismo. Comenzamos publicando en tres partes el folleto «Trotsky y nosotros», escrito por Guillermo Lora, con motivo del 45º aniversario del asesinato del dirigente de la Revolución Rusa, junto a Lenin, y de la construcción de la Tercera Internacional. En junio de 1985, el POR había completado 50º años. Ahora, la reedición del folleto en portugués llega en un momento en que el POR cumple 86 años. (MASSAS nº 643 POR Brasil)
TROTSKY Y NOSOTROS (Guillermo Lora)
EL GIGANTE DEL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN
Este 20 de agosto (2009 N.R) se recuerda el asesinato de León Trotsky en Coyoacán (México) por un agente del stalinismo. Nuevamente se comprobó que el vacío dejado por un cuadro de tanta calidad, que constituía capital invalorable para todo el movimiento revolucionario internacional, es llevado muy difícilmente y para eso se necesita mucho tiempo, pues es en el transcurso de muchos años que se van forjando y templando los revolucionarios profesionales. Diremos de paso que esto explica por qué un partido es un programa, una organización y una tradición, sin este último factor resultaría inconcebible la lucha de los explotados en escala mundial y también nacional.
Trotsky murió en su ley, combatiendo sin tregua contra la burocracia contrarrevolucionaria que, expresando los intereses de las fuerzas reaccionarias de dentro y de fuera de la URSS y para servir mejor a los enemigos de la clase obrera, siguió el camino de desplazar del poder a los trabajadores.
Acaso Trotsky no aparece tan grande en momento alguno de su vida como cuando comprende que la arremetida victoriosa de la contrarrevolución nacional e internacional no le permite al revolucionario permanecer en el poder, acomodarse a las circunstancias negativas, agachar la cabeza, abandonar la bandera de la revolución, abrigando la vana esperanza de que desde el seno mismo del poder podrá rectificar, gracias a su genio y a sus cualidades personales, el curso de la historia. No pocos marxistas en circunstancias similares abandonan el método del materialismo histórico para dar rienda suelta a su subjetivismo, a su voluntarismo apenas contenido y ellos se presentan como la fuerza más poderosa de la historia. Muchos han reprochado a Trotsky el haber abandonado el poder casi sin batalla, el no haber querido o podido capitalizar su tremendo ascendiente sobre la juventud y el ejército para consagrarse como el heredero de Lenin en el poder. Inclusive en el aspecto puramente humano resulta repudiable el que las ambiciones inconfesables se hubiesen lanzado a disputarse la herencia ante los restos del hombre que supo entregarse íntegro -única entrega que cuenta- a la causa revolucionaria. La conducta de Trotsky nos parece conforme con su convicción marxista. Era el orgullo hecho hombre y dio pruebas inequívocas de que era consciente de su valor y de sus aptitudes excepcionales, pero la comprensión de las leyes del desarrollo social le permitieron aprender a acomodarse y subordinarse humildemente a ellas.
En las últimas páginas que salieron de su admirable pluma se lee que en caso de nacer de nuevo habría vuelto a abrazar gustoso la lucha revolucionaria. Esto dijo quién creyó que era su deber revolucionario luchar década tras década contra la burocracia contrarrevolucionaria, a fin de poner a salvo la bandera marxista-bolchevique. Sabía que al adoptar esa actitud para no pocos sin ninguna promesa de victoria estaba luchando por la liberación de los explotados y por sacar a la humanidad de la vergüenza capitalista y en definitiva por humanizar al hombre en el caldero del comunismo.
Como buen marxista estaba seguro que la política -fenómeno superestructuralno era otra cosa que interpretación de la contradicción que se da en la estructura económica material de la sociedad, reflejada a su modo en lucha que libran las clases sociales entre sí; por eso su vida estuvo dedicada a la creación teórica. La política revolucionaria, en su expresión más elevada, es creación teórica. La lucha de clases, la misma revolución, son una descomunal polémica entre posiciones clasistas contrapuestas; ni duda cabe que en el campo de las ideas polémica se trueca necesaria, actividad cotidiana en el empeño de ir forjando la ideología revolucionaria de los explotados y oprimidos en oposición y en combate franco contra !a ideología oficial
Forjado en el rigor del marxismo y que fue marcando sus perfiles al unísono con su creación teórica, que no es otra cosa que la aplicación del método del materialismo dialéctico a una realidad concreta, en este caso a Rusia, no pudo menos que cobrar una gran seguridad en su pensamiento y en su conducta diaria. Víctor Serge -el Serge que nunca superó del todo su anarquismo, pese a haber pasado por la IC y la Opósición de Izquierda- escribió sobre El Viejo: “Tenía apenas cuarenta y cinco años y ya lo llamábamos El Viejo, como antes a Lenin a la misma edad. Lo cual quería decir; según el uso de la lengua popular rusa, el mayor en espíritu, el que merece más segura confianza. Tal fue el sentimiento que realmente inspiró a todos los que se le acercaron a lo largo de su vida: el de un hombre en quien el pensamiento, la acción, la vida “personal” formaban un bloque sin fisuras y que seguiría sin debilidades su camino hasta el fin; el de un hombre con el cual se podía contar plenamente en toda circunstancia, que no variaría en lo esencial, ni flaquearía en la derrota, ni retrocedería ante la responsabilidad ni ante el peligro, ni perdería la cabeza en la tormenta. Hecho para dominar las circunstancias, seguro de sí mismo, tenía un orgullo interior tan grande que lo hacía sencillo y realmente modesto: tenía el orgullo de ser un instrumento lúcido de la historia. En la prisión, en el destierro, en su cuarto de hotel de emigrado, en un campo de batalla, en la cumbre del poder, era, simplemente; un desinterés total, el que hace lo que es preciso hacer para ser de utilidad a los hombres en marcha.
Habiéndose convencido a temprana edad de que era capaz de serio (a los 27 años, en 1905, fue Presidente del primer Soviet de Petersburgo), no dudaba ya de sí mismo, y eso le hacía considerar la fama, los cargos de gobierno, el poder más absoluto, sin apego ni desdén, utilitariamente. Sabía ser duro, aún despiadado, como la actitud del cirujano que realiza una operación grave. El que escribió, durante la guerra civil y el terror, una frase como ésta: ‘Lo que hay de más humano en las revoluciones es la energía más grande’, podría ser definido, si hubiera necesidad de definirlo, con la palabra: “realizador”.
PRODUCTO COLECTIVO
¿De dónde vino ese gigante del pensamiento y la acción? Es equivocado el criterio de considerarlo un genio caído del cielo o el resultado exclusivo de sus excepcionales aptitudes individuales. El Trotsky que tanto había contribuido a la comprensión de las tendencias fundamentales del desarrollo ruso, observándose desde lo alto de la cumbre de su pensamiento, se consideraba a sí mismo como el instrumento consciente de la historia. Era el producto, ni duda cabe, de la descomunal lucha revolucionaria en un país atrasado porque permanecían pendientes de cumplimiento importantísimas tareas democráticas -en la Rusia zarista no había ni siquiera república- y, sin embargo, estaba ya presente el proletariado como clase. La revolución rusa, particularmente la primera de 1905, planteó por primera vez descomunales problemas políticos-teóricos y reiteró otros. El desarrollo de las fuerzas productivas exigía la destrucción de las formas de propiedad imperantes, pero esta contradicción clásica para todo marxista y teóricamente resuelta al pasar por la particular urdiembre social de Rusia plantea interrogantes que antes no se dieron. Para hablar de una manera concreta: la presencia del proletariado como clase, es decir, consciente -organizada en partido político- según los clásicos, modificó profundamente la inter-relación entre las clases sociales, particularmente entre la burguesa y la obrera, ésta, como ya se sugiere en “El Manifiesto Comunista” y se deja sentado en la famosa circular de marzo de 1850, no puede menos, al intentar destruir la gran propiedad privada para poder libertarse, que empujar a la burguesía al campo contrarrevolucionario. De inmediato surge el problema -inédito en cierta medida hasta ese momentode ¿qué clase social resolverá las tareas demoburguesas pendientes de cumplimiento?
La discusión teórica en Rusia, sobre todo por referirse a grandes y novedosos problemas hasta ese momento no dilucidados, al menos en toda su profundidad, no pudo menos que enriquecer y renovar el marxismo, esto ante la mirada sorprendida de la mayor parte de la socialdemocracia internacional. Nunca como entonces se puso de relieve que el marxismo debe ser utilizado como método y no como un rosario de fórmulas prefabricadas que pueden aplicarse a no importa qué cuestiones.
Trotsky se agigantó en esta creación teórica y en esta polémica; en esta medida fue una creación colectiva, no unicamente de la lucha revolucionaria rusa, sino también de la mundial; un producto colectivo del pensamiento y de la actividad del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso; fue perfilando su pensamiento en la acre y chispeante polémica con sus iguales de dentro y fuera de Rusia, con los maestros del marxismo internacional. El verdadero Trotsky se dibujaba en medio de estas tormentas. No tiene que olvidarse que el desarrollo social ruso, la madurez y formación de la clase revolucionaria, planteaba la necesidad de determinadas ideas políticas y Trotsky, ni duda cabe que gracias a sus cualidades personales, acuñó algunas de ellas, ayudado por su conocimiento del marxismo y de los antecedentes que presentaba el movimiento revolucionario internacional. En esta medida se agigantó, se empinó como le expresión de los intereses vitales de la clase obrera, como el portavoz de ésta, como el teórico que da expresión a lo que es instinto y tendencia elemental en ella; por eso pudo sostener atrevidamente que el proletariado en la atrasada Rusia zarista podía llegar al poder mucho antes que en los países europeos. altamente desarrollados desde el punto de vista capitalista. Seguramente entonces Trotsky dio de sí mismo mucho más de lo que podía esperarse, esto porque cumplió el papel de portavoz de ese porfiado topo ciego que son la leyes de la historia.
Encarnación del revolucionario profesional, que más grande que en la hora de victoria se perfila cuando le toca preservar y defender los principios y bandera revolucionarios en las condiciones adversas de la derrota o de la clandestinidad. En este plano Trotsky apareció más grande que nunca. Luchó apasionadamente por reformar desde dentro al partido bolchevique degenerado por la burocracia stalinista y también al Estado obrero, siendo una de sus proposiciones la referente al retorno de la democracia obrera.
Está demás decir que para los revolucionarios altiplánicos tan profundamente enraizados en esta tierra india, para los trotskystas bolivianos El viejo es también nuestro, no solamente el espejo en el que nos miramos cuando nos empeñamos en fusionamos con el movimiento revolucionario mundial, sino también cuando confrontamos nuestras ideas con las del marxista que formuló la teoría de la revolución permanente. Los que hemos estructurado el partido revolucionario y hemos contribuido a la formación de la clase obrera de nuestro país, hemos tenido en Trotsky la fuente de consulta que con sus grandes aportes nos ha facilitado nuestra acción diaria y también hemos polemizado con él en la tarea de estructurar y formular la teoría de la revolución boliviana, que por eso y sobre todas las cosas es uno de los movimientos trotskystas más importantes del mundo.
Nuestra admiración por León Trotsky es grande, pero es la admiración de los marxistas por quien no solamente entregó su vida y todas sus fuerzas a la lucha revolucionaria sin haber jamás esperado ni pedido recompensa alguna. Esa admiración sincera no puede enceguecernos frente a los errores que en su actividad cotidiana cometió Trotsky, de igual manera que los otros titanes de la lucha de liberación de los oprimidos, Marx, Engels, Lenin, etc. Diremos que nos esforzamos por comprender críticamente a nuestro maestro indiscutido. En los marxistas no hay lugar para el culto a la personalidad, que considera, partiendo de un indiscutible subjetivismo, que con tanta frecuencia y por tantos lados desemboca en manifestaciones religiosas. La infalibilidad y omnisciencia de los jefes y caudillos nada tiene que ver con la existencia de un partido revolucionario cimentado en el centralismo democrático, que supone la elaboración colectiva de su línea política, el respeto a la más amplia democracia interna, a la discrepancia con las instancias de dirección e inclusive a la formación de fracciones internas y la superación de los errores cometidos mediante la autocrítica, que necesariamente debe partir del análisis radical.