Intervenimos en la campaña electoral con las banderas de la clase obrera

Estas elecciones se realizan en un marco de desastre social en todos los órdenes: desocupación, precarización laboral, carestía infernal, destrucción del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, hambre y miseria. Todo ello agravado por la pandemia.

Cada dos años vivimos esta situación especial: en todo el país se realizan elecciones y durante unas cuantas semanas se realiza la campaña electoral que muestra una cantidad de candidatos, de partidos, de frentes que convocan al voto. Todos los días, en todas las radios, en la televisión, en las redes, los diarios. ¡Qué oportunidad podría ser para poner en discusión los programas, las respuestas ante los problemas dramáticos que se viven, de cara a la sociedad!

Sin embargo asistimos una y otra vez a un vaciamiento de ideas. Sólo promesas y reproches cada vez más tediosos, despolitizados. Generando una polarización electoral entre oficialistas pidiendo que se les renueve un voto de confianza, que se apruebe lo que han hecho, culpando la herencia recibida y opositores que quieren que se castigue al gobierno por la situación que se vive olvidando que hasta hace un rato fueron gobierno. Slogans e imágenes para vendernos candidatos como si fueran cualquier producto comercial.

La gran mayoría de los candidatos sólo son conocidos porque los promueven todos los días en la televisión y las radios, en varios programas, sin que se conozca bien cómo llegaron hasta ese lugar. Con toda esa politiquería no tenemos nada que ver.

Los candidatos y partidos que se conocen son impulsados por esos medios de comunicación masiva, por sus propietarios, que tienen un claro interés político y económico. Además, los principales candidatos de los partidos patronales cuentan con generosas contribuciones de las empresas para sus campañas, que luego recuperan con creces. Empresarios que ponen huevos en todas las canastas.

Lo esencial que queremos que se debata está ausente. No se trata de enumerar los reclamos y padecimientos, que ya conocemos, sino cuáles son las respuestas, cómo se resuelven, cómo se las impone.

¿Por qué no debaten programas, ideas? Sencillamente porque ninguno de ellos tiene respuesta ante los graves problemas que vive la gran mayoría de la población.

En estas elecciones se eligen cargos legislativos locales, provinciales y nacionales. Nunca en la historia hubo un período tan largo con elecciones cada dos años. El balance del período es que el poder siguió en las mismas manos que bajo la dictadura militar. Que los que mandan, los que deciden, son los mismos. Ellos tienen el poder real, son los dueños de los bancos, de las tierras, de las grandes fábricas, de los yacimientos, de los medios de comunicación, las empresas de servicios, etc. Podemos comprobar que el régimen político que adoptó formas de democracia, es la continuidad de la dictadura militar, es la dictadura del capital bajo distintas formas.

Bajo la democracia burguesa se produjo el ataque más violento a las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría y el mayor saqueo de la historia. Todo en nombre de la democracia. Los ricos son cada vez más ricos, han concentrado y centralizado más sus medios de producción, mientras los pobres son más y más pobres.

El Congreso y las legislaturas son responsables de todas las políticas que se han aplicado, por complicidad o por impotencia, por dejar hacer a los gobiernos. Es necesario desenmascarar el papel de las instituciones para no depositar ilusiones en ellas. Esas instituciones siguen la decadencia de todo el régimen capitalista en descomposición y desintegración. No hay forma de recuperarlas. Intervenimos en las elecciones para denunciar ese carácter.

Ninguna de nuestras reivindicaciones, de nuestros reclamos, serán resueltos por el Congreso, lesgislaturas provinciales o concejos, a menos que se los impongamos por la fuerza, con la lucha generalizada. Dependemos de nuestra propia organización y de nuestros métodos de lucha. Es por esa vía que conquistamos todos los derechos que nos están arrebatando.

El Gobierno y sus candidatos denuncian el fraude de la deuda externa con pelos y señales pero la reconocen y negocian pagarla de nuestros bolsillos. Ninguno dice es que el Congreso es responsable de ese endeudamiento, que votó los presupuestos y las leyes, no solo el gobierno y la Justicia. Ninguno dice que la única vía para rechazar esa deuda como para anular todas las reformas neoliberales es la rebelión popular encabezada por la clase obrera. La burguesía, sus partidos, sus instituciones están sometidos al imperialismo y nada hay que esperar de ellos.

Los gobiernos que se suceden quieren parecer distintos pero en lo esencial defienden los mismos intereses. Y se complementan: unos endeudan y fugan divisas y el que les sigue renegocia y paga, y así se completa el círculo de saqueo. La gran propiedad, nacional o extranjera, no es afectada ni por unos ni por los otros. Un gobierno hace los ajustes más violentos hasta donde permiten las masas y el que sigue trata de atenuar la rebelión, “apagar el incendio” y hacer algunas pequeñas concesiones para no dar marcha atrás con lo que ya hizo el anterior. Y así se repite todo el tiempo. ¿Hasta cuándo? Hasta que nos independicemos sindical y políticamente de la burguesía. Hasta que terminemos con todo este régimen de dominación que se reparte los roles para mantenernos con el pie sobre nuestra cabeza.

Intervenimos en las elecciones con la política de la clase obrera. Diciendo que el capitalismo está agotado, que ya no hay forma de reformarlo, que su sobrevivencia amenaza a toda la sociedad, que nos está llevando a la barbarie. Que la respuesta es expropiar los grandes medios de producción para transformarlos en propiedad social, para poder transformar toda la economía, planificándola, privilegiando las necesidades de la gran mayoría. Expropiar a la oligarquía terrateniente, los bancos, las empresas privatizadas, las empresas monopólicas que producen acero, aluminio, estatizar la actividad hidrocarburífera, la minería, nacionalizar el comercio exterior. De ahí saldrán todos los recursos para resolver los graves problemas. Expropiar a los expropiadores, a los saqueadores, corruptos, fugadores, evasores, usurpadores.

Los gobiernos son incapaces de desarrollar un vigoroso plan de obras públicas que atienda las necesidades de la gran mayoría porque el FMI y los grandes capitalistas se oponen. Es necesario y urgente crear cientos de miles de puestos de trabajo genuinos. Debemos tomarlo en nuestras propias manos.

Los gobiernos no fueron capaces de proteger nuestra salud. Cuántos miles de muertos se podrían haber evitado si se hubieran expropiado todas las clínicas, las prepagas, los laboratorios farmacéuticos, y se hubiera integrado un sistema único estatal de salud. En todo lo que duró la política de aislamiento social sólo se pagaron 3 IFE, ¡sólo 3! Por una suma que no alcanzaba. Los trabajadores de salud tuvieron que salir a la lucha innumerables veces reclamando por su salario, por medios para protegerse y proteger a los demás, para que se terminara con toda forma de precarización laboral. No alcanza con hacer las cosas mejor que el gobierno anterior, se deben tomar todas las medidas necesarias, utilizando todos los recursos, para defender a toda la población. Esa incapacidad volverá a repetirse con las nuevas olas de la pandemia o cualquier otro desastre sanitario.

Llamamos a intervenir en la campaña electoral y a votar con esta política que explicamos, con un programa, anulando el voto, porque ningún candidato, ninguna Lista, Partido o Frente expresa la política de la clase obrera, aunque hablen en su nombre.

El camino para la mayoría es el que recorren varios países de Latinoamérica con rebeliones gigantescas para enfrentar los desastres que han provocado las políticas de los gobiernos destruyendo las condiciones de vida y de trabajo. El problema político que tenemos es el mismo, quieren distraernos, dividirnos, apaciguarnos, por medios democratizantes, ilusionarnos que con elecciones, congresos, leyes y constituyentes se pueden resolver nuestras demandas, que castiguemos a un gobierno burgués eligiendo otro de la misma clase. Intervenimos en las elecciones, o en los congresos para decir que la respuesta está en la organización de las masas, en sus propios métodos de lucha.

La única salida realista para la mayoría es la revolución social, para terminar de una vez con este régimen de explotación, desocupación, miseria y entrega.

Llamamos a la valiosa vanguardia que lucha a que reflexione sobre qué respuestas políticas se están ofreciendo, a aprender de las mejores experiencias que muestra la historia sobre cómo ayudar a las masas a madurar políticamente su ruptura con las ilusiones, con las políticas y con las organizaciones que bloquean su futuro. A que rompan con todas las políticas de conciliación de clases. A poner todas las energías en la construcción de la dirección revolucionaria, con la estrategia de la dictadura del proletariado, del gobierno obrero-campesino conquistando por primera vez la democracia para la inmensa mayoría. Esa es la tarea histórica que asumimos desde el POR.

 

(nota de MASAS nº399)

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