Perú: Castillo capitula ante la ofensiva derechista

El 28 de julio Pedro Castillo tomó posesión como presidente. Habían pasado nueve días desde que se confirmó su victoria y treinta desde su elección en segunda vuelta, marcada por la resistencia de la candidata ultraderechista Keiko Fujimori a reconocer su derrota.

Sucede que la victoria de Castillo introdujo una fisura en el mecanismo electoral, montado por la derecha y la ultraderecha durante décadas, para impedir la presidencia de cualquier candidato que no pertenezca al círculo de la oligarquía dominante. A la burguesía y a los terratenientes les molesta la idea de que un gobierno «de izquierdas» venga a aplicar reformas económicas, sociales o fiscales -aunque sean ultralimitadas- que puedan interferir en sus voluminosos beneficios. O modificar el control dictatorial de las instituciones, apoyadas por la casta militar

El reconocimiento de Castillo por parte de Estados Unidos y de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, así como la disposición de las masas a defender a su candidato, demostraron que no había forma de detener a Castillo, sin agravar la crisis política y potenciar la lucha de clases. La derecha finalmente decidió reconocer al nuevo presidente. Pero pronto comenzó a aprovechar su control sobre el Parlamento para condicionar al futuro gobierno y, si era necesario, destituirlo mediante impeachment.

El cambio de táctica para enfrentarse al Gobierno dio sus primeros frutos el 26 de agosto, cuando se presentó el nuevo gabinete al Parlamento, que debía ratificar o rechazar los nombramientos del Consejo de Ministros, realizados por Castillo, y su primer ministro, Bellido. Los derechistas advirtieron que vetarían a los ministros con pasado guerrillero, o que propusieran aprobar medidas que afectaran a sus beneficios (aumento del salario mínimo, ampliación de los derechos laborales, etc.), o cambiaran las estructuras de seguridad nacional, heredadas de las dictaduras militares.

El primero en caer fue el canciller Héctor Béjar por señalar la responsabilidad de las fuerzas armadas en la represión, asesinatos, torturas y persecución de opositores durante los años de plomo de las dictaduras militar y fujimorista. Luego le tocó el turno al ministro de Trabajo, Iber Maraví, «acusado» de participar en atentados terroristas de Sendero Luminoso. Sus renuncias fueron exigidas por Bellido, a petición de Castillo, para facilitar la aprobación de los demás ministros.

La capitulación de Castillo hizo posible la aprobación condicionada del resto, por 73 a 50 votos. Decimos «condicional» porque requiere la reevaluación de los candidatos para Minas y Energía, Transportes y Comunicaciones, Cultura, Defensa y Vivienda.

Lo cierto es que la renuncia de Castillo a defender a sus ministros, en lugar de sofocar la ofensiva de la reacción burguesa y terrateniente, la intensificó. La derecha pretende convertir su gobierno en un rehén del Parlamento, y ponerlo rápidamente en contra de las masas, recurriendo al control de la burguesía y los terratenientes sobre la economía nacional. El aumento de los precios de los bienes de consumo básicos está en marcha. El gobierno debe, desde el inicio, ser debilitado.

En particular, el veto a Béjar tenía como objetivo impedir que cumpliera su promesa de retirar a Perú del Grupo de Lima, que sirve a los objetivos intervencionistas de Estados Unidos. En el caso de Maraví, su rechazo pretendía advertir al Gobierno de que no se toleraría ningún plan de medidas «progresivas» en materia de derechos, salarios e impuestos. Castillo fue elegido con la promesa de imponer medidas fiscales, gravando la riqueza en nombre del empleo, y de proteger la pequeña producción mediante subsidios

El gobierno recién elegido se ha mostrado rehén del Congreso oligárquico antes incluso de dar sus primeros pasos. Está condenada a chocar con las necesidades elementales de la mayoría oprimida. No tardará en revelar su servilismo al imperialismo. La vanguardia con conciencia de clase se enfrenta a la tarea de ayudar a los explotados a superar las ilusiones democráticas, a asumir su propio programa de lucha y a luchar con sus propias fuerzas. La construcción del partido marxista-leninista-trotskista en el Perú tiene a su favor las tendencias de lucha que se potencian en toda América Latina.

(POR Brasil – Masas 646)

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