Muere Abimael Guzmán, fundador del movimiento Sendero Luminoso

Desde 1992, Manuel Rubén Abimael Guzmán Reynoso cumplía cadena perpetua en la Base Naval del Callao. Murió el 11 de septiembre. No cabe duda de que forma parte de la historia política de Perú. La lucha armada en el campo, desarrollada por Sendero Luminoso, nombre inspirado en la obra de José Carlos Mariátegui, creador del Partido Socialista en 1928, convulsionó la situación política peruana en los años ochenta. Guzmán perteneció al Partido Comunista Peruano cuando éste se escindió, adhiriendo al maoísmo entre 1962-1964. Detenido dos veces y perseguido, pasó a la clandestinidad en 1978.

En 1979, su grupo aprobó el inicio de la lucha armada, que debía llevarse a cabo desde el campo. La región elegida para el inicio de las operaciones fue Ayacucho, donde había una masa de campesinos empobrecidos, miserables y duramente reprimidos. En sus tesis maoístas, suponía que los campesinos serían la fuerza motriz de una revolución, que crearía un Estado de obreros y campesinos, dirigido por un gobierno popular revolucionario y antiimperialista. De hecho, la lucha armada llevada a cabo por Sendero Luminoso siguió la experiencia foquista del Che Guevara, llevada a cabo entre 1965 y 1967 en Bolivia, esta vez como variante estalinista-maoísta.

El desconocimiento y el desprecio del proletariado como única clase consecuentemente revolucionaria, y la incapacidad de combatir la política de conciliación de clases del estalinizado Partido Comunista Peruano, llevaron a Guzmán y a sus compañeros a dar al campesinado un lugar en la revolución que no le correspondía, por ser una clase ligada al precapitalismo, y a las relaciones de producción capitalistas.

El movimiento de Sendero Luminoso se convirtió en el principal objetivo de la dictadura de clase de la burguesía, los gobiernos y el imperialismo. Consiguió mantenerse durante algo más de una década. Sin Guzmán a la cabeza, y perseguido ferozmente por las fuerzas represivas, Sendero Luminoso se encontró en un callejón sin salida. Resultó que los campesinos no se levantaron en una guerrilla, y no atrajeron a la clase obrera y a sectores de la clase media arruinada al movimiento pequeñoburgués, erróneamente volcado a una idealizada revolución popular.

Guzmán murió, a los 86 años, en el calabozo de la dictadura de clase de la burguesía. Cuando fue detenido, los torturadores de la clase obrera y los campesinos exhibieron al líder de Sendero Luminoso en una jaula, vestido con el uniforme de preso, como si fuera un animal peligroso. Declararon su encarcelamiento de por vida, y durante esos 29 años de confinamiento, no permitieron ninguna comunicación con el mundo exterior.

El Partido Obrero Revolucionario crítica y combate las desviaciones foquistas, porque obstaculizan la tarea de construir la alianza obrera y campesina que, para ser lograda, depende del programa de la revolución proletaria y del partido marxista-leninista-trotskista. Pero no deja de reconocer la dedicación plena de Guzmán a sus convicciones, y su inflexibilidad ante la violencia contrarrevolucionaria de la burguesía peruana y el imperialismo.

A continuación publicamos un capítulo del folleto de Guillermo Lora «Sobre Sendero Luminoso», escrito en agosto de 1984. Toda experiencia de la lucha de clases debe ser estudiada y asimilada, para iluminar el camino de la revolución proletaria.

(POR Brasil  – MASSAS nº 648)

 


Sobre Sendero Luminoso – Guillermo Lora (1984)

Capítulo II – ¿Por qué el foquismo en el Perú?

Una parte de la gran prensa peruana ha descubierto tardíamente y a costa de hombres y mujeres de ambos bandos caídos en la lucha, que Ayacucho y las regiones circunvecinas de Los Andes constituyen la región más miserable del rezagado Perú, que Lima no es todo el país y que la Sierra no ofrece un desarrollo económicosocial uniforme. Las comunidades campesinas no atinan a salir de una agricultura extensiva, primitiva, que casi no deja excedentes, de la economía de consumo que domina el escenario y es sinónimo de miseria. La ligereza periodística ha seguido el camino más fácil en su empeño de desentrañar los sangrientos acontecimientos de la Sierra, cree que la excesiva miseria hizo brotar la lucha armada. ¿Por qué no sucede otro tanto en otras zonas peruanas, en gran parte de Bolivia, el Ecuador, Chile, etc, del continente del hambre? La respuesta tiene que partir de la enseñanza que deja la historia de las luchas sociales latinoamericanas: si la lucha militar de los pueblos no brota de manera automática, necesaria y directa de la miseria, menos puede generar la aparición de un foco armado; en este último caso la geografía la de la miseria se convierte en escenario de la lucha contra los organismos represivos regulares por la decisión que toman en ese sentido los activistas venidos de otras latitudes; en la suya estuvo acertado “Sendero Luminoso”

Los comentaristas pasan por alto lo fundamental del problema. La elección de Ayacucho por parte de los dirigentes senderistas para que se convirtiese en el punto de arranque de sus acciones bélicas obedeció no solamente a la necesidad de encontrar una justificación de facto (la miseria extrema respalda las bombas y las muertes), sino porque correspondía perfectamente a su concepción teóricopolítica maoista y foquista: en los países atrasados, que tantas veces y de manera deliberada han sido llamados campesinos, la rebelión debe partir del agro para ganar las ciudades, por así imponerlo el poco desarrollo de las fuerzas productivas. Esta invasión armada de la miseria extrema y de la barbarie a !as ciudades convertidas en refugio de la opulencia, de la degeneración por exceso de dinero, de la comodidad, etc, no sería el camino de la revolución burguesa clásica (el stalinismo en general y el nacionalismo prefieren decir revolución democrática), sino de una inédita, que se la prefiere designar como popular. La designación de los países atrasados como campesinos no forma parte de ningún desliz ingenuo, sino que forma parte de una nítida caracterización política: allí donde las condiciones objetivas no han logrado madurar para la revolución puramente socialista, el campesinado sería la clase revolucionaria. No se trata de un accidente que bien puede obligar al partido de la clase obrera a sumergirse en el agro por determinado tierripo, sino de la evidencia de que éste libertará a la ciudad.

Cuando la revolución campesina se aísla de la clase revolucionaria de la ciudad, a sus propiciadores el hecho les tiene sin cuidado, pues los problemas fundamentales de la política revolucionaria encontrarán solución -según los senderistas- en el campo. Los teóricos de la burocratizada Internacional Comunista, alrededor de su quinto congreso, catalogaron a gran parte de los países atrasados corrio campesinos. La idea estuvo latente en todo el desarrollo del marx-stalinismo, para fructificar más tarde en la teoría castrista. ¿Copia o mera coincidencia? Resulta difícil responder de una u otra manera. Para los stalinos no era posible tipificar nuestra época. como la de la revolución proletaria, en la que ya no está vigente en el plano internacional la diferencia entre países maduros y no para esa revolución, por otra parte una de las ideas capitales de Trotsky.

La “izquierda” latinoamericana y peruana ponen muy poco cuidado en el análisis de la mecánica de clases imperante en los países atrasados. Prefieren continuar con su actitud equívoca frente a las vastas masas campesinas, con la esperanza de que así podrá ganarlas para sus posiciones; se trataría de una maniobra táctica.

Si los campesinos encarnan el socialismo, si pueden dirigir todo el proceso de transformación, es claro que el actual proceso revolucionario tendría que desembocar en una sociedad campesina, de rasgos incásicos o no, lo que importa poco. Se olvida que el instinto de los campesinos, sus aspiraciones y las limitaciones de su lucha, están determinados por la producción individual y por el gran peso de los pequeños productores pre-capitalistas en su seno. Venidos del pasado histórico, tienen mucho de común con ese pasado y con el presente y no tienen posibilidades, en la medida en que no ven ni expresan los problemas de dimensión nacional, de adquirir conciencia de clase y de desarrollar una actividad auténticamente política. Esto ha sido siempre así en todas las latitudes donde dominaban concentraciones sociales inmersas en el modo de producción precapitalista. La sustitución de los campesinos, una masa aplastante sin voz, por élites intelectuales y de activistas debidamente entrenados en el manejo de las armas, aparece de una manera natural y como si formase parte del proceso revolucionario. Los foquistas hablan a nombre de los explotados del agro y como si se hubieran trocado en estos últimos. En los esquemas subjetivos de los dirigentes políticos ya nos encontramos frente a la revolución campesina consumada.

La idea de que los campesinos son dirección revolucionaria es algo que en el Perú se viene arrastrando desde tiempo inmemorial. Todo comenzó cuando algunos izquierdistas descubrieron que había un comunismo nativo heredado del incario. Más tarde se incurrió en la ligereza de no delimitar con claridad las diferencias cualitativas entre proletariado y campesinado, se habló indistintamente de uno y de otro, atribuyéndoles no importa que virtudes revolucionarias. Las actividades foquistas, cuya historia es rica en acontecimientos, se ubicaron de manera lógica en el agro. El equipo armado organiza y hace marchar detrás de sí a los campesinos: esto sería la revolución.

Es el propio pasado del socialismo peruano el que potencia la idea de “Sendero Luminoso”, que muestra coherencia frente a los otros grupos “revolucionarios” que no atinan a darse cabal cuenta de lo que sucede.

Se puede concluir que la izquierda peruana, en su expresión más óptima, solamente maduró para hacer posible las acciones de “Sendero Luminoso”, no estaba preparada para dar ninguna otra respuesta radical y no parlamentaria.

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