Chile: Combatir el democratismo y el electoralismo con la estrategia proletaria
«Lucha Obrera» – Septiembre 20201
En el número especial de septiembre, el Comité Constructor del Partido Obrero Revolucionario de Chile presenta un balance político sobre las responsabilidades de los frentes electorales y los sindicatos, en la consolidación de la Asamblea Nacional Constituyente, como vía burguesa para la solución de la crisis del régimen burgués.
Han pasado cuatro meses desde que comenzaron las sesiones de la Asamblea. Hasta ahora, sólo ha conseguido elegir su mesa directora, organizar comisiones y aprobar declaraciones generales, como la exigencia de la liberación de los presos políticos del levantamiento obrero y popular de 2019. Lo cierto es que la Asamblea ha ido revelando su impotencia. El gobierno ha impuesto sus planes económicos y sus leyes, a través del repudiado Congreso Nacional, donde la derecha tiene la mayoría.
Por eso el número especial Lucha Obrera comienza señalando que «Los proyectos políticos subordinados a lo que establece la burguesía», en lugar de expresar los intereses de las masas, sirven a la clase dominante, desviando el ascenso revolucionario de 2019, y permitiendo al gobierno y a la burguesía utilizar sus instituciones para mantener en pie el odiado régimen político y social, y preservar la gran propiedad privada y, por tanto, la miseria y la superexplotación asalariada.
Corresponde a la vanguardia proletaria situarse en el centro de la lucha de clases, y trabajar «por la unificación de los sindicatos», bajo un «plan nacional único de reivindicaciones», en defensa de los puestos de trabajo, contra los despidos y el encarecimiento de la vida. Está colocada la bandera «por un aumento de los salarios en la misma proporción que los aumentos de los precios de los alimentos», así como la defensa de la sanidad y la educación pública. Para ello es necesario «exponer y sistematizar el programa que expresa los intereses de la mayoría, para acabar con la opresión y la miseria». En otras palabras, la tarea es «potenciar a la única clase revolucionaria, la clase obrera, bajo la estrategia revolucionaria de la toma del poder».
Esta tendencia general en la historia de la lucha de clases estuvo presente en el levantamiento de octubre de 2019, que, levantando la consigna de «acabar con 48 años de podredumbre burguesa», abrió el camino a las tendencias de lucha de las masas, en oposición al electoralismo y la conciliación de clases. Pero, la desviación de la Asamblea Constituyente demuestra que la vanguardia aún debe ajustar cuentas -realizando un severo balance crítico- con la tradición frentepopulista estalinista, que actuó contra los oprimidos, entregándolos con los brazos atados al golpe contrarrevolucionario de Pinochet en 1973.
La derrota de la clase obrera y del resto de los oprimidos se ha traducido en medio siglo de destrucción de las conquistas, de reducción brutal de los salarios, de desnacionalización y de privatizaciones, que han liquidado los servicios públicos, hundiendo el país en la sumisión total a los monopolios y al capital financiero. Las masas se enfrentan al peor retroceso en sus condiciones de vida en la historia del país, mientras el Frente Popular (aunque asumiendo nuevas formas en las últimas décadas) sigue vigente, como instrumento de traición a los intereses y luchas obreras y populares.
Este cuadro de retrocesos y traiciones no podrá ser superado, si las masas siguen confiando en partidos que casi siempre terminan siendo sometidos al electoralismo, y arrastrando parte de la vanguardia detrás de los programas democratizantes. También advierte que muchos de los candidatos que se autodenominan independientes y «socialistas», cuando son elegidos, «cumplen generosamente el papel servil» de proteger a los capitalistas que «destruyen la vida de millones de seres humanos».
Es así como el gobierno de Sebastián Piñera, no sólo logró desviar el levantamiento popular de octubre de 2019, sino que continuó con su ofensiva derechista, apoyándose no sólo en los partidos burgueses, sino en la «pseudoizquierda oportunista y traidora, a la que convergen sectores e individuos oportunistas y hasta delincuentes». Basta señalar que se aprobó la «ley 21.200, de respeto absoluto a los tratados internacionales, a la propiedad privada», para concluir que la Asamblea Constituyente no es más que una farsa democrática, y que la izquierda que se somete a ella no es más que oportunista y traidora. Un ejemplo es el «Frente de Unidad de la Clase Obrera» (FUT), que unifica a casi todas las corrientes centristas morenistas (en referencia al revisionista argentino Nahuel Moreno), y que terminó subordinado «a la plataforma electoral impuesta por la burguesía».
El Comité de Construcción del Partido Obrero Revolucionario de Chile llama a la vanguardia a construir el «partido, el programa y la táctica (…) que tengan como objetivos la realización de la estrategia revolucionaria del proletariado y la instauración de la dictadura del proletariado, apoyada por las fuerzas campesinas, las naciones oprimidas y la pequeña burguesía empobrecida». El objetivo marcado por la historia es «acabar con la sociedad que tanto daño hace a la vida de las mayorías nacionales». Esto sólo será posible bajo la dirección del partido revolucionario y un programa «basado en la realidad objetiva de la estructura del capitalismo, que determina la existencia de clases antagónicas».
Tarde o temprano, las masas pasarán a combatir las maniobras que han desviado sus tendencias revolucionarias y se potenciarán, mejorando las condiciones para que la vanguardia con conciencia se establezca en las masas. Se trata, por tanto, de «fortalecer las organizaciones de base, reactivar las asambleas populares (…), repudiar el electoralismo burgués». Y organizar la vanguardia con conciencia de clase para contribuir a la construcción y fortalecimiento del POR en el país, como partido marxista-leninista-trotskista, y avanzar en la reconstrucción de la IV Internacional, embrión del Partido Mundial de la Revolución Socialista, que enterrará al capitalismo.
(POR Brasil – MASAS nº 648)