104 años de la Revolución Rusa
MANIFIESTO DEL PARTIDO OBRERO REVOLUCIONARIO DIRIGIDO A LA CLASE OBRERA, A LOS DEMÁS TRABAJADORES, A LA JUVENTUD OPRIMIDA Y A LA VANGUARDIA CON CONCIENCIA DE CLASE
MÁS DE UN SIGLO DE LUCHA POR LA REVOLUCIÓN MUNDIAL
POR Brasil – 24 de octubre de 2021
El aniversario de la Revolución de Octubre de 1917 tiene una inmortal importancia para la lucha del proletariado mundial, por su emancipación y la de todos los oprimidos. El POR se esfuerza al máximo por asimilar, defender y poner en práctica sus enseñanzas y logros.
El derrocamiento de la burguesía y de sus aliados monárquicos del poder, la expropiación de la propiedad privada de los medios de producción, la nacionalización de la tierra, el establecimiento del monopolio del comercio exterior, la abolición de la opresión nacional, la garantía del derecho de autodeterminación de los pueblos oprimidos, la erradicación de la discriminación de la mujer, y la lucha por el fin de la guerra imperialista, sin condiciones ni anexiones, rompieron la dominación de clase de la minoría sobre la mayoría, e iniciaron la solución de las tareas democrático-burguesas en la Rusia semifeudal. La revolución de octubre destruyó así uno de los eslabones de la cadena mundial de dominación de la época del capitalismo imperialista.
La ruptura de las cadenas de opresión de las masas dentro de Rusia, que provenían del feudalismo decadente y del capitalismo, que se desarrollaba tardíamente, fue el resultado de la transformación de la revolución democrático-burguesa en una revolución proletaria y socialista. Por eso la revolución triunfante rompió uno de los eslabones de la cadena mundial del capitalismo.
Los levantamientos obreros y campesinos, iniciados en 1905, interrumpidos por la brutal represión zarista, reanudados en 1912, luego la revolución democrática de febrero de 1917 y finalmente el levantamiento armado de las masas en octubre, contra el poder burgués, se apoyaron en la lucha perseverante de los marxistas bolcheviques, dirigidos por Lenin. En esta lucha, marcada por derrotas y victorias, los explotados rusos crearon su propia organización, que fueron los soviets (consejos) de obreros y campesinos.
La organización independiente conquistada en la lucha de clases; la capacidad de los bolcheviques, de comprender el curso de la revolución en medio de la guerra imperialista; la alianza obrera y campesina, que se soldó bajo la dirección del bolchevismo; y la derrota programática, política e ideológica de las direcciones pequeñoburguesas, reunieron las condiciones históricas para que los señores feudales y la burguesía fueran barridos del poder, y perdieran su dominio sobre los medios de producción.
La burguesía internacional no tenía forma de destruir el embrión de la revolución social, que germinó en Rusia bajo las condiciones destructivas de la Primera Guerra Mundial. En Europa, donde se concentró la conflagración, se desarrollaron las tendencias y posibilidades de la revolución proletaria. No fueron sólo las peculiaridades de Rusia las que favorecieron la revolución, sino sobre todo la lucha de los bolcheviques por transformar a la clase obrera en líder de la mayoría oprimida. En Alemania triunfó la contrarrevolución, debido en gran medida a la degeneración del partido socialdemócrata, tomado por el revisionismo del marxismo, y subordinado a la política de guerra del imperialismo. La Revolución de Octubre abrió la era de las revoluciones proletarias y la transición del capitalismo al comunismo. Las derrotas sufridas por el proletariado no hacían más que señalar el largo curso histórico de la lucha de clases, encaminada a la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social.
La victoria del proletariado en Rusia expresó la maduración de las condiciones objetivas del capitalismo, que entraba en su etapa final de desarrollo de las fuerzas productivas, que es el imperialismo. En la fase liberal anterior, momento en el que el socialismo pasó de su forma utópica a su forma científica, Marx y Engels elaboraron la teoría y el programa revolucionarios, e identificaron la toma del poder por parte del proletariado parisino, la Comuna de París de 1871, como una primera experiencia que inevitablemente abrió el camino a otras. Su rápida derrota no impidió a Marx y Engels realizar una rigurosa evaluación crítica, a través de la cual se revelaron las debilidades y fortalezas de la revolución. Esta valoración se incorporó a la concepción, teoría y programa de la revolución proletaria, al socialismo científico. Los revolucionarios rusos, con Lenin a la cabeza sobre todo, se guiaron por las experiencias y conclusiones de orden histórico, que indicaban que el proletariado no sólo avanzaba hacia la lucha por el poder, sino también hacia el establecimiento de su dictadura de clase: la dictadura del proletariado. Todos los opositores al bolchevismo, en sus diversas variantes de reformismo, oportunismo y sectarismo, se distanciaron y atacaron la doctrina marxista de la revolución y la dictadura proletarias. Se alinearon, antes de la revolución, en defensa de la democracia pequeñoburguesa y burguesa, contra el levantamiento armado y la toma del poder. Más tarde se convirtieron en enemigos acérrimos de la dictadura del proletariado y de sus métodos de construcción económica, exigidos por las condiciones particulares de una Rusia devastada por la guerra. Al oponerse al curso de la revolución que conduce a la dictadura del proletariado, todos los que llegaron a renegar del marxismo, o que ya eran sus opositores, se convirtieron en servidores del imperialismo. Así, la revolución en uno de los países más atrasados de Europa, desde el punto de vista capitalista, sobrevivió al asedio de las potencias y de las fuerzas restauradoras internas durante un período de 74 años, si tomamos 1991 como el momento en que la burocracia estalinista decidió la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Este largo recorrido fue totalmente accidentado y estuvo marcado por luchas internas y externas. El período que va desde la crisis revolucionaria de 1897-1903, pasando por la revolución de 1905, hasta las revoluciones de febrero y octubre de 1917, hasta la muerte de Lenin -con sus altibajos, y sus diferentes ritmos- fue el ascenso y la cima del bolchevismo, es decir, del marxismo-leninismo. La fase posterior a 1924 se caracterizó por una escisión dentro de la dirección del Partido y en sus filas, entre la fracción mayoritaria, dirigida por Stalin, y la Oposición de Izquierda Rusa, constituida por Trotsky. Lenin previó que éste era el gran peligro, y dejó en sus últimas cartas al Comité Central la recomendación de un cambio en la composición de la dirección, que debería aumentar con un mayor número de obreros avanzados, reducir el poder del Secretario General, o incluso sustituir a Stalin por otro dirigente. El problema de la burocratización del Partido ya había sido discutido, especialmente desde el Décimo Congreso, donde Lenin identificó el escaso control de la clase obrera sobre el mando del Estado, y por tanto sobre el propio Partido. Las condiciones de la economía y de las relaciones del Estado obrero con las masas campesinas, así como el retraso de la revolución mundial, favorecieron a la fracción de Stalin que, desde el principio, expresó poderosas tendencias a la burocratización. La expulsión de Trotsky del Comité Central, su confinamiento y finalmente su expulsión de la URSS consolidaron el monolitismo burocrático y revisionista del leninismo. La degeneración interna del Partido Comunista de Rusia se reflejó en la Tercera Internacional, que dejó de funcionar como Partido Mundial.
La reanudación de la crisis general del capitalismo, a partir de 1929, el ascenso del fascismo y el estallido de la 2ª Guerra Mundial, fueron la prueba decisiva para la dirección estalinista del Estado obrero, ya desfigurado por la burocratización y la fórmula nacionalista, de la posibilidad de construir el «socialismo en un solo país». El giro de la política de Stalin de un acuerdo con el imperialismo alemán, a una alianza con el imperialismo estadounidense e inglés, no cambió la esencia revisionista de la concepción, el programa y la táctica, establecidos por Lenin sobre la guerra imperialista, y su aplicación en la 1ª Guerra Mundial. La paz de Potsdam dio lugar a un nuevo reparto del mundo, bajo la égida de la potencia emergente, Estados Unidos, que, días después, llevó a cabo el experimento más terrible y genocida de la Segunda Guerra Mundial, lanzando las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki. La alianza del Estado obrero burocratizado con las democracias imperialistas ha llevado a los partidos comunistas de todo el mundo a subordinarse a las políticas de guerra de los gobiernos considerados antifascistas y democráticos. Así que no pudieron apoyarse en las tesis leninistas sobre la guerra imperialista. La única función de la Tercera Internacional era orientar a sus secciones para que colaboraran con los aliados en cada país y evitaran la potenciación de la lucha de clases. En estas condiciones de capitulación, la Tercera Internacional se disolvió en 1943. La Oposición de Izquierda Internacional y la Cuarta Internacional se opusieron frontalmente a la directiva estalinista de alianzas en la guerra con el imperialismo. Trotsky aplicó rigurosamente la orientación de Lenin. La debilidad organizativa de la IV Internacional, que no tuvo tiempo ni condiciones para penetrar en el proletariado, dificultó e inviabilizó la proyección práctica de la lucha revolucionaria, por transformar la guerra imperialista en guerra civil, y abogó por la paz sin anexiones. Lo que sí pudo hacer fue preservar y reforzar el programa de la revolución mundial.
Es indispensable para la lucha del proletariado por su emancipación y para el trabajo revolucionario de la vanguardia con conciencia de clase, comprender, asimilar y aplicar las lecciones de la revolución del 25 de octubre de 1917 en las actuales condiciones de desintegración del capitalismo y avance de la barbarie. Es parte de esta tarea entender, asimilar y aplicar las lecciones del proceso de degeneración de la revolución, y la consecuente restauración capitalista. Estas dos tareas están indisolublemente interrelacionadas. En su base está el conjunto de formulaciones dejadas por Lenin, y materializadas en la historia del bolchevismo, como líder de la revolución y la constitución de la Tercera Internacional. Junto a Lenin está Trotsky. Las falsificaciones estalinistas han tratado de disminuir su lugar como líder de la revolución. Por supuesto, las aportaciones teóricas y programáticas al marxismo-leninismo crecieron y se engrosaron, con la resistencia de la Oposición de Izquierda, y con la fundación de la Cuarta Internacional, a la degeneración burocrática del Partido Comunista Ruso, la dictadura del proletariado y la Tercera Internacional. En gran medida, Trotsky tuvo que dedicarse al análisis y la crítica del fenómeno del termidor estalinista, para defender las conquistas del proletariado ruso y mundial del proceso de restauración capitalista. Lo cual sólo fue posible aplicando el leninismo, que es el marxismo de la época imperialista, de las guerras, revoluciones y contrarrevoluciones.
Es necesario rechazar las conmemoraciones formales del aniversario de la revolución de octubre, que, como tales, desvinculan la revolución de la restauración, la ruptura del estalinismo con el leninismo, la vinculación del trotskismo con el leninismo, y que no expresan la lucha cotidiana, por la superación de la crisis mundial de dirección.
El POR ha consolidado la tradición de aprender de las revoluciones, especialmente de la rusa, tanto para abrir el curso de las revoluciones proletarias en la fase imperialista del capitalismo como para desarrollar la ciencia del proletariado, el socialismo científico. Los reformistas ayudan a la burguesía mundial a impedir que el marxismo-leninismo-trotskismo recupere, entre el proletariado, el lugar que alcanzó en la Revolución Rusa, y en la construcción de la Tercera Internacional de sus Cuatro Primeros Congresos. Una reconquista que depende de la construcción de partidos leninistas, como parte del objetivo de reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional. La izquierda centrista se aleja cada vez más del marxismo-leninismo-trotskismo. Estos son síntomas contradictorios de la crisis de dirección, y de la tendencia objetiva del proletariado a buscar el camino de la revolución social.
Estamos a poco más de un siglo de la Revolución de Octubre, y a treinta años de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El capitalismo se ha recuperado tras la Segunda Guerra Mundial. El imperialismo consiguió aislar las revoluciones del periodo, siendo la más importante la Revolución China. Durante todo este tiempo, prevaleció la caracterización marxista del imperialismo como una época de desintegración del capitalismo y de barbarie social. En ningún momento prevaleció el pacifismo. La ilusión de las democracias poderosas se rompe con el fortalecimiento diario del militarismo y los estados policiales. La farsa de un nuevo orden mundial cooperativo se desmorona ante el resurgimiento de la opresión nacional de la mayoría de los pueblos. La guerra comercial ha recobrado recientemente nuevas dimensiones, reforzadas por el proceso de restauración capitalista en China. El fantasma del fascismo ha ido ganando terreno en Europa y Estados Unidos. Los gobiernos de ultraderecha de los países atrasados y semicoloniales están sustituyendo a los gobiernos de centro-izquierda, o estos últimos están siendo arrastrados a posiciones derechistas. La proyección de los militares en la política burguesa, después de su lugar destacado en el ciclo de dictaduras militares en América Latina, está a la orden del día. El desempleo, el subempleo, la miseria y el hambre de las masas han alcanzado nuevos niveles.
Este cuadro de desintegración económica, social y política del capitalismo mundial es la consecuencia del choque entre las fuerzas productivas altamente desarrolladas y las relaciones de producción capitalistas en forma de monopolio y parasitismo financiero. Esta contradicción estuvo en la base de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Y también del proceso de restauración capitalista y de destrucción de los logros más avanzados de la humanidad, obtenidos por las revoluciones proletarias. La pandemia, que afectó y sigue afectando al mundo, la incapacidad de la burguesía para defender a la mayoría oprimida y la superposición de los intereses del poder económico sobre la vida de los explotados. En medio del azote internacional, surge la necesidad de que la vanguardia con conciencia de clase luche con firmeza para superar la crisis de dirección. Todas las fuerzas políticas vinculadas a la clase obrera, a los sindicatos y a los movimientos tendrán que dar cuenta de su pasividad y de su colaboración con tal o cual fracción de la burguesía, con tal o cual gobierno.
El POR aprovecha la conmemoración del 104º aniversario de la Revolución Rusa para comprender mejor las formulaciones de Lenin, los pasos dados en la transición del capitalismo al socialismo y la interrupción provocada, sobre todo, por la revisión estalinista del internacionalismo proletario. Aprovecha esta oportunidad para hacer un llamamiento a la vanguardia con conciencia de clase, a alinearse en torno al partido marxista-leninista-trotskista, y a la urgente tarea de reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista.