Brasil: Organizar a la clase obrera para responder a la desintegración del capitalismo y a la barbarie social
Las instituciones y los medios de prensa de la burguesía están obligados a denunciar el flagelo de la miseria y el hambre. Las escenas de familias disputando desechos de alimentos, y recurriendo a la donación de huesos para no morir de hambre, han sensibilizado a la pequeña burguesía, y han animado a las corrientes de izquierda a recordar el socialismo, así como la necesidad de luchar por los puestos de trabajo y de la existencia de las banderas tradicionales de la clase obrera. La indignación por el hecho de que el 1% controle la mayor parte de la riqueza y por la constatación de que concentró aún más capital, durante la mortífera pandemia, es justa, pero está cargada de hipocresía. Las instituciones de la burguesía también se ven obligadas a ocultar las raíces de la pobreza, la miseria y el hambre, y a ignorar que la barbarie -en medio de tanta capacidad productiva y riqueza acumulada- es estructural, expresa contradicciones profundas de la sociedad de clases y no tiene solución en el marco del capitalismo.
No es de hoy, ni resultado de la pandemia, que las familias hambrientas vayan en busca de restos de comida y huesos. Es bueno recordar, en este caso, la «Geografía del hambre», del médico y sanitarista Josué de Castro, que aspiraba a reformas progresistas para combatir esta endemia social. La burguesía y sus gobiernos nunca pudieron erradicar la miseria, que tortura diariamente a millones de brasileños. El reformismo fue pródigo en presentar formas y soluciones. Pero el capitalismo de la época imperialista y del saqueo de las semicolonias es irreformable. O el proletariado se pone a la cabeza de la mayoría oprimida y marcha contra la propiedad privada de los medios de producción, contra el régimen de explotación del trabajo y contra la dictadura de clase de la burguesía, o la barbarie continuará sacrificando a una parte considerable de las masas oprimidas. O se organiza para la revolución social, para establecer la dictadura del proletariado contra la minoría gobernante y para transformar el capitalismo en socialismo, o seguirá sufriendo la pobreza, la miseria y el hambre.
Esta afirmación histórica surge de la realidad objetiva, demostrada por las cifras catastróficas que presentan las instituciones de los propios explotadores. También lo demuestran las tendencias generales de desintegración del capitalismo mundial, cuyos reflejos en los países semicoloniales son de retroceso económico y potenciación de la barbarie.
El punto de partida de la autodefensa de los explotados reside en la organización y unificación de la clase obrera como fuerza motriz de la resistencia. Sin una poderosa resistencia de las masas, bajo la dirección del proletariado, no es posible combatir las causas del hambre y avanzar hacia su erradicación. Sin embargo, la clase obrera está sometida a la política reformista, conciliadora de clases y burocrática.
Según los indicadores, desde la crisis de 2015 se han cerrado 36.600 fábricas, se ha despedido a millones de asalariados y el desempleo y el subempleo han alcanzado máximos históricos. La recesión y la tendencia estructural al estancamiento de las fuerzas productivas se traducen en un aumento de la pobreza, la miseria y el hambre.
¿Qué hicieron los sindicatos y los movimientos populares? Se adaptaron al curso de la crisis capitalista, manteniéndose en la pasividad y el colaboracionismo. Ignoraron el cierre masivo de fábricas, y se colocaron en una posición de impotencia, frente a las contrarreformas laborales y de seguridad social. Luego llegó la pandemia. ¿Qué hicieron los dirigentes? Cerraron las puertas de los sindicatos, se refugiaron en el mundo virtual y colaboraron con el gobierno, el Congreso Nacional y la patronal en la aplicación de la Medida Provisional 936. Los trabajadores de Renault en Paraná fueron a la huelga contra los despidos. Esto abrió el camino para reactivar el movimiento obrero. ¿Qué hicieron los sindicatos y las centrales sindicales? Se quedaron observando la derrota de la lucha. Ford y luego LG anunciaron el cierre de sus fábricas. ¿Qué hicieron los dirigentes? Esperaron hasta que los trabajadores despedidos se cansaron, renunciaron a defender sus puestos de trabajo y aceptaron un acuerdo de indemnización.
Después de un año y tres meses de aferrarse a la política burguesa de aislamiento social, que consistía en que los explotados no se rebelaran en los lugares de trabajo y no salieran a la calle, las direcciones sindicales y políticas, el 29 de mayo, decidieron abrir las puertas de los sindicatos y romper su pasividad. Reiniciaron las movilizaciones de masas, no para luchar por su propio programa de defensa de la vida de los explotados; no para reaccionar ante el paro, el subempleo, la destrucción de derechos y el avance del hambre; no para movilizar, desde las fábricas, a los barrios empobrecidos y miserables. Fue colocada prematuramente en las calles la disputa electoral. El «Movimiento Nacional por el Fuera Bolsonaro» se levantó como caja de resonancia de la apertura del proceso de impeachment de Bolsonaro en el Congreso Nacional.
El PT, la CUT y sus aliados justificaron la destitución del gobierno ultraderechista, como medio para instaurar un nuevo gobierno, que resolviera la calamidad del desempleo, la reducción de la renta y la proyección del hambre, por lo tanto, reactivar la economía. Con estas promesas electorales,
Ahora, en este mismo momento, la burocracia de la Força Sindical ha roto la huelga en la GM, por un aumento real de los salarios y la protección de los derechos eliminados. Las automotrices están imponiendo suspensiones, que son la puerta a futuros despidos, y los PDVs. La recontratación en el comercio y los servicios, principalmente, se hace con la bajada de los salarios, y la informalidad crece. La inflación se disparó a más del 10%, rompiendo de una vez por todas la meta del 3,5%. El aumento de los tipos de interés (Selic) no fue tan gradual. La deuda pública parasitaria pesa aún más contra la reanudación del crecimiento económico. Todo indica que el país estará al borde de la recesión el próximo año.
Bolsonaro abrió una gran discusión dentro de la burguesía sobre la escasa «Ayuda Brasil» y los “precatórios”, en un gesto de desesperación electoral. Ofreció al gran capital y al imperialismo promover la privatización definitiva de Petrobras y Correos. La situación política está ahora dominada por las candidaturas. Los trabajos de la CPI han concluido, y nada indica que sus resultados vayan a cambiar la correlación de fuerzas en el Congreso Nacional, en torno al impeachment. Si el gobierno no sufre ningún revés grave, es probable que el «Movimiento Nacional de Fora Bolsonaro» se extinga. Pero las condiciones de existencia de las masas seguirán empeorando.
De momento, se destaca la movilización de los trabajadores del sector público, en respuesta a la contrarreforma administrativa. Todo esfuerzo de unificación nacional es necesario. Para ganar, es necesario ampliar el movimiento de masas. La bandera del POR de la convocatoria de las centrales a un Día Nacional de Lucha, como parte de la preparación de la huelga general, está en línea con las tendencias de lucha que se desarrollan al margen del movimiento pequeñoburgués y burgués «Fuera Bolsonaro». La tarea sigue siendo la de organizar a la clase obrera, como fuerza motriz del movimiento de resistencia a la barbarie, y de cobate contra el capitalismo y la opresión imperialista.
(POR Brasil – Massas 650, editorial, 31 de octubre de 2021)