«Papeles de Pandora»: Podredumbre capitalista
El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) filtró más de 11,9 millones de documentos, correspondientes a las transacciones ocultas, con el apoyo de 14 bufetes de abogados, especializados en la apertura de empresas ficticias en «paraísos fiscales». Abarcan 27.000 empresas, abiertas entre 1971 y 2018, y 30.000 beneficiarios: 330 políticos, entre ellos 14 jefes de Estado, y unos 170 multimillonarios de todo el mundo.
En total, hay 11,3 billones de dólares, dispersos en «paraísos fiscales», según un estudio de la OCDE de 2020. Un gigantesco volumen de capital monetario (acciones, títulos de deuda, fondos fiduciarios, etc.), producto de las remesas y los beneficios, gran parte del cual tiene su origen en actividades delictivas (tráfico de drogas, venta ilegal de armas, tráfico de personas, corrupción, etc.).
Expertos en evasión fiscal
De los 14 bufetes de abogados denunciados en las filtraciones, ocho tienen su sede en América Latina: dos en Panamá, tres en Belice y otros tres en las Islas Vírgenes Británicas. Otras, como Baker-MacKenzie, con sede en la ciudad de Chicago (EE.UU.), cuentan con miles de abogados, repartidos en cientos de países. Especializados en la evasión de impuestos, asesoran en la creación de empresas y cuentas pantalla para gigantes de la industria (Apple, Facebook, Nike, etc.), fabricantes de armas (Rostec), grandes bancos (3.926 empresas offshore corresponden a grandes bancos), gobiernos dictatoriales, etc. También actúan como grupos de presión en los parlamentos, comprando a diputados y senadores para que den forma a las leyes fiscales y tributarias en beneficio de sus clientes.
Además de los mencionados, estas 14 oficinas han «trabajado» para clientes como RJR Nabisco (monopolio de la industria alimentaria), el emir de Qatar y los reyes de Jordania y Marruecos, el ex jefe del FMI Strauss-Kahn y la actual jefe de la Unión Europea, Christine Lagarde, los ministros y ex ministros (Pakistán, Países Bajos, Malta, Francia, Turquía, Inglaterra, Haití, Líbano, Emiratos Árabes Unidos y Costa de Marfil, entre otros), los presidentes (Chile, Ecuador, Montenegro, Ucrania, Kenia, Congo, etc.), ex presidentes (Colombia, Honduras, El Salvador, Paraguay, Perú y Panamá), empresarios (México, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, EE.UU., países árabes, China, etc.), y altos funcionarios, como el presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto, y el ministro de Economía, Paulo Guedes, de Brasil.
«Panamá Papers»
Hasta el 3 de abril de 2016, el ICIJ ya había publicado 11,5 millones de documentos, sobre 214.488 empresas offshore, relacionadas con empresarios, políticos, narcotraficantes y otros personajes de más de 200 países. Las filtraciones arrojan luz sobre una compleja red de estructuras empresariales y cuentas ficticias utilizadas para evadir impuestos, ocultar propiedades y blanquear dinero.
Los «Panamá Papers» sacaron a la luz el mundo de las altas esferas. Las autoridades de Panamá y otros países se vieron obligadas a publicar datos antes ocultos, y a enviar información a los gobiernos (como si no lo supieran). El imperialismo presionó a los gobiernos para que aprobaran reformas fiscales más estrictas. Según los informes, un solo bufete de abogados denunciado (Fonseca) sufrió una sangría de clientes.
Cuando se agravó la crisis económica en las semicolonias latinoamericanas, las filtraciones fueron utilizadas como ofensiva política por sectores de la derecha y la ultraderecha para golpear a ciertos gobiernos nacional-reformistas. Sergio Moro y los partidos del orden burgués se apoyaron en ella para allanar el camino del golpe contra el gobierno petista de Dilma Rousseff, estrechando el cerco judicial sobre el PT y Lula. No por casualidad, las filtraciones favorecieron al imperialismo en sus «movimientos económicos, diplomáticos y políticos», con el objetivo de presionar e intervenir «en los asuntos internos de los países, utilizando la publicación selectiva de información».
Maniobras imperialistas
A diferencia de 2016, los «Papeles de Pandora» han afectado ahora a empresarios y despachos de abogados estadounidenses. Destaparon las relaciones criminales e ilegales entre los grandes capitalistas y los bancos estadounidenses con poderosos bufetes de abogados para evadir impuestos y favorecer la adquisición agresiva de acciones en empresas industriales y comerciales. Por otro lado, la sangría de clientes de los bufetes situados en los «paraísos fiscales» del Caribe engrosó las carteras de clientes de los bufetes de los estados de Delaware, Alaska, Nevada y Dakota del Sur (EE.UU.).
Una vez «importados» estos capitales, una parte de ellos comenzó a invertirse en empresas y fondos de inversión estadounidenses, tanto en el país como en el extranjero (bajo la presión del gobierno), comenzando a contar como una nueva fuente de capitalización, que de otro modo se aplicaría en otros países, reforzando así sus posiciones en la guerra comercial contra China. Por otra parte, estas «inyecciones» contribuyen a igualar el precio de referencia del dólar estadounidense en el mercado mundial, preservando así el lugar privilegiado de Estados Unidos en la política monetaria mundial.
Descomposición y barbarie
Desde el estallido de la crisis estructural capitalista en 2008, la fuga de divisas y el parasitismo financiero han aumentado. Existe, de hecho, una relación de hecho entre ambos procesos, ya que gran parte de estos beneficios, sustraídos a las economías nacionales, vuelven luego en forma de nuevos préstamos para privatizaciones, compra de títulos de deuda externa, adquisición de acciones de empresas y, por tanto, para engrasar la corrupción política e institucional.
Esta es la manifestación de las leyes económicas que rigen el capitalismo en su fase de descomposición, de la dominación de los monopolios y del capital financiero, imposibilitando que grandes cantidades de riqueza producida socialmente (plusvalía) vuelvan a la producción social en forma de capital productivo. Este gigantesco juego parasitario tiene por objeto compensar la caída de la tasa media de ganancias de los monopolios. Por ello, las «operaciones offshore» constituyen uno de los eslabones de los ciclos de la economía capitalista y, tras sus altibajos, se reflejan en el movimiento financiero de los «paraísos fiscales».
Nada ha cambiado
La crisis de 2008 afectó a los fundamentos económicos, fiscales y crediticios de casi todos los países. Se proyectaron las tendencias de destrucción de las fuerzas productivas. Los gobiernos y los capitalistas exigieron grandes sacrificios a los explotados, para responder a las tendencias de estancamiento económico. En este contexto estalló la filtración de los Papeles de Panamá. Cuatro años más tarde, llegó la crisis pandémica, que arrastró a los países semicoloniales al abismo y abrió el camino a un brutal saqueo de las naciones y las masas oprimidas de todo el mundo. Esto ocurría al mismo tiempo que los magnates industriales y financieros, los terratenientes, etc. retiraban parte de su capital fuera de los países para proteger su capital de la crisis. Y los gobiernos de turno impulsaron privatizaciones y reformas antinacionales y antipopulares, descargando la desintegración del capitalismo sobre las espaldas de los explotados.
Han pasado cinco años y los «Papeles de Pandora» han demostrado que nada ha cambiado. Por el contrario, ha quedado claro que cuanto más tiende a ampliarse la crisis capitalista, más se protegen los capitalistas del colapso económico, mediante el parasitismo y el aumento de la tasa de explotación del trabajo. Y las masas se llevan la peor parte de la barbarie social.
No hay salida sin la revolución proletaria
La lucha revolucionaria para acabar con el parasitismo, convirtiendo los gigantescos recursos desviados por los parásitos para mover la economía y acabar con la barbarie social, es una de las tareas planteadas a las masas para combatir la podredumbre burguesa.
En este sentido, debe formar parte del programa de reivindicaciones de los explotados: 1) unificar a la clase obrera y a los demás oprimidos en defensa de su propio programa; 2) luchar por el no pago de la deuda pública y externa; 3) por el fin del secreto capitalista en general, y del secreto bancario y financiero en particular; 4) por la apertura de toda la contabilidad burguesa y su publicación ante toda la población oprimida; 5) por la estatización del sistema financiero y bancario.
Por otra parte, las maniobras utilizadas por la burguesía para proteger sus beneficios están desangrando las economías y obligando a las masas a sumirse en el desempleo, el subempleo, la miseria y el hambre. Por eso es importante crear un tribunal popular, nacido de las luchas y apoyado por las asambleas y manifestaciones, para investigar y castigar a la burguesía y a sus agentes políticos por sus crímenes contra los explotados y los demás oprimidos.
Esta lucha se libra en las condiciones en que el capitalismo se resiste a morir, y el proletariado debe conquistar su independencia de clase, para dirigir la rebelión de las masas contra sus explotadores, dando un salto en la lucha antiimperialista y anticapitalista. Esta es la importancia de construir el partido de la revolución social, el instrumento que el proletariado utilizará para enterrar la barbarie capitalista, superándola mediante el socialismo.
(POR Brasil – MASSAS nº 651)