Estados Unidos empuja a Rusia a la guerra
A la clase obrera, a los demás trabajadores y a la vanguardia mundial que lucha por el socialismo
Respuesta proletaria internacionalista
22 de febrero de 2022
El conflicto en la frontera de Ucrania lleva cerca de tres meses. La segunda semana de diciembre de 2021 Rusia presentó sus exigencias a Estados Unidos para que detuvieran el avance de la OTAN y desmontasen el cerco militar ya existente.
La escalada de ese brazo armado del imperialismo estadounidense y europeo se inició pocos años después de su creación en 1949, cuando reunió doce miembros. Entre 1952 y 1990 se dio el primer paso expansionista, incluyendo a Grecia, Turquía, Alemania y España. Nueve años después, en 1999, se incorporaron Polonia, Hungría y República Checa. A todo vapor, la marcha de la OTAN hacia el cerco de Rusia, entre 2004 y 2009, incorporaría ocho países más -Bulgaria, Rumania, Albania, Eslovaquia, Croacia y tres exrepúblicas soviéticas del Báltico, Lituania, Estonia, Letonia. En la Cumbre de la OTAN de Budapest, en 2008, la delegación estadounidense, liderada por George W. Bush, defendió el ingreso de Ucrania y Georgia. Alemania y Francia se opusieron, con la justificación de que era prematuro. El choque separatista en Georgia y el no convencimiento mayoritario de los ucranianos serían un impedimento para que la OTAN pueda dar un paso en ese sentido. Rusia, a pesar de no integrar la organización militar, tuvo que pronunciarse. Vladimir Putin hizo mención a la seguridad de Rusia y a las posibles reacciones contrarias. Como la decisión es por consenso, la ofensiva del gobierno Bush no prosperó, pero quedó plantada la semilla que germinó en la crisis ucraniana de 2013-2014, y que vino a florecer en 2021-2022.
El camino para el ingreso de Ucrania en la Unión Europea, y de ahí, en la OTAN, fue el de un levantamiento popular, apoyado por el imperialismo, contra el gobierno títere de Rusia y a favor de su sustitución por un gobierno servil a las potencias occidentales. Los Estados Unidos aguardaron el momento propicio en que la burocracia restauracionista se despedazase ante una población descontenta con sus condiciones de existencia y con el régimen podrido hasta la médula, y, principalmente, ante una completa desorganización de la clase obrera y de los demás trabajadores. El choque interno dio lugar a un movimiento separatista en Donetsk y Luhansk, que se proclamaron repúblicas populares independientes, apoyadas por el gobierno de Putin. Completa el cuadro de ruptura la anexión de Crimea por Rusia. Estados Unidos impuso sanciones económicas, pero no tuvo cómo revertir la división de parte del territorio ucraniano.
Los gobiernos electos en Ucrania se valieron de la caricatura de democracia apoyada por las potencias para levantar la bandera de independencia, que les permitiría lograr el objetivo de ser parte de la Unión Europea y de la OTAN. El aventurero Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, no midió las consecuencias de lo que sería colocar al país bajo el comando de los Estados Unidos y del aparato militar de la OTAN, apostados a las puertas de Rusia, ya comprimida desde el Este Europeo y los Balcanes. La ofensiva frustrada de Bush en la Cumbre de Budapest tomaba forma concreta en la crisis del 2014 y avanzaba en 2021.
Es en ese marco que Putin y sus generales no vieron alternativa que no sea recurrir a la presión militar sobre Ucrania, y, en cierta medida, sobre Alemania y Francia que no vieron con buenos ojos, en el 2008, el desprecio de Estados Unidos por el precario equilibrio de Europa, que tendía a la desestabilización por la crisis económica estructural del capitalismo mundial, que pasó a exponer las contradicciones de fondo que estuvieron en la base de las dos guerras mundiales. Recrudecer el cerco militar a Rusia resultaría alterar el engranaje montado después de la Segunda Guerra, lo que mueve la superestructura ya en avanzado estado de deterioro. De paso, es preciso considerar la guerra comercial de los Estados Unidos y aliados con China, que tiende a agravarse y a aumentar las tensiones militares en Asia.
Estados Unidos acumula una vasta cantidad de capital parasitario estancado que precisa ser desagotado por medio del saqueo de los países semicoloniales. Donde existan abundantes recursos naturales el imperialismo tiene la necesidad de controlarlos, como es el caso de Rusia y de la región que la rodea sobre la cual tiene ascendencia. La industria bélica, dominada por los monopolios estadounidenses, ocupa un lugar clave en las relaciones económicas y financieras parasitarias. La OTAN es un conducto por donde fluye el capital parasitario imperialista, y que, según el ex presidente Trump, debería contar con muchos más recursos de los grandes socios europeos. Por medio de ese brazo armado, los Estados Unidos pasaron a ejercer más ostensivamente su poder económico en la pos-guerra y a desenvolver el combate a la URSS y a China, las principales columnas levantadas por las revoluciones proletarias.
Para mal de la humanidad se confirmaron las previsiones de Lenin y Trotsky de que si la revolución mundial no avanzaba, la transición del capitalismo al socialismo podría retroceder y retardar mucho más la marcha histórica de la desaparición de la sociedad de clases. En sus últimos esfuerzos Lenin trabó la lucha contra las primeras señales de burocratización del régimen soviético y por la elevación de la clase obrera a la condición de dirigente del Estado y de la economía. En caso contrario, el estrangulamiento de la dictadura del proletariado interrumpiría la transición del capitalismo al socialismo. Trotsky dio continuidad a ese fundamento leninista de la revolución proletaria como parte de la revolución mundial. Ante la sedimentación del proceso de burocratización y las evidencias inconfundibles de la liquidación del partido bolchevique y de la III Internacional, la Oposición de Izquierda Internacional concibió la estrategia y el programa de la revolución política. Es en esa lucha que Trotsky admitió la posibilidad de que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) sufra, finalmente, una derrota. En el caso de que no se imponga la revolución política y que no se restablezca la democracia soviética, el retroceso del movimiento revolucionario mundial sería profundo. El capitalismo en descomposición elevaría la barbarie a niveles terribles. En este marco resurgiría, sobre las cenizas de la URSS, la vieja dominación sobre las nacionalidades que, por siglos, sustentó al Imperio Ruso. Trotsky fue asesinado por órdenes de Stalin, en medio de la Segunda Guerra Mundial, pero tuvo tiempo de fundamentar el programa de la revolución política como parte de la revolución social mundial.
La victoria final del imperialismo ocurriría en 1991, cuando la burocracia gubernamental, heredera del estalinismo en descomposición, no tuvo cómo mantener la centralización autoritaria y se desmoronó, siguiendo los objetivos del imperialismo, guiados por Estados Unidos y amparado en la OTAN. A consecuencia del carácter anárquico de la crisis política el gobierno de Putin reconstituyó la centralización burocrática, asentada en la oligarquía empresarial, que se desenvolvió durante los años de estalinización y, principalmente, después de la “desestalinización” bajo el comando de Khrushchev.
Es necesario recurrir a las raíces de las causas históricas que llevaron al desfiguramiento paulatino de la URSS y a su desmoronamiento final. Solamente así la clase obrera y los demás explotados y la vanguardia con conciencia de clase pueden levantar una posición revolucionaria ante el choque instalado y la posibilidad de una guerra en Ucrania, cuyas dos principales fuerzas son la del imperialismo estadounidense y el de la autocracia rusa restauracionista.
Estados Unidos no admite que Ucrania sea impedida de concluir su subordinación a la Unión Europea y al imperialismo yanqui, asegurado por las armas de la OTAN, como ha ocurrido con Polonia y las demás ex repúblicas populares originadas en la Segunda Guerra. Putin retiraría los soldados de la frontera con Ucrania si Biden aceptase las demandas mínimas de Rusia. La respuesta estadounidense de realizar un acuerdo de control de armas no pasó de una provocación. El problema está en que Rusia ya no puede ceder más terreno desde el desmoronamiento de la URSS y el avance de los Estados Unidos en Europa Central y Oriental, promovido por la OTAN. La posición defensiva de Rusia, por lo tanto, se hace con los mismos medios, métodos y objetivos del imperialismo, que son la opresión económica, intervención militar y anexiones.
Ucrania se libró del Estado Obrero degenerado para lanzarse en los brazos del Estado imperialista más potente, saqueador y sanguinario, que sustituyó en la Segunda Guerra la vieja hegemonía de Inglaterra. Trotsky y la Oposición de Izquierda Internacional, en su lucha contra la opresión de la autocracia estalinista, luego del inicio de la guerra en 1939, defendió el derecho de Ucrania a la independencia, cuando aún existían las bases soviéticas, sobre las cuales originalmente conquistó su autodeterminación. Esa posición programática se oponía a la burocracia oligárquica rusa y a la nacionalista ucraniana. Al no recorrer el camino de la real independencia, Ucrania se convirtió en un peón de las fuerzas desintegradoras del capitalismo, del enfrentamiento militar y de los peligros de una guerra.
El fracaso de la intermediación de Francia para llegar a un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia demuestra que el imperialismo yanqui se mantiene infl exible en ceder a un acuerdo de “neutralidad” de Ucrania y de admitir que Rusia permanezca con el control de las fronteras y conserve la anexión de Crimea. El reconocimiento del parlamento ruso de la independencia de Donetsk y Luhansk oficializa un golpe sobre la unidad territorial de Ucrania. Es por esa vía que Putin presiona a Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, a aceptar un acuerdo que prohíba a la OTAN instalarse en su país. El reconocimiento de las dos repúblicas, que se autoproclaman “populares”, es la forma legal para el avance de las tropas rusas en Ucrania. Este paso de Putin, con el apoyo de los partidos en el parlamento, inclusive del Partido Comunista, indica que el gobierno llegó a la conclusión de que el impasse puede obligarlo a avanzar con una fuerza de ocupación, con el riesgo de guerra en Ucrania.
Estados Unidos, que concentraba su atención en la guerra comercial con China y en las operaciones típicas de cerco militar, no esperaba esa ofensiva de Rusia. El ascenso económico de China y la recuperación de Rusia, que salió enflaquecida del desastre del desmoronamiento de la URSS, en las condiciones de crecientes impasses de la economía mundial y, en particular, interna de los Estados Unidos, ha alterado la relación de fuerzas en el ámbito internacional. El imperialismo estadounidense ya no puede asegurar, en los términos de la posguerra y del colapso de la URSS, las mismas posiciones de dominación mundial. La osadía de Putin de cercar a Ucrania y exigir la seguridad de Rusia contra la escalada militar de la OTAN, así como obtener el apoyo estratégico de China, revela profundos cambios en el orden internacional, montado bajo la tutela de Estados Unidos en la pos Segunda Guerra Mundial.
Lo que está pasando en Ucrania es una erupción de la contradicción entre las fuerzas productivas altamente desarrolladas, las relaciones de producción capitalistas y las fronteras nacionales. En este marco emergen las contradicciones de aumento de la concentración de la riqueza y la ampliación de la pobreza, miseria y hambre de las masas. Los capitalistas en todas partes vienen imponiendo contrarreformas que mutilan a la fuerza de trabajo y traban el desarrollo económico de los países semicoloniales. El período de poco más de dos años de enfrentamiento a la pandemia puso a la luz del día que la burguesía no tiene cómo proteger a los explotados, que los monopolios farmacéuticos se aprovecharon de la catástrofe humana para acumular fortunas, y que las potencias proyectaron la guerra comercial sobre una montaña de muertos.
La posibilidad de guerra en Ucrania retrata la dimensión de la crisis mundial de dirección revolucionaria, que se inició con la destrucción de las bases soviéticas de la Revolución Rusa por el estalinismo, la liquidación de la III Internacional, la degeneración de los partidos comunistas estalinizados en todo el mundo y la implantación generalizada de la política de conciliación en los sindicatos. El conflicto entre Estados Unidos y Rusia, por lo tanto, emerge sin una reacción del movimiento obrero internacional. La pasividad de las masas en Rusia, Ucrania, Polonia, Alemania, Francia y prácticamente en toda Europa expresa la necesidad de superar la crisis de dirección. Solamente el proletariado organizado y empeñado en derrotar las acciones contrarrevolucionarias de la burguesía puede responder a las tendencias destructivas de la crisis capitalista.
El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI) viene haciendo una campaña contra la guerra imperialista con sus Declaraciones, empuñando el programa internacionalista del proletariado. La unión de los obreros y demás explotados rusos, ucranianos, estadounidenses, polacos, franceses, alemanes y de los demás países envueltos es el punto de partida para la unión revolucionaria mundial de las masas, para derrotar al imperialismo y arrancar del poder a la burocracia oligárquica rusa, reconstituyendo el poder proletario soviético. La defensa de la autodeterminación de Ucrania y de su reconstitución soviética es parte del combate a la guerra de dominación capitalista e imperialista. Esa lucha es muy importante para que la vanguardia con conciencia de clase recupere la tradición científica del marxismo y trabaje en el terreno firme asentado por el Programa de Transición de la IV Internacional, que debe ser aplicado de acuerdo a las nuevas condiciones del capitalismo en descomposición y de la victorial final del imperialismo sobre la URSS.
Las bases materiales y sociales de la transición del capitalismo al socialismo continúan vigentes. Se trata de construir los partidos marxista-leninista-trotskistas, como parte de la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional, para que el proletariado encarne la tarea de reiniciar el proceso de transición del capitalismo al socialismo, iniciado con la Revolución de Octubre de 1917 y con la edificación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional llama a los explotados de todo el mundo a enfrentar el conflicto militar en Ucrania con su programa y política propios.
Por el fin de la OTAN. Inmediata retirada de las bases militares de Polonia, Rumania y otros países. Expulsión de Estados Unidos de Europa
Por el fin del desmembramiento y anexión territorial de Ucrania!
Por la reintegración de rusos y ucranianos en Donetsk y Luhansk! Por la unión de la clase obrera contra la guerra, por el fin del capitalismo y por retomar la transición del capitalismo al socialismo!
Por la derrota del nacionalismo proimperialista y restauracionista! Por el internacionalismo proletario!
No a la guerra! Sí a la revolución socialista!