Guerra de Malvinas La traición de la cúpula militar aceleró su caída
Reproducimos una de las notas publicadas en la edición especial de “Masas” a 40 años del último golpe militar, que a su vez reseñan las publicaciones realizadas por “Política Obrera” en medio de la Guerra de Malvinas que pueden encontrarse en la revista “Internacionalismo” N° 5.
Hoy asistimos a una nueva postración del nacionalismo burgués, el peronismo, ante el imperialismo. Una nueva rendición incondicional que significa aceptar la deuda externa fraudulenta y pagarla (una vez más). El comando de la economía nacional ha sido delegado al FMI que audita y determina qué medidas se deben tomar para alcanzar los objetivos que han firmado. Un acuerdo verdaderamente colonial.
Malvinas es un símbolo permanente del status colonial del país. Las Islas fueron ocupadas por Inglaterra en 1833 ¡hace 189 años! Y reclamadas inmediatamente. Y nunca fueron recuperadas, ni por las vías diplomáticas, ni por las militares. Las resoluciones de la ONU son una burla, apenas una coartada para las intervenciones y las sanciones de las grandes potencias. ¡Jamás serán recuperadas por medios diplomáticos!
Serán recuperadas como parte de la luchas continental de la clase obrera por emanciparse del imperialismo y del capitalismo. La burguesía es una clase antinacional que ha renunciado hasta de palabra a defender el interés de la nación.
Toda la burguesía fue parte de la aventura bélica
La traición de las cúpulas militares quedará para siempre en la historia, como los tormentos a los soldados, la falta de equipamiento, la rendición de Astiz sin pelear, los negociados con los fondos de solidaridad, una crisis que no quedará en el olvido. Por más que la burguesía intente desentenderse y recordarla sólo como una aventura de militares desesperados.
También quedará en la historia la intervención del imperialismo yanqui colaborando militarmente con Gran Bretaña para derrotar a la Argentina.
Es necesario rendir homenaje permanente a los soldados que cayeron en la guerra, a los heridos, a los combatientes. Negados, ocultados, ninguneados por todos los gobiernos burgueses que no se hacen cargo de sus desastres. Miles de soldados sufren las consecuencias de aquella Guerra.
Malvinas aceleró la caída de la Dictadura. Y se produjo la apertura de una situación política extraordinaria. El imperialismo junto con la burguesía comandó el proceso de institucionalización que diera salida a la dictadura de la forma más ordenada. Es imprescindible estudiar aquella Guerra, el papel de todos los partidos, los sindicatos, las corrientes que se reclamaban de la clase obrera, y la política con que intervino la Dictadura, porque tienen una gran importancia programática. La burguesía como clase confirmaba su cobardía y sometimiento al imperialismo, rindiéndose. Como se rendiría tantas veces después ante las presiones del capital financiero internacional.
En primer lugar, debemos decir, que reivindicamos en general las posiciones adoptadas por el Partido Política Obrera (que integraba en ese momento la Tendencia Cuartainternacionalista-TCI- junto al POR de Bolivia) ante la Guerra de Malvinas. Aquella organización, la TCI, que tuvo una corta existencia desde 1979, es la antecesora del actual Cerci (que integramos el POR de Bolivia, el POR de Brasil, el POR de Argentina y el Comité Constructor del POR Chile). Reproducimos en esta nota gran parte de aquellas caracterizaciones (compiladas en la Revista Internacionalismo Nº 5).
“Para luchar contra el imperialismo, ningún apoyo a la dictadura” fue la tesis central de la intervención de Política Obrera.
Galtieri y la Junta Militar suponían que una acción drástica sobre Malvinas le permitiría ganar popularidad y superar la crisis política en la que se encontraba la dictadura.
La ocupación militar no se trató de una acción real de independencia nacional ya que la política del gobierno se orientaba a entregar a otra potencia imperialista el control militar y económico de las Islas. La política general de la dictadura era claramente proimperialista, por lo tanto, esta acción no era parte de una política de liberación o de independencia nacional. La acción militar tuvo una apariencia antiimperialista, pero su proyección real era de un mayor sometimiento al imperialismo.
La operación pudo haber tenido un visto bueno por parte del imperialismo norteamericano que acompañó todas las negociaciones previas para “recuperar” las Islas por vía pacífica, en la perspectiva de instalar bases norteamericanas en el Atlántico Sur. O la Dictadura así lo creyó, por su papel servil. Quienes tomaron la recuperación de las Malvinas como un hecho aislado de soberanía, ocultando la activa negociación con el imperialismo por parte de la dictadura, se dejaron arrastrar por la demagogia burguesa.
Los militares tenían en su cabeza una acción militar en el Sur, desde el inicio de los conflictos con Chile (1978), y era previsible por el acelerado armamento argentino, al punto que el presupuesto militar para 1982 fue previsto en 12.000 millones de dólares (un 20% del PBI -producto bruto nacional-). A partir del empantanamiento en conflicto con Chile aumentaron las sospechas y los comentarios respecto a una invasión de las Malvinas.
El detonante de la decisión de invadir: la brutal crisis económica. Un impasse impresionante del conjunto de la burguesía, ante la crisis económica, que alinearon a la burguesía detrás de la dictadura en la decisión de invadir. El primer interés de la burguesía en promover la cuestión de Malvinas es, por supuesto, paralizar a la clase obrera. Esto entraña un aspecto político general y otro aspecto de contraofensiva contra las últimas movilizaciones obreras en particular. En lo general se pretende suscitar un “gran acuerdo nacional” con la activa participación de la camarilla militar lo que era considerado imposible antes del conflicto. En el otro aspecto, se trata de paralizar todas las reivindicaciones obreras, primero en nombre del “esfuerzo de guerra” y después en nombre de la “recuperación”.
En este plano se buscaría orientar el entusiasmo “nacional” de sectores de la pequeña burguesía, para coaccionar a la clase obrera.
El segundo interés estaba planteado por la posibilidad para un amplio sector de la burguesía, de imponer la llamada “economía de guerra”, es decir una intervención estatal que redujera las tasas de interés y la competencia extranjera, así como un aprovechamiento de la mayor demanda del Estado por causa de un conflicto.
Disciplinar a la clase obrera y ahogar sus reivindicaciones apremiantes; forzar una reactivación; obtener un más alto estatus internacional en acuerdo con el imperialismo norteamericano; y asociarse en la explotación petrolera y pesquera en el área; esos fueron los objetivos del capital nacional.
Argentina es una semicolonia, es una nación oprimida por el imperialismo, y la cuestión de las Malvinas era (y aún lo es), un aspecto de su opresión. La dictadura militar estaba en manos de los agentes directos e indirectos de las potencias que oprimen al país. La cuestión nacional estaba, como hoy, en manos de la clase obrera, en su capacidad para estructurar un frente único antiimperialista en alianza con las clases oprimidas, que plantee terminar con las bases materiales del imperialismo en nuestro país: las multinacionales que controlan sectores vitales de la economía, desconocer la deuda externa, y los acuerdos militares, diplomáticos y económicos que someten a la Nación. En este sentido la cuestión de Malvinas era una maniobra distraccionista por parte de la Dictadura, que en ese mismo tiempo colaboraba con la represión en El Salvador, Bolivia y Nicaragua.
Cuando una nación oprimida, como es Argentina, se encuentra en una situación de conflicto, e incluso de guerra, contra una o varias naciones opresoras –en torno, precisamente, a una reivindicación nacional indiscutible- ello no significa que el gobierno burgués, ocasionalmente en la dirección del Estado, ni la clase burguesa en su conjunto, han modificado su naturaleza histórica antinacional. Colocar, en el curso de un conflicto o guerra nacional, a todas las clases de la nación oprimida en un mismo plano es, simplemente, un crimen político. La dictadura y la burguesía tienen intereses específicos en este conflicto, que no son otros que los de reforzar su posición mediante un compromiso conveniente con el imperialismo norteamericano, a expensas del inglés, y mediante un reforzamiento del control político de la explotación económica de la clase obrera, que se obtendría mediante una demagogia realizada en nombre de la emergencia nacional.
Por esto, el hecho de un conflicto o guerra nacional conducida por los explotadores nativos, uniformados o no, no cancela, ni siquiera atenúa, el antagonismo del proletariado contra estos opresores internos, coyunturalmente en choque con el imperialismo.
Para el proletariado la participación en un conflicto o guerra contra el imperialismo no debe tener un fin nacional en sí mismo, sino que debe servir para forjar la unidad de todo el proletariado mundial contra el imperialismo. Mientras la burguesía argentina llama al imperialismo yanqui a la cordura, para arribar cuanto antes a un compromiso, traidor a los reales intereses nacionales, la clase obrera argentina debía llamar al proletariado anglo-yanqui a sabotear la agresión de su burguesía imperialista y aprovechar la crisis para denunciar y provocar la caída de los Reagan y Thatcher.