Estados Unidos promueve la escalada militar en Europa
El Congreso estadounidense había aprobado 13.600 millones de dólares, destinados a alimentar la guerra en Ucrania. Ahora, Biden ha enviado la solicitud de 33.000 millones de dólares. Esta enorme suma está en consonancia con la posición del imperialismo estadounidense, de llevar el cerco de la OTAN a Rusia hasta sus últimas consecuencias, utilizando al pueblo ucraniano como carne de cañón.
La evaluación del Pentágono es que ha llegado el momento de suministrar a las Fuerzas Armadas de Ucrania armas de última generación. La retirada de las tropas rusas de los alrededores de Kiev y su concentración en la región del Donbass indicaría una debilidad, que permitiría al gobierno de Zelenski pasar de la defensiva a la ofensiva.
Los funcionarios estadounidenses afirman que las condiciones para una derrota rusa están dadas. Se basan no sólo en la retirada táctica de la posición original de ocupación de Kiev, sino también en las consecuencias de las sanciones económicas y en el recuento de las pérdidas materiales y de las vidas de los soldados. El hundimiento del corpulento acorazado Moskva sería una prueba más de los grandes reveses de las fuerzas militares rusas.
Evidentemente, Estados Unidos está librando una guerra de información para justificar su escalada militar en Europa. Lo fundamental es que la guerra se prolonga, Ucrania está en ruinas, el desplazamiento de familias aumenta, el flujo de refugiados crece y las muertes siguen produciéndose a diario. ¿Y por qué es así? Porque el brazo armado de Estados Unidos en el continente europeo, la OTAN, ha sitiado a Rusia, y el gobierno pro-UE y la oligarquía ucraniana se han colocado como servidores del imperialismo. Rusia, por su parte, no tiene forma de coexistir con las antiguas repúblicas soviéticas, sin subordinarlas y sin violar el derecho de autodeterminación. Esta contradicción fundamental, que está en la base de la guerra, indica que los intereses que prevalecen en la confrontación militar son de orden capitalista.
Por lo tanto, la guerra en Ucrania no expresa en absoluto la lucha de la clase obrera y de los demás explotados por su emancipación del capitalismo putrefacto. Tampoco expresa los intereses de una nación oprimida frente al imperialismo. El lugar de Ucrania en el enfrentamiento de Estados Unidos y sus aliados con Rusia es el de una nación oprimida. Por ello, sirve de carne de cañón para los intereses del imperialismo, y de escudo para los intereses de la burocracia rusa y de la oligarquía burguesa, que, apoyadas en la liquidación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), están llevando la restauración capitalista hasta sus últimas consecuencias. Esto significa intensificar la opresión nacional de las antiguas repúblicas soviéticas y utilizarlas como instrumentos de defensa nacional contra la ofensiva del imperialismo, que no puede convivir con una Rusia independiente.
Está más que claro que la guerra comercial emprendida por Estados Unidos, desde la crisis mundial de 2008, ha reforzado las tendencias bélicas que ahora aparecen en el enfrentamiento con la Rusia restauracionista, y mañana con China, también restauracionista. No se pueden ignorar u omitir los antecedentes históricos de la guerra en Ucrania. Estados Unidos no podía permitir un acuerdo de Zelenski con Putin, en torno al ingreso de Ucrania en la OTAN. Rusia debe inclinarse ante el imperialismo. Su economía es débil en relación con las potencias, y por lo tanto incompatible con los intereses del capital internacional, porque controla vastas riquezas petroleras y minerales.
En el agónico final de la URSS, y luego en su colapso, Estados Unidos trató de desarmar a Rusia. No era ni es aceptable que un país con una economía relativamente atrasada siga siendo una potencia militar. La máscara del fin de la «Guerra Fría» se desgarró a medida que Estados Unidos y los aliados europeos recuperaban poco a poco el terreno perdido en Europa del Este frente a la URSS como consecuencia del nuevo reparto del mundo en 1945. Cambió el contenido estratégico de derrocar a la URSS, ya que ese objetivo lo habían cumplido las propias fuerzas internas restauracionistas, pero no el de convertir a las antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas Rusia, en semicolonias.
La hegemonía norteamericana de posguerra se consolidó con la interrupción de la transición del capitalismo al socialismo, iniciada con la Revolución de Octubre de 1917. La dominación casi ilimitada de Estados Unidos se impuso, mediante guerras y contrarrevoluciones. El avance de la revolución mundial era la condición para debilitar al imperialismo y enfrentar al capitalismo en decadencia. El pacifismo sirvió para encubrir el intervencionismo militar en todos los continentes. Las bases militares de la potencia del Norte se extendían por todas partes. En este marco que se produjo el conflicto en Ucrania y el estallido de la guerra.
El reparto del mundo, acordado al final de la Segunda Guerra Mundial, está agotado. Las fuerzas productivas reconstruidas se han potenciado y entran en choque con las relaciones de producción capitalistas. O bien Rusia cedía el paso al capital financiero en toda la región, antes controlado por la URSS, o bien chocaba con Estados Unidos y otras potencias. O China rompe su centralización e independencia, o se enfrentará a las fuerzas unidas del imperialismo. Estas contradicciones del orden mundial de posguerra dictan la escalada militar de Estados Unidos en Europa, y su objetivo militar de impedir una victoria rusa sobre Ucrania. La amenaza de que la guerra se extienda a Europa tiene bases concretas. La idea de una tercera guerra mundial ya no suena absurda.
En todo este proceso de fuerte choque económico y militar, permanece oculto el factor esencial, que es la lucha de clases. El proletariado mundial fue desarmado ideológica, política y organizativamente por el estalinismo, responsable de la descomposición de la URSS y de su colapso final. Pero conserva su experiencia, su programa y su teoría revolucionaria, que se basan en el marxismo-leninismo-trotskismo. Se trata de luchar en el seno de la clase obrera y de sus organizaciones por las banderas internacionalistas del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI). Fin de la guerra en Ucrania; desmantelamiento de las bases militares de la OTAN y de Estados Unidos; derogación de las sanciones económicas y financieras contra Rusia; autodeterminación, integridad territorial y retirada de las tropas rusas de Ucrania.
POR Brasil – Massas 663 – editorial – 1 de mayo de 2022