A 20 años del asesinato de Kosteki y Santillán
El 26 de junio se cumplirán 20 años del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en una multitudinaria movilización piquetera en Avellaneda. Los hechos ocurridos hace dos décadas mostraban un escenario significativo. Un gobierno recién asumido de Duhalde totalmente postrado ante los intereses del imperialismo, más específicamente del Fondo Monetario Internacional; con la situación desesperante de las masas, donde el hambre alcanzaba picos históricos, con una pobreza medida por los organismos oficiales del 50% con 18 millones de pobres (mucho más si se tiene en cuenta los que no alcanzaban a percibir la canasta familiar); con cifras alarmantes de desnutrición infantil; y una desvalorización abrupta del poder adquisitivo de los asalariados en pocos meses. Es decir, un escenario no muy diferente al actual.
Las masas venían desarrollando enormes batallas por sus condiciones de vida, con un crecimiento de las luchas a partir de octubre de 2001, que tendría su pico en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. Todo esto fue el resultado de años y años de preparación durante la década del 90, con las primeras coordinadoras del movimiento piquetero. A partir de la rebelión popular que terminó con la caída del Gobierno de De la Rúa, la burguesía sintió el golpe y sacó la conclusión que había que detener ese proceso de politización a como dé lugar.
Las principales centrales sindicales (Daer y Moyano) pactaron una tregua con el nuevo Gobierno de Duhalde que marcaría la siguiente etapa. Algunas de las más importantes organizaciones de desocupados como el FTV de Luis D’Elía y la CCC de Carlos Alderete abandonaron las calles para convertirse en asiduos visitantes del Presidente Duhalde como consejeros y hasta funcionarios. Comenzaba a gestarse un consciente aislamiento de las organizaciones en lucha que tendría trágicas consecuencias.
Al mismo tiempo el aparato ideológico de la burguesía, es decir los grandes medios de comunicación, sus periodistas pagados, comenzaron un sistemático ataque demonizador a las organizaciones piqueteras y a los métodos históricos de la clase obrera, que se habían desarrollado en cada lucha que aparecía en el escenario político: piquetes, cortes de ruta, asambleas barriales. Las fuerzas represivas militares fueron sacadas a la calle para meter miedo ante cada una de estas acciones que se desarrollaran. Los allanamientos ilegales, los secuestros, las detenciones masivas aparecían en el escenario como un elemento importante.
Nos proponemos a continuación rescatar lo que señalábamos en ese momento desde nuestro periódico Masas para verificar cuán acertadas o no fueron nuestras posiciones y qué probables caminos señalábamos a partir de la feroz represión del 26 de junio. Durante los 20 años transcurridos, la burguesía trabajó afanosamente para reconstruir las ilusiones en su democracia burguesa, para reconstruir sus instituciones tan deslegitimadas por los oprimidos, para reabrir los caminos institucionales e infundirles confianza. En buena parte esa tarea ha sido cumplido exitosamente, sobre todo bajo el gobierno kirchnerista que iniciaría en 2003 ese trabajo. Es interesante cómo nuestra organización alertó contra esta funesta posibilidad con todas sus energías posibles.
En el periódico 166 del mes de julio de 2002, se señalaba que las acciones piqueteras del miércoles 26 “expresaban la tendencia de las masas a enfrentarse más abiertamente con este régimen en condiciones de extremo agravamiento de los dramas sociales. Expresaban la desilusión creciente de las masas con las instituciones, y la casi nula expectativa en que por medio de las elecciones se podrá encontrar alguna salida. (…) Por medio de treguas, de conciliaciones, de pactos con el gobierno no se logran los reclamos, sino que avanzan más fácilmente los ataques a las condiciones de vida de las masas”.
Mostraba que tempranamente se comenzaba a quebrar la “tregua pactada con la CGT y la CTA, que se quebraran los acuerdos de gobernabilidad de la CCC y FTV (que se integraron a los Consejos Consultivos con el Gobierno para distribuir los subsidios del plan Jefes)”. Vemos la enorme similitud con el lamentable papel que juega actualmente el Triunvirato Cayetano (la CCC, Movimiento Evita, el MTE, Somos Barrios de Pie, entre otros). O incluso con el papel que juega la burocracia sindical totalmente postrada ante los planes fondomonetaristas del Gobierno de Fernández.
Este escenario del 2002 mostraba que en un período muy corto de tiempo se comenzaban a retomar los hilos de las jornadas de diciembre 2001 y las expectativas en Duhalde se iban haciendo añicos ante la no resolución de ninguno de los problemas de los oprimidos. Este interesante proceso mostraba que el dique de contención de las direcciones traidoras comenzaban a mostrar sus fisuras. Incluso algunos sectores de sus propias bases decidían intervenir por fuera de sus direcciones capituladoras.
Señalaba el periódico del 06 de julio del 2002 que en la orientación de “terminar con las protestas generalizadas, de cerrar la intervención revolucionaria de las masas, que terminaron con los gobiernos anteriores, empiezan a discutir otra vez cómo meter a las fuerzas armadas en tareas de represión interna. La Prefectura y Gendarmería ya tomaban parte de intervenciones contra las masas”. Hacía sonar la señal de alarma para estar atento al recrudecimiento de la represión.
Sostenía a renglón seguido la editorial del Masas 166 que “la represión salvaje estuvo preparada, no fue el desborde de un loco” como pretendieron señalarlo, para desligarse de responsabilidades. “La represión fue preparada por el trabajo de los grandes capitalistas y sus medios llamando a disciplinar a sus esbirros a que reflexionen sobre la necesidad de terminar con el estado de cosas que se vive, claro está, disciplinar a las masas a como dé lugar. No pueden tolerar más a las masas ocupando las calles todo el tiempo”.
Destacaba el rol organizador de Duhalde y Felipe Solá, como de principales encubridores de los asesinos, y que solo cuando se quebró el encubrimiento tuvieron que volar la cúpula de la bonaerense. “La represión fue preparada, la cantidad de efectivos, los cartuchos con balas de plomo fueron llevados al lugar para la ocasión, la acción de policías y servicios de civil reprimiendo, el incendio del colectivo, la contratación de piqueteros truchos para confundir y enrarecer el clima de la movilización, la campaña de la prensa, todo fue hecho con anterioridad”. No hay forma esconder sus papeles como principales responsables.
Los crímenes no podían quedar impunes, pero tampoco podíamos confiar en su propia justicia de clase. Señalábamos contrariamente que la única forma de juzgar a los responsables, sería con “tribunales populares para llevar la investigación hasta las últimas consecuencias, señalar a todos los culpables, no solo a los que jalaron el gatillo, sino a los autores ideológicos, a los que dieron las órdenes”.
Y finalizaba la editorial del periódico mostrando con absoluta claridad cuál era el camino a seguir: la “acción de masas. Mediante cortes y piquetes, ocupaciones y movilizaciones y sobretodo mediante la huelga general, método decisivo de lucha de la clase obrera, paralizando el país hasta echarlos. En ese terreno habrá que soldar la alianza de la clase obrera con las clases medias, para el levantamiento de la Nación, que rompa todas las cadenas que nos atan al imperialismo. Jamás se logrará por vía electoral”.
Destacamos también de ese periódico la reproducción del volante distribuido en la movilización del 27 de junio, es decir un día después de la sangrienta represión. Allí lanza un pronóstico determinante para la etapa que se abría: “solo puede ser resuelta a su favor [para la burguesía] aplastando por la represión a los que luchan (…) Esta necesidad debe ser combinada con nuevas ilusiones para hacer creer que solo por la vía electoral podremos encontrar a quien pueda solucionar la fenomenal crisis que vivimos”.
Nuestro Partido Obrero Revolucionario, con su periódico como herramienta organizadora, señaló los principales aspectos que introducían ese 26 de junio donde caían asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Uno de los aspectos más importantes de una organización que se precie de ser revolucionaria es cómo se posiciona frente a una etapa de esta magnitud, mostrando cuál era el objetivo general de la clase dominante y cómo combatir su régimen y evitar las posibles desviaciones de las luchas que se iban desenvolviendo. Nuestro carácter embrionario dificultó ampliamente la tarea de propagandizar masivamente estas trascendentales conclusiones, politizando a las masas. Ningún otro partido pudo comprender con esta claridad las luchas de hace 20 años.