La guerra en Ucrania refleja la descomposición del capitalismo – ¡Viva los 84º años de la IV internacional!
El capitalismo de la época imperialista es de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. Así, Lenin definió la fase última de la sociedad de clases, basada en la explotación del trabajo del proletariado, la opresión de los campesinos pobres y la dominación de un puñado de las naciones más poderosas sobre el resto. Se trata de un capitalismo altamente desarrollado sobre la base de la alta concentración monopólica de los medios de producción, la supremacía del capital financiero, el control de la economía mundial por parte de las potencias y el creciente saqueo de los países coloniales y semicoloniales. Esta caracterización económica permite al marxismo concluir que las premisas históricas para la transición del capitalismo al socialismo están plenamente dadas. Es decir, las bases materiales de las revoluciones proletarias están en marcha.
Está claro que el capitalismo de la época imperialista es de estancamiento general de las fuerzas productivas. Estas chocan con las relaciones capitalistas de producción y distribución, se rompen y provocan profundas crisis económicas y sociales. En estas condiciones, las potencias se lanzan a una feroz guerra comercial, y éstas albergan las tendencias bélicas. Es en la fase última del capitalismo cuando se producen las dos guerras mundiales. Un momento en el que se hizo evidente que el capitalismo -altamente desarrollado e históricamente agotado- está llevando al mundo a la ruina y a la humanidad a la barbarie generalizada. El fracaso de las democracias en los propios países más avanzados y la proyección del nazifascismo, como ocurrió en el período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, sólo podían y pueden ser superados por las revoluciones proletarias y el desarrollo mundial de las relaciones de producción socialistas.
El 3 de septiembre de 1938, en un momento en que las potencias imperialistas avanzaban en los preparativos de la guerra, se fundó la IV Internacional bajo la dirección de León Trotsky, expulsado de la URSS y ferozmente perseguido por Stalin. Han pasado 84 años. La Cuarta Internacional se disolvió bajo el impacto de las divisiones entre las fracciones revisionistas en los años 50 y 60. Pero el Programa de Transición no sólo permaneció como fundamento de las revoluciones proletarias y del internacionalismo, sino también de la defensa de las conquistas de la Revolución Rusa de 1917 y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, construida en 1922.
No cabe duda de que la tarea de crear una nueva Internacional que sustituyera a la Tercera Internacional, liquidada por los estalinistas en 1943, era gigantesca para las débiles fuerzas organizativas de la Oposición de Izquierda. Se trataba, sobre todo, de preservar y desarrollar el programa y la teoría marxista-leninista, ampliamente revisados y deformados por el aparato burocrático creado por la dictadura estalinista. Esto sólo sería posible en la lucha concreta por la organización de la Cuarta Internacional. Por un lado, el nazifascismo se fortalecía y la guerra imperialista se acercaba; por otro lado, la Tercera Internacional estalinizada no podía servir como instrumento del proletariado mundial, para marchar bajo la bandera del programa y la orientación del bolchevismo, en las condiciones de la guerra promovida por las potencias.
Trotsky y sus camaradas vieron con absoluta claridad la contradicción principal entre las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición, listo para el avance de la revolución mundial, y la ausencia de la III Internacional, que paso a servir a la política de guerra de los aliados imperialistas de la URSS. Esta es la premisa básica del Programa de Transición: «Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria. “
Llegó la Segunda Guerra Mundial, confirmando la catástrofe. El uso de la bomba atómica por parte de Estados Unidos contra Japón, ya derrotado, indicaba que a partir de entonces las potencias serían más peligrosas para el futuro de la humanidad. Las revoluciones, encabezadas por la Revolución China de 1949, nueve años después del asesinato de Trotsky, fortalecieron la lucha por el socialismo, pero sólo temporalmente. La razón: la destrucción de la Tercera Internacional y la imposibilidad de que la Cuarta Internacional se establezca como una potente fuerza social a la altura de las necesidades de la lucha de clases.
El fortalecimiento transitorio de la URSS y del régimen estalinista después de la guerra, acosado por la «Guerra Fría», no hizo más que poner de relieve la crisis histórica de dirección. Era sólo cuestión de tiempo para que sucumbiesen si la revolución mundial no avanzaba en los países con economías avanzadas. La ruptura chino-soviética, muy bien aprovechada por Estados Unidos y sus aliados, fue fatal para el movimiento de los explotados. En diciembre de 1991, la contrarrevolución, concebida en el seno mismo de la URSS, bajo el mando de Mijaíl Gorbachov, conduciría al colapso de la URSS. La restauración capitalista cobró fuerza, apoyada por el imperialismo norteamericano y europeo.
Los conflictos de Rusia con Ucrania en 2014 y 2016 acabaron desembocando en la guerra que ya dura seis meses. En el centro de la crisis del mundo en desarrollo está Estados Unidos. Inevitablemente, el expansionismo militar de Estados Unidos y la OTAN también se vuelca contra China. No cabe duda de que sólo la clase obrera organizada tiene los medios para combatir las tendencias desintegradoras de desintegración t de guerra del capitalismo senil.
La lucha por la formación de partidos marxista-leninistas-trotskistas y la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista se desarrolla en estas condiciones. El arma a disposición de la vanguardia con conciencia de clase es el Programa de Transición. El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (CERCI), aunque embrionario, tiene en sus manos la tarea de impulsar la lucha para superar la crisis de dirección.
¡VIVA LOS 84º AÑOS DE LA IV INTERNACIONAL!
(POR Brasil – MASAS 672, EDITORIAL, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2022)