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Un nuevo crimen en las canchas argentinas

En el marco del partido entre Gimnasia y Boca en el bosque platense un hincha del “lobo” terminó falleciendo mientras era trasladado en ambulancia. César Regueiro de 57 años de edad salió de su casa para ver un partido de fútbol acompañado de su familia y terminó perdiendo la vida en medio de una salvaje represión policial. Además, centenares de personas fueron atendidas en los distintos centros asistenciales de la Ciudad de La Plata, y muchas más fueron heridas, como por ejemplo un camarógrafo de “TyC Sports” que filmaba la represión policial.

Los verdaderos responsables lanzaron expeditivamente el pueril argumento, siempre al alcance de la mano, sobre la responsabilidad ajena, del público, del hincha, del socio. Pero quedó tempranamente desmentido. Como si no alcanzara para demostrarlo la impresionante nube de gases lacrimógenos que invadió la cancha y obligó a suspender el partido a los 10 minutos de iniciado, una abundante cantidad de videos que se “viralizaron” rápidamente expusieron la brutalidad represiva y la cacería de hinchas por parte de la policía bonaerense.

La tragedia pudo haber sido mucho mayor cuando se conocen detalles del accionar policial: gases lacrimógenos en los alrededores del estadio; puertas de los accesos cerradas con llaves y candados con gente queriendo alejarse por no poder respirar, represión brutal con balazos de goma a todo lo que se moviera, incluso sobre niños pequeños. Fue solo la casualidad lo que impidió que esto no se convirtiera en una nueva “Puerta 12” o la recientemente masacre de 129 espectadores en Indonesia por hechos espantosamente similares. Una muestra más de barbarie policial.

Aunque las pruebas de un lamentable operativo de “seguridad”, moneda corriente en las canchas de fútbol, aparecían por todos lados, los nefastos funcionarios salieron con su segunda carta: “Hubo sobreventa de entradas” declararon al unísono Sergio Berni (Ministro de Seguridad de la Provincia y máximo responsable del accionar policial) y Julio Garro (Intendente de La Plata). Sin embargo, este hecho fue rápidamente desmentido: de las 4.300 entradas que se pusieron a la venta, se vendieron 3.254 (quedando más de mil). Si se permitió mayor ingreso de público la responsabilidad hay que buscarla en la complicidad entre policía-dirigentes-barras que hacen “caja” metiendo gente sin entradas.

A contramano de lo que dice el infame Ministro de Seguridad de la Provincia, no hay un policía que hizo mal su trabajo “y tendrá que rendir cuentas”. Es el propio operativo policial, bajo su directa responsabilidad, el que engendró este trágico desenlace. Es el mismo accionar policial de la bonaerense en Guernica y el de los asesinatos durante la “cuarentena estricta”. Pero también es el mismo envalentonamiento de las fuerzas represivas que vemos no solo en otras canchas argentinas, sino también en la represión a los mapuches, en los disparos contra los desocupados, en la persecución contra los estudiantes secundarios en CABA, o incluso ese mismo 6 de octubre en la propia Universidad de La Plata.

Aunque hace ya varios años los hinchas visitantes fueron prohibidos en las canchas, los operativos no hacen más que multiplicarse y los incidentes no por eso disminuyen. Resulta evidente que las causas de la violencia en el fútbol lejos está de los genuinos hinchas que solo buscaban seguir al “club de sus amores”. La mafia de las barras bravas, en connivencia con los funcionarios de turno del Gobierno, con las comisiones directivas de los clubes y como fuerza de choque de las burocracias sindicales, siguen pavoneándose indisimuladamente por las tribunas, accesos y alrededores del estadio.

Ahora será el turno de la fingida indignación de los mismos que promueven a diario estas acciones, tratando de sacar su rédito político. Pero ya conocemos el nefasto desenlace: la responsabilidad en algún “perejil” de la dirigencia de Gimnasia; algún hincha que deba pagar por quedar escrachado en algún video tirando una piedra; un policía separado y denunciado penalmente. La respuesta será más policías, más cámaras, más cacheos, más impunidad y más negociados… y “siga siga”. Únicamente la movilización exigiendo justicia y el repudio en cada estadio, con la unidad de los hinchas de los distintos clubes, puede impedir que este crimen quede impune.

Una nueva masacre en el fútbol, una nueva víctima que lamentar. No “falleció” un hincha. Fue un homicidio perpetrado por las fuerzas represivas, con sus autores intelectuales claramente identificados.

(nota de MASAS nº423)

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