Nueva crisis de gabinete y con la CGT
La renuncia de 3 ministros y los nuevos nombramientos expresan otra crisis. La salida de Gómez Alcorta del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, es un abierto rechazo a la reciente represión violenta sobre los mapuche y el traslado de mujeres a Buenos Aires, a 1500km, sin que tuvieran contacto con un abogado ni supieran de qué se las acusaba, su incomunicación y el rechazo a la excarcelación.
La renuncia del Ministro de Trabajo Moroni no puede desligarse de las críticas que recibió por su manejo del reciente conflicto del SUTNA en donde operó abiertamente como defensor de las empresas y de las posiciones de los burócratas mayores de la CGT y de su rechazo a los aumentos de “suma fija” que beneficiaría a los trabajadores que tienen los convenios con los salarios más miserables. Su salida es un fusible ya que estaba completamente desgastado. Esta salida provocó además un roce entre Alberto Fernández y la CGT porque pretendían que Moroni se quedara o que en su reemplazo entrara el vice ministro Bellotti.
La renuncia de Juan Zabaleta al Ministerio de Desarrollo Social para volver a la intendencia de Hurlingham era previsible, el balance de su gestión puede leerse en la nota sobre los movimientos de desocupados. Pero hay una declaración suya que pasó casi inadvertida y que merece atención: “no podemos comprar azúcar y aceite desde hace tiempo, porque las empresas alimenticias prefieren exportar”. Su Ministerio debía comprar para abastecer a los comedores, a las familias más desesperadas. Qué muestra de cobardía e incapacidad de un gobierno que no tiene poder ni siquiera para obligar a esos sectores concentrados a que vendan una parte de su producción para atender a los más necesitados (no estaban pidiendo que regalaran la producción o un precio inconveniente). Un problema de tal magnitud debió ser denunciado abiertamente y reclamado todas las medidas para impedir exportar un gramo de producto hasta no cumplir con todas nuestras necesidades. Es el colmo de la miseria política que retrata a todo un gobierno.
En el fondo de esta crisis y las disputas está la política de ajuste que impone el FMI y que viene con exigencias cada vez más fuertes. El salario real no deja de caer, tanto el registrado como el salario en negro. El trabajo que se crea no alcanza todo lo que se necesita y es precario. Crece la pobreza. La inflación insoportable no se detiene y cuando se frene un poco será por la caída de la actividad económica. Ya casi nadie cree en los discursos del gobierno, ni en que “hay que evitar que vuelva la derecha”, que ya no asusta a nadie porque es el propio gobierno el que encarna hoy las medidas que reclama la derecha.
El 17 de Octubre es una jornada especial para el peronismo, por su significado histórico. La burocracia mayor de la CGT hará un acto a puertas cerradas, en un Club con capacidad limitada, sin la presencia del Presidente. Pero otro sector de la burocracia encabezado por Moyano con el apoyo de Máximo Kirchner y el PJ de la Provincia de Buenos Aires marcharán a la Plaza de Mayo reclamando contra la inflación. Los movimientos sociales irán a diferentes actos. Todos parecen rechazar a la nueva Ministra de Trabajo por su pasado menemista. Todos están unificados en que garantizan la gobernabilidad de Fernández antes que los reclamos de los trabajadores. Todos apoyan la continuidad del Frente en las elecciones del año próximo y se pelean por los lugares que ocuparán en las listas. Que en medio de esta crisis no puedan siquiera realizar un acto en común demuestra la magnitud del problema en que se encuentran. Al gobierno le cuesta cada vez más diferenciarse de la gestión anterior y de su oposición.
La clase obrera debe independizarse política y sindicalmente. El gobierno, las organizaciones sindicales y de desocupados, muestran el abandono hasta formal de la defensa de la nación oprimida frente al imperialismo, frente a las multinacionales, los banqueros, la oligarquía. La clase obrera es la única que puede enfrentarlos consecuentemente enarbolando sus propias banderas políticas. No hay cómo conciliar con todos ellos, debemos combatirlos, expropiarlos, para poder desarrollar las fuerzas productivas, para poner todos los recursos al servicio del interés de la mayoría, para poder planificar la economía, para terminar de una vez con el cáncer de la inflación. Para eso necesitamos una dirección revolucionaria, un partido que exprese esta política, sin ilusiones en el Congreso, en las elecciones, en Constituyentes o en la legalidad burguesa. No hay cómo reformar este sistema capitalista que se cae a pedazos encima nuestro.