Se agrava la ofensiva de EE.UU. y la OTAN
La voladura de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 (NS1 y NS2) a fines de septiembre, que atraviesan el mar Báltico y llevan gas ruso a Europa, puede cambiar el rumbo del conflicto ya que impacta severamente sobre la economía y la estabilidad política de Europa.
El 25 y 26 de septiembre aviones de Dinamarca detectaron gran capa de burbujas en la superficie del mar, cerca de la isla de Bornhold. Autoridades de Dinamarca y Suecia coinciden que se trata de un sabotaje. Sus centros sismográficos detectaron explosiones en ese lugar. Son averías en 3 lugares muy cercanos entre sí en menos de 24 horas. Una cuarta fuga de metano en el mar Báltico apareció el 29 de septiembre.
Nadie ha reivindicado explícitamente estos actos de sabotaje. Por su magnitud y sofisticación sólo podrían haber sido realizados por un Estado que opere en una zona fuertemente controlada por países miembros de la OTAN.
El 27 de septiembre el eurodiputado polaco de Plataforma Cívica del Partido Popular Europeo agradecía a EEUU por el sabotaje, justo cuando se conectaba el gasoducto entre Polonia y Noruega que servirá para abastecer de gas a la Unión Europea a partir del 1° de Octubre, para sustituir a Rusia como proveedor.
Inmediatamente de producido el atentado, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, aseguró que la situación actual en Europa representa una “tremenda oportunidad” de acabar “de una vez por todas” con la dependencia energética europea de Rusia.
Como era de esperar, el gobierno norteamericano ha desmentido su autoría. Pero sus amenazas lo complican: Hace un tiempo, el Presidente Biden anticipó que si Rusia invadía a Ucrania, “el NS2 dejará de existir. Le pondremos punto final”. Preguntado por una periodista sobre cómo sería posible, dado que el gasoducto estaba bajo control del gobierno alemán, respondió: “Les prometo que seremos capaces de hacerlo”. Victoria Nuland, subsecretaria del Departamento de Estado y a cargo de los asuntos políticos internacionales, reiteró que “si Rusia invade a Ucrania, de un modo u otro, el NS2 dejará de existir”.
Poco tiempo antes del atentado, un fuerte contingente de barcos de guerra norteamericanos operó varios días a menos de 15 kilómetros de la región donde ocurrió el sabotaje, además de la presencia de aviones y helicópteros.
Ya en 2018 Donald Trump discutió con Ángela Merkel, sobre el gasoducto, había dicho que Alemania estaba “totalmente controlada” por Rusia. En la cumbre de la OTAN en Bruselas dijo: “Estamos protegiendo a Alemania, estamos protegiendo a Francia, estamos protegiendo a todos estos países. Y luego numerosos de los países salen y hacen un acuerdo de oleoducto con Rusia, donde están pagando miles de millones de dólares en las arcas de Rusia”. “Así que se supone que debemos protegerlos contra Rusia y ustedes pagan miles de millones de dólares a Rusia, y creo que eso es muy inapropiado… Si se fijan, Alemania es una cautiva de Rusia. Se deshicieron de sus plantas de carbón, se deshicieron de su [planta] nuclear, están recibiendo gran parte de su petróleo y gas de Rusia. Pienso que es algo que la OTAN tiene que analizar. Es muy inapropiado”.
En 2019, el Congreso de EE.UU., en una decisión tomada conjuntamente por Trump y los demócratas, aprobó una ley que permite sanciones que frenen la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que duplicará el gas que Rusia hace llegar a Alemania.
En un discurso de hace pocos días Trump dice: “Hice un discurso en la ONU y critiqué a Alemania por hacer un acuerdo bajo el Nord Stream 2. Nadie se enteró del Nord Stream 2 hasta que llegué yo. […] Y dije: ¿Qué demonios es esto? [Los rusos] están suministrando a Europa petróleo y gas. Esto no va a ocurrir”.
A su vez, el presidente del Comité de Asuntos Económicos y Energía del Bundestag, Klaus Ernst, declaró que “la forma en que configuramos nuestra política energética no es asunto de los estadounidenses y el gobierno federal deberá defenderse contra esa intromisión. Si las sanciones obstaculizan el funcionamiento del gasoducto, será necesario pensar en contramedidas”.
Años antes la Secretaria de Estado Condoleezza Rice decía: “Hay que destruir la economía de Rusia, la UE no le debe comprar gas a Rusia, al gas se lo vendemos nosotros, y la UE que se joda, es nuestra mejor apuesta”.
Las medidas de EE.UU. violaron abiertamente la soberanía de Europa para romper los acuerdos con Rusia y poder vender su propio gas, mucho más caro.
Ucrania se perjudicaba con estos gasoductos ya que por su territorio pasaban los gasoductos que conectaban a Europa con Rusia. En 2006 y 2009 Ucrania había cortado en varias ocasiones el tránsito de energía por su territorio para presionar a Rusia. Nord Stream 1 se puso en marcha en 2011 conectando Rusia con Alemania. Inicialmente EE.UU., Polonia y Ucrania se oponían a ese gasoducto que debilitaba esa posición estratégica de Ucrania.
Desde la guerra el Nord Stream 1 tuvo varias reducciones de suministro hasta que el 31 de agosto de produjo el cierre definitivo por supuestos problemas técnicos. Operaba al 20% de su capacidad y había sido suspendido porque las sanciones contra Rusia impedían concretar su reparación.
El Nord Stream 2 se vio demorado en su construcción debido a las sanciones de Trump y luego por las trabas burocráticas que impidieron que fuera habilitado y cuando Rusia invadió Ucrania, Alemania se negó a ponerlo en funcionamiento. Así, el NS2 que fue terminado a principios del año pasado nunca entró en operaciones debido a las presiones ejercidas por el gobierno norteamericano sobre el gobierno alemán para que lo cerrara y sustituyera el abastecimiento de gas ruso por el norteamericano.
A su vez, las autoridades de Alemania estaban muy presionadas para hacer uso del otro gasoducto por la imposibilidad de reemplazar ese suministro en el corto plazo.
Ucrania adjudica a Rusia la responsabilidad del atentado. Parece un absurdo ya que destruye su principal arma de negociación para concretar el fin de la guerra con Occidente y el levantamiento de las sanciones en su contra. Rusia no necesitaba destruir al gasoducto para ganar poder de negociación: le bastaba con abrir o cerrar la llave de paso del gas, como lo ha hecho hasta ahora.
El 17 de septiembre pasado, en una conferencia de prensa en la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), Putin negó la responsabilidad de Rusia en la crisis energética de Europa y aclaró que si esta quiere importar gas ruso, tendrá que levantar las sanciones impuestas a Rusia. Así, “tendrá gas inmediatamente”. Casi en paralelo, la CIA advirtió al gobierno alemán sobre la posibilidad de actos de sabotaje contra los gasoductos NS1 y NS2.
Este atentado impacta de un modo brutal sobre la economía alemana en un momento en el que sus reservas estratégicas de gas sólo alcanzan por unos meses y no hay en el mundo capacidad de sustituir en el corto o mediano plazo al gas ruso faltante.
El apagón de energía sumirá a vastos sectores de la población en la miseria energética y precipitará a la economía alemana y europea a la detención de parte de industria. Crecerá su dependencia de importaciones de gas y productos norteamericanos, al tiempo que colapsarán sus mercados de exportación.
El atentado ocurrió a días de una masiva movilización en el noreste de Alemania reclamando por la apertura del gasoducto NS2 y en vísperas del inicio de una negociación entre Alemania y Rusia que, mediada por Turquía y Arabia Saudita, buscando “condiciones nuevas” para poner fin a la guerra y a las sanciones contra Rusia. Coincide, además, con el llamamiento de Hungría a concretar negociaciones con Rusia y poner fin a las sanciones económicas y a la crisis energética antes del próximo mes de diciembre.
El atentado impacta sobre los precios de la energía y contribuye a prolongar por tiempo indeterminado la crisis energética y la inflación internacional.
EE.UU. prolonga la guerra y cada día suma una provocación para impedir que se llegue a un acuerdo. No permite que ningún país negocie con Rusia. Su guerra ha arrastrado a las potencias de Europa y toda Europa, a la que busca colocar en situación de extrema debilidad y fractura. Es una continuidad del agravamiento de la guerra comercial de EE.UU. contra Europa que buscó extender el brexit al continente.