Se combinan la crisis económica y la crisis política en las potencias
Aumentan las huelgas y manifestaciones en Europa en respuesta al aumento del coste de la vida
Se puede observar la combinación del avance de la crisis económica y la crisis política. En este mismo momento, los demócratas de Estados Unidos están rezando para que no se confirmen del todo los pronósticos de victoria de los republicanos en las elecciones legislativas y de mitad de mandato de Joe Biden. En la gran potencia, la división en el seno de la burguesía, que políticamente cala hondo en el seno de las masas, se está radicalizando, hasta el punto de que los analistas se refieren al fortalecimiento de las tendencias ultracentralistas y dictatoriales, encarnadas por el «trumpismo».
Inglaterra acaba de experimentar una importante sacudida política, con la caída del Primer Ministro Boris Johnson. El fracaso inmediato de la sucesora de Johnson, Lis Truss, obligó al Partido Conservador a recurrir al poco conocido Rishi Sunaki, cuya principal dote es la de ser uno de los hombres más ricos del país.
Estos dos polos de la crisis política, que implican a Estados Unidos y a Europa, dan la dimensión de la creciente inestabilidad de la situación mundial. En su base está el proceso de desintegración económica que comenzó en 2008 y se profundizó con la recesión de 2009.
Los dos años de la pandemia y los ocho meses de guerra en Ucrania dificultaron el establecimiento de un periodo de estabilización de las relaciones económicas, aunque fuera mínimo y de corta duración. En este marco se ha agudizado la guerra comercial, impulsada por la crisis de sobreproducción, el estrechamiento del mercado mundial y el aumento de la competencia, especialmente entre Estados Unidos y China. Más recientemente, afloró la inflación, motivada principalmente por el excesivo parasitismo financiero, el enorme endeudamiento de los tesoros nacionales y la guerra de Ucrania, que ha provocado el aumento del precio del petróleo, el gas y los alimentos. Por ello, las tendencias predominantes son potenciar el proceso de desintegración económica en todas partes.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el crecimiento mundial del próximo año será inferior al de 2022. Y que una parte importante de los países podría entrar en recesión, como es el caso de Alemania, Italia y Rusia. En este marco, se prevé una mayor desaceleración en China y en la Unión Europea. Si se confirma el pronóstico, los explotados sentirán aún más el peso de la descomposición capitalista.
Cada vez más capas de explotados se movilizan en Europa contra el aumento del coste de la vida y en defensa de los aumentos salariales. La última huelga de varios sectores en Bélgica, siguiendo el ejemplo de las huelgas y manifestaciones en Francia, Inglaterra, España y Alemania, es una demostración más de que los explotados deben necesariamente lazarse a la lucha de clases.
En la misma línea, se destaca la huelga general en Grecia. Los trabajadores griegos, además de exigir un aumento de sueldo, luchan por derrotar la contrarreforma laboral, puesta en marcha por el gobierno de Kyriakos Mitsotaky. La intervención de la policía contra los manifestantes dejó en claro que el gobierno de la burguesía, de un país totalmente sometido a los acreedores europeos, como es el caso de Grecia, no puede hacer concesiones que alcancen los objetivos de la política económica destinada a sostener el parasitismo financiero.
En Alemania, en particular, la ultraderecha, liderada por «Alternativa para Alemania» (AfD), está aprovechando el descontento de las capas más pobres de la clase obrera y de la clase media para fortalecerse. La manifestación ante el Parlamento alemán para protestar contra el elevado coste de la energía y los alimentos llamó la atención. Pero lo más significativo de este proceso contradictorio fue la marcha de 140.000 personas que tuvo lugar en París el 16 de octubre, convocada por un frente constituido por «Francia Insumisa», es decir, por socialdemócratas de izquierdas. Otras manifestaciones, como las de la República Checa, confirman la potenciación de la lucha de clases.
Al mismo tiempo, estos movimientos muestran la grave ausencia de direcciones revolucionarias. Esto explica, en gran medida, por qué los explotados en Europa han tardado en reaccionar a las consecuencias de la guerra en Ucrania. Las consecuencias del enfrentamiento militar recaerían inevitablemente sobre las masas. La política de colaboración de clases de las direcciones sindicales y políticas es responsable de la adaptación de las organizaciones obreras a la posición de los gobiernos europeos, sometidos a la política de guerra de Estados Unidos y de la OTAN. Pero, como puede verse, tarde o temprano, las contradicciones de la guerra en el corazón de Europa pondrán en movimiento a los oprimidos.
No cabe duda de que ocho meses de bloqueo económico y financiero a Rusia y la destrucción de la estructura económica de Ucrania son más que suficientes para agravar los desequilibrios internos de la Unión Europea y de Gran Bretaña. Las crecientes movilizaciones obreras y populares señalan el camino de la lucha de clases por el que puede surgir un movimiento por el fin de la guerra y por la paz sin los dictados de Estados Unidos, las potencias europeas y la OTAN, por una paz sin anexiones. De lo contrario, la escalada militar en Europa y en el mundo continuará su marcha ascendente.
El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional se posicionó contra el cerco del imperialismo, a través de su brazo armado, la OTAN, sobre Rusia, y contra la invasión militar de Ucrania por parte de las fuerzas rusas como medio de contrarrestar la ofensiva de las potencias. Una vez instalado el conflicto, defendió la bandera del fin de la guerra. Estableció, como instrumento para combatir la guerra de dominación, las siguientes banderas: el desmantelamiento de la OTAN y de las bases militares estadounidenses en Europa y en todo el mundo; la derogación inmediata de las sanciones económicas y financieras a Rusia; la autodeterminación, la integridad territorial y la retirada de las tropas rusas de Ucrania.
Esta base estratégica de enfrentamiento contra la guerra de dominación depende de que el proletariado, unido y cohesionado, se sitúe en la posición de condenar y enfrentar la guerra. La tarea de la vanguardia con conciencia de clase consiste precisamente en trabajar para que las tendencias de lucha que surgen en Europa se dirijan contra la guerra de dominación, y por una paz sin las imposiciones del imperialismo, sin el desmembramiento de Ucrania y sin anexiones.
(POR Brasil – Masas 677, editorial 13 noviembre de 2022)