Las centrales sindicales se arrodillan ante el Plan Massa
La pérdida de poder adquisitivo, desde el macrismo hasta nuestros días, no podría haberse concretado de no haber contado con la inestimable colaboración de las centrales sindicales entregadoras. El escalofriante dato nos habla de una pérdida de más del 20% respecto a diciembre de 2015 en promedio: entre ellos son el salario mínimo vital y móvil con un 30.5% y las jubilaciones con un 27.4% quienes más perdieron.
Kelly Olmos como Ministra de Trabajo es quien mejor expresa el pensamiento del Gobierno de Fernández-Fernández-Massa. Sostiene que es imprescindible una paritaria por debajo del 60% para “desacelerar la inflación” y sostuvo que “la CGT apoya porque hay conciencia en los sectores gremiales”. La CGT toma el guante y responde con mucha mayor “conciencia” que la requerida por los distintos gobiernos.
En línea con la “conciencia” mostrada por la CGT y su venia al ajuste sobre los trabajadores, aparece el nuevo Jefe de Asesores de Fernández y ex CEO de Syngenta, Antonio Aracre, quien abiertamente llamó a una reforma laboral, adornada con la típica fraseología demagógica que intenta ocultar lo inocultable. Los trabajadores conocen de sobra el pretexto de reforma laboral para la creación de empleo. Concluye, como es sabido, en ninguna creación de empleo y una pérdida de derechos laborales.
Los gremios más obsecuentes no solo no esbozaron ni una tímida crítica sino que se sumaron a coro a esos pedidos, y hasta atinaron a comenzar a entregar las paritarias de sus sectores. La UTA arrancó primera cerrando un 29.7% para el semestre y fue seguida por el obediente lacayo de Larreta: Amadeo Genta al frente de SUTECBA. La gran mayoría solo aspira a empatarle a la inflación de este año o ganarle por un “puchito” olvidando el tremendo retroceso que se arrastra desde hace años, que no solo no se revirtió con el Frente de Todos sino que siguió profundizándose.
Las palabras apologéticas de Hugo Godoy de ATE sobre una supuesta victoria frente a la inflación, se choca de frente contra la realidad cuando comprobamos que el salario básico de los estatales está a menos de la mitad de la canasta familiar. El dato de la variación interanual de la Canasta Básica Total (CBT), que publica el INDEC, de un 108% muestra cuánto se ha perdido de poder adquisitivo con su “victoria frente a la inflación”. Su alegría reviste rasgos de cruel cinismo.
Gerardo Martínez, que se muestra muy feroz en sus declaraciones a la prensa sobre la inviolabilidad de la discusión paritaria, oculta con “conciencia” cuánto gana un trabajador de la UOCRA por hora: la categoría “mejor” paga -oficial especializado- debería trabajar 13 horas por día de lunes a lunes, para conquistar un salario que cubra la canasta familiar, hoy en $320.000. Sin mencionar que la UOCRA constituye uno de los sectores donde mayor empleo no registrado existe.
Otros líderes sindicales, como Abel Furlán (UOM), Sergio Palazzo (Bancarios), Héctor Daer (Sanidad), Hugo Yasky (CTA) y Pablo Moyano (Camioneros) parecen estar más entretenidos en el armado electoral que en la situación del movimiento obrero. Este último se refirió expresamente a tener un “candidato de consenso” para el Frente de Todos. La preocupación en torno a la inflación es una impostura que pretende ocultar su rol entreguista de los salarios de sus propias bases.
Nos corresponde a los trabajadores, en cada fábrica y en cada uno de nuestros lugares de trabajo discutir sobre el deterioro de nuestras condiciones y de nuestro poder adquisitivo. El “empate” de muchos gremios en sus paritarias tiende a oscurecer el hecho que cuando se alcanza la propia inflación ya transcurrieron varios meses en donde los salarios perdían frente a la misma. Pero peor aún, la discusión sobre cuotas y porcentajes no nos habla de cuánto necesitamos realmente para vivir… en otras palabras, cuánto nos falta para conquistar un salario mínimo igual a la canasta familiar.
El Plan fondomonetarista del Gobierno tiene como objetivo la reducción del gasto fiscal y la desaceleración de la inflación, tomando como variable de ajuste a los oprimidos y sus condiciones de vida. Está decidido a que los asalariados soporten sobre sus hombros las peores consecuencias de las recetas del amo imperial.
Es decir que para luchar consecuentemente la clase obrera no solo deberá barrer a la lacra burocrática enquistada en cada sindicato, sino comprender la estrecha relación entre sus entregadores (burocracia), sus verdugos (Gobierno) y la clase portadora de un programa antagónico a los intereses de los trabajadores (la burguesía). Esta comprensión está directamente ligada a su organización como vanguardia en su Partido Obrero Revolucionario y enarbolando su norte estratégico de revolución y dictadura proletarias.