“Los peores” Presentación del libro de Juan Grabois. Primera parte
En una inusual actividad del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), su principal figura presentó el libro “Los Peores” acompañado del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Axel Kicillof. El intercambio realizado el 23 de febrero entre estos dos importantes personajes del Frente de Todos dejó algunos aspectos para analizar.
Quizás el hecho más destacable de la jornada fue su lanzamiento como pre-candidato a Presidente por ese espacio en las elecciones de este año. En sus propias palabras no quiere “otro mediocre, otro tibio, otro cobarde, otro que no haga las reformas que tiene que hacer” en alusión a Alberto Fernández. Epítetos que bien le caben a Kicillof como veremos seguidamente.
Kicillof y la utopía desarrollista
Las intervenciones del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires tuvieron un alto contenido de ficción. Las bellas ideas sobre “reindustrializar el país”, “ganar en soberanía”, o su aparente “lucha por reconquistar” determinados derechos, son puras ilusiones en un Gobierno que toma un curso antagónico. No es posible hablar de industrialización, soberanía, o conquista de derecho si no se choca directamente con el imperialismo, si no se rompen las ataduras con el FMI que delinea nuestro programa económico, si no se barre con el régimen social capitalista. El resto es puro palabrerío.
Kicillof oculta en sus palabras la convalidación de las deudas provinciales tomadas por Vidal y el nuevo ciclo de endeudamiento con el BID (de su mano vendrán otros nuevos), lo que habla a las claras de la pérdida de soberanía. Quizás también haya olvidado la caída de los ingresos de la población bonaerense ocupada, en casi un 10% respecto al año anterior (según la Encuesta Permanente de Hogares). Ni que hablar respecto a niveles anteriores a 2015.
O también pasa por alto la muy bochornosa promesa de resolver la crisis habitacional, que hoy día se ubica en torno a los 1.700.000 hogares en la Provincia. Kicillof se jacta de construir 11.000 viviendas anuales, lo cual podría resolver la crisis en apenas 150 años (si es que se considera que no habrá variación poblacional en esa cantidad de años). Hasta se animó a sostener que “un poquito hicimos”, visiblemente cómodo en un ambiente de obsecuencia y galantería, impropio de una actividad de una organización que dice representar los intereses de los “excluidos”.
En una de sus últimas intervenciones, Kicillof festejó la publicación del libro de Grabois, al tiempo que defendió la idea que los que cobran planes no son vagos. Sería interesante que le recuerde estas ideas a su propio Ministro de Seguridad Sergio Berni, quien lanzó una cruzada contra los propios planes, tildándolos de asistencia a la vagancia. O también a la propia Tolosa Paz, que bien podría confluir con el ala dura junto a Milei y Patricia Bullrich.
Grabois, al invitar al Gobernador de una Provincia destruida, intenta sin resultados, maquillar la realidad de una manera obscena. A fin de cuentas, resulta curioso -o tal vez puro cinismo- entonces, que Grabois haya dispensado tantos elogios en el Gobernador de la Provincia: “capaz le falta un cachito pero va bien, es uno de los funcionarios que funcionan”. Pasemos entonces a ver qué ideas expuso el pre-candidato presidencial.
El papel de Grabois
Fuera de su pre-candidatura a Presidente por el Frente de Todos, hay algunos hechos que valen la pena desarrollar. Sin embargo, comenzaremos por un breve recorrido del último tiempo para saber cómo llega a ese lanzamiento electoral. Juan XXIII (slogan electoral con el que se empapelaron algunas de las grandes ciudades argentinas) había dicho en agosto del 2022 que el Gobierno Nacional lo había “defraudado y decepcionado”. A poco menos de un mes de la asunción de Sergio Massa, luego de Guzmán y Batakis, sostuvo que “nos mintieron durante 25 días”. Su salida del Frente de Todos era ya casi una realidad, que hasta se animó a confirmar a fines de ese mismo mes.
Sus cartas públicas, las críticas mediáticas, sus apariciones -individuales- en algunos acampes de la Unidad Piquetera, aparecieron en el escenario como un serio intento de canalizar el descontento de las masas frente a un Gobierno impotente e incapaz de resolver cualquiera de las demandas fundamentales de la población. Grabois fue muy consciente de cada uno de los pasos que debían ser dados a fin de revalidar el engaño.
Lo que para él constituía ya en los hechos un Gobierno con “carácter colonial”, pasó a ser un baluarte a ser defendido frente el avance de la derecha, a principios de septiembre, luego del atentado contra Cristina Kirchner. Sus críticas a la política económica quedaron zanjadas con un miserable bono de $45.000 con excesivas restricciones para su cobro, que redundó en una ínfima cantidad de “beneficiarios”. Como se ve, el hecho de capitalizar parte del descontento en el Gobierno, le permitió poder encauzarlo hacia sus propias filas.
El análisis del período actual
Si bien el libro merecerá una nota aparte, es importante detenerse en las observaciones realizadas en la presentación. La principal diferencia con las formulaciones de Kicillof, y he allí su único pero parcial mérito, es caracterizar la crisis económica del capitalismo en la Argentina, no como un fenómeno pasajero (Kicillof), sino como una cuestión estructural. Este “debate” prometieron volver a abordarlo en otra oportunidad.
Grabois sostuvo que en la actualidad hay 12 millones de personas fuera del mercado laboral tradicional en el país. Al caracterizar que bajo el capitalismo esa masa de personas no podrá conseguir un empleo formal, propone la llamada “economía tripartita”. La misma se compone de un primer sector destinado al “agregado de valor” que correspondería a la economía privada. El segundo sería un “sector público eficiente: que la escuela funcione, que el hospital funcione, y la administración pública funcione”. Aquí es donde comienza a mostrar su carácter netamente reaccionario. La cuestión de la funcionalidad para Grabois atañe al trabajador y no a las condiciones en las que desarrolla su actividad. Para él, no existiría crisis edilicia, de insumos, de bajos salarios, solo por nombrar algunos. Su concepción es tributaria de las ideas hoy día tan en boga en boca de los libertarios sobre un supuesto despilfarro de recursos en el sector estatal. Flaco favor a esta peregrina idea de la derecha.
Pero lo más importante corresponde a la tercera pata de esta “economía tripartita”. Sería un “sector cooperativizado, organizado por la comunidad… con una productividad social y ambiental y con el derecho a ser felices”. Dejando de lado todo palabrerío sentimentaloide que no nos agrega absolutamente nada, atina a explayarse un poco más: prefiere un cartonero percibiendo 80 mil pesos mensuales (pero que ayuda a su comunidad) a un “trabajador de un depósito de un laboratorio multinacional” hastiado de su laburo percibiendo $100 mil. Aunque intente negarlo, es la romantización de la degradación laboral y la renuncia a la lucha consecuente por mejores salarios y condiciones de vida, como vimos en más de una oportunidad en sus últimos años de militancia.
Grabois define más adelante lo que entiende por industrialización del país, solo como medio a fin de posibilitar el subsidio “a la economía cooperativa que tiene una productividad no fácil de medir…humana”. Finalmente nos habla de una “transición del sistema capitalista globalizado a uno superior que todavía no podemos vislumbrar”. A continuación ensalza la política de YPF y el 51% de las acciones como modelo para trasplantar a otras empresas con lo que “cambiaría todo”, en donde “la acción de oro la tiene el pueblo”. Es una forma cuanto menos arbitraria de entender lo que sucede con las acciones y el destino de una economía, agregando todavía más ilusiones y confusión en las masas, sobre quién y cómo se define el rumbo del país.
La impostura del gatopardismo
Toda la cháchara y lenguaje rebuscado de Grabois tiene una única finalidad: facilitar la reelección del Frente de Todos, y encauzar el descontento de las masas dentro del propio espacio. Cuenta para eso con cierto prestigio entre las masas, cosechado a fuerza de disparar críticas de cuanto en cuanto, sin terminar de señalar las consecuencias inevitables de las mismas.
Su política, en este caso sus propuestas de campaña, no llegan siquiera a chocar tibiamente con alguna de las causas fundamentales de la crisis que él alcanza a advertir. Para Grabois restaría garantizarle 1.500.000 lotes, “un terreno de 7 x 15 [metros] y una quinta de una hectárea” para integrar a esa enorme masa de personas fuera del mercado laboral tradicional. El poco vuelo de sus confusas ideas se explica por su política posibilista: hasta acá podemos llegar.
Grabois sintentiza, de forma harto evidente, el proceso de integración de los movimientos de desocupados al Gobierno y el rol traidor de la dirección de las masas: sea de los sindicatos o de los movimientos de desocupados. Representa, a fin de cuentas, un serio obstáculo a ser barrido por la clase obrera en su lucha por conquistar la independencia política y erigirse en dirección de los oprimidos. La lucha del Partido Revolucionario mucho tiene que ver con delimitarse políticamente de las imposturas de los Grabois en cada uno de los sectores donde interviene.