Rosario muestra un anticipo de a dónde nos lleva la burguesía narcotraficante
El narcotráfico es uno de los negocios más rentables en el mundo que mueve cifras multimillonarias. Y en nuestro país ocupa un lugar cada vez más importante. Millones de dólares circulan por las venas del sistema bancario, se invierten en propiedades de todo tipo, se incorporan al circuito económico formal.
Esto puede ser posible porque la burguesía en el poder es parte de este negocio, ha venido levantando todos los controles y regulaciones para combatir el narcotráfico. No hay control sobre las pistas de aterrizaje, ni sobre los vuelos ilegales, ni sobre los barcos y los puertos. Hay libre movimiento de todo tipo de drogas.
El Congreso de la Nación se niega a que se levante el secreto bancario, impositivo, bursátil, para que se puedan investigar los grandes movimientos de capital y su origen.
Si hubiera una verdadera voluntad política de combatir el narcotráfico se debe empezar por levantar todos esos secretos e investigar de dónde vienen los movimientos financieros, cómo se lava el dinero ilegal, cómo se transforman los pesos en dólares para pagar al exterior por la droga y cómo se realizan las ganancias en propiedades, en empresas.
Este movimiento de cientos y miles de millones de dólares no puede hacerse sin la participación de Jueces, políticos, banqueros, fuerzas de seguridad.
Si hubiera voluntad de terminar con el flagelo del narcotráfico que se traduce en un fuerte incremento de la criminalidad y la violencia, habría que empezar por cortar su cabeza, por buscar a los jefes de las mafias y sus redes de influencia.
Desde los gobiernos quieren hacer creer a la población que deteniendo o persiguiendo a algunos distribuidores menores se está enfrentando el poder narco. Son operativos de distracción para ocultar que no están dispuestos a enfrentarse con los más poderosos. Muestran la violencia en los barrios para meter más represión. Pero no pueden ni quieren reprimir a quienes promueven y se benefician con este negocio rentable. Son todos unos miserables, cómplices de esta degradación social.
No es difícil investigar quiénes son todos los propietarios de Nordelta o de los barrios cerrados más caros, de los edificios que se construyen en Rosario o en las grandes ciudades, de los campos que se compran, de los yates, de los vehículos de lujo, etc. Deben demostrar cuánto pagaron y de dónde sacaron sus ingresos. No se trata de millones de personas, son unos pocos los que manejan estos negocios.
Un ejemplo de la complicidad de la justicia con la policía y la política burguesa es el del fiscal de San Isidro Claudio Scapolán, acusado de ser jefe de una asociación ilícita que entre 2013 y 2015 robaba cargamentos de droga y extorsionaba a narcotraficantes, con varios crímenes relacionados. Recién 10 años después fue procesado y recientemente lo suspendieron y le embargaron parte de su sueldo. ¿Quiénes lo protegían para que la causa no avanzara? ¿Quiénes garantizaban su impunidad? ¿Qué otros fiscales y jueces están involucrados con esta operación?
Repudiamos todo el exhibicionismo de fuerzas represivas volcadas a los barrios, que a veces son bien recibidas por los vecinos con la ilusión de que la violencia se frene. La violencia solo se puede detener yendo a la raíz del problema.
Los trabajadores debemos tomar control de los puertos, de las aduanas, abrir las cuentas de todas las empresas, controlar los movimientos bancarios, controlar el enriquecimiento de personas y empresas. La burguesía es incapaz de enfrentar el problema porque es parte del negocio, aquí y en todas partes.
La lacra del narcotráfico será enterrada por la revolución social que barra con la burguesía descompuesta del poder. Bajo el capitalismo no es posible terminar con este flagelo que tiende a multiplicarse.