Ofensiva de Biden, Lula se justifica

Ante las presiones de Estados Unidos y de la Unión Europea contra las declaraciones de Lula de que la alianza occidental no ayuda a buscar un camino de paz y prolonga así la guerra, el presidente busco responder confirmando el voto de Brasil a favor de la resolución de la ONU que condenó a Rusia por la guerra en Ucrania. En la reunión con el presidente de Rumanía, Klaus Iohannis, Lula explicó: «Al mismo tiempo que mi gobierno condena la violación de la integridad territorial de Ucrania, abogamos por una solución política negociada al conflicto».

Anteriormente, Lula había considerado la posibilidad de que Ucrania cediera Crimea en un acuerdo de paz. El asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, lo rechazó de plano: «Los recientes comentarios de que Ucrania debería considerar ceder formalmente Crimea como concesión para la paz son equivocados, especialmente para un país como Brasil, que votó a favor de defender los principios de soberanía e integridad territorial en la Asamblea General».

El presidente rumano aprovechó su encuentro con Lula para ser aún más ofensivo. Aquí: «El mensaje de Rumanía es claro y fácil de entender por nuestros socios, por mucho que Moscú intente justificar sus acciones, Rusia es un Estado agresor, que violó por la fuerza la soberanía territorial de Ucrania e intentó anular su independencia. La comunidad internacional tiene el deber de apoyar a Ucrania para repeler la agresión y ganar esta guerra para liberar al país.»

La observación de Lula de que Estados Unidos y sus aliados están a favor de prolongar la guerra fue plenamente confirmada por John Kirby y Klaus Iohannis, como puede verse en las dos declaraciones. Repitieron el ultimátum de Biden de que para que haya paz Rusia debe retirarse de Ucrania. En otras palabras, debe capitular.

El imperialismo se disfraza de defensor de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, en nombre del principio contenido en la Carta de la ONU, concebido cuando armaba el cerco de la OTAN contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en la «Guerra Fría» y luego, tras su desintegración, avanzaba el cerco a Rusia. Es bien sabido históricamente que el imperialismo utiliza los principios democráticos para imponer la dictadura del capital financiero y de los monopolios, respaldada por las armas y garantizada por las guerras, sin las cuales no puede mantener su saqueo de las naciones oprimidas que forman la mayoría del mundo.

El marxismo ha demostrado desde la Primera y la Segunda Guerra Mundial que la burguesía imperialista no actúa por valores como la democracia, la libertad, la soberanía de los pueblos, sino para imponer su dominación mundial, y para ello se escuda en cualquier principio que le sea útil. La intervención militar norteamericana en Irak ejemplifica perfectamente esta afirmación. Y ha sido recordada por algunos defensores de la poderosa alianza militar que sostiene la guerra en Ucrania y que ha transformado al pueblo ucraniano en carne de cañón. Resultaría que ahora la situación sería diferente y que la violación de la soberanía de Irak dependió del gobierno de Bush y no de Estados Unidos como si no fuera una potencia opresora. Así, para estos servidores del imperialismo, el gobierno de Biden no sería lo mismo que el de Bush, porque respeta el orden establecido por la ONU. Por lo tanto, Biden estaría llevando a cabo una misión para liberar Ucrania y defender la soberanía de todos los pueblos.

A Biden, Scholz, Macron y demás aliados les sirve para provocar la guerra, equipar a las fuerzas armadas ucranianas comandadas por la oligarquía burguesa y promover la mayor escalada militar desde la Segunda Guerra y la Guerra de Corea, con el objetivo de poner bajo su dominio a una Ucrania sometida, avanzar en el control de la región antes organizada por la URSS y poner de rodillas a Rusia.

Rumanía, antigua república popular vinculada a la antigua URSS, se ha convertido en una república vasalla. Su Presidente viene a Brasil a decir que los ucranianos y la alianza de la OTAN están librando una guerra «para liberar el país» y a exigir a Lula un compromiso para la derrota de Rusia, que, en realidad, sería una victoria del imperialismo y no de Ucrania en justa defensa de su autodeterminación e integridad territorial. Evidentemente, no se trata de una guerra de liberación de Ucrania, sino claramente de una guerra de dominación que ha sido generada y precipitada por el creciente asedio de la OTAN a Rusia, que, como potencia regional, que se ha mantenido en las condiciones de la liquidación de la URSS y de la restauración capitalista, busca, en la desesperación de vida o muerte, preservar su área de influencia estratégica.

Si el gobierno de Lula fuera remotamente coherente no podría aceptar la presencia de ningún representante de la alianza imperialista que viniera al país a cuestionar sus posiciones tomadas en la visita a China. Debe quedar claro, sin embargo, que la cuestión fundamental no es la retórica de Lula sobre la continuación de la guerra o la paz, sino el hecho de que fue a China para defender los intereses de la burguesía brasileña, que como tal no puede dejar de reflejar la guerra comercial que Estados Unidos ha estado librando contra China en particular.

Además, Lula recibió al canciller ruso, Sergei Lavrov, bajo protesta de las autoridades estadounidenses. Ya no había mucho más que decir sobre la guerra en Ucrania. En particular, la declaración de Lavrov de que «Brasil y Rusia comparten la misma opinión sobre el conflicto» causó sorpresa en la prensa. Era sólo una frase diplomática, ciertamente. Pero bastó para que los portavoces del imperialismo acusaran al gobierno de Lula de servir a la propaganda rusa. La conclusión de que al recibir a Lavrov, el gobierno estaría en una posición de «connivencia con Rusia» es completamente falsa. En cuanto a la «misma visión del conflicto» tiene de concreto la no aceptación por parte de Brasil de las sanciones económicas impuestas unilateralmente por Estados Unidos y la negativa a entregar material militar a Alemania para que este país pudiera pasarlo a Ucrania.

Lo cierto es que Brasil no se alineó con el movimiento de Estados Unidos de aislar a Rusia. Los BRICS, de los cuales Brasil es miembro, junto con China, India, etc., no aceptaron las sanciones que ahogarían económica y financieramente a Rusia, si fueran acatadas por todos los países que tienen peso en la economía mundial. No se puede ignorar que las guerras de dominación en la época imperialista del capitalismo se generan en las entrañas de la guerra comercial.

Rusia forma parte de los BRICS y es muy importante para la supervivencia de este alineamiento que se formó al margen del G7 y el G20. Esta relación ha sido favorable a Brasil en las transacciones de materias primas. Rusia es un importante proveedor de fertilizantes. Y comenzó a competir con los estadounidenses en la venta de gasoil. La disputa mundial por el control, la producción y la distribución de la energía salió a la superficie como un volcán en las condiciones de guerra en Ucrania.

Pero, en particular, la presencia de Lavrov respondió al objetivo de Brasil de reanudar el desarrollo de la energía nuclear. Los militares brasileños están interesados en obtener préstamos de Rusia para seguir adelante con la construcción del submarino de propulsión nuclear, obstaculizada por Estados Unidos, que, como dueño del mundo, controla también el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El asedio estadounidense a la tecnología y los materiales más avanzados está a la orden del día.

En el marco de la guerra en Ucrania, se reaviva el movimiento de los países no alineados, o no totalmente alineados con Estados Unidos para hacer frente a las duras consecuencias del auge proteccionista de las potencias y de la guerra comercial sobre el funcionamiento de la economía mundial. La mayor preocupación de Estados Unidos no radica en las declaraciones que critican la conducta de la alianza occidental ante la guerra de Ucrania, sino en la insumisión a sus medidas proteccionistas y a la guerra comercial.

Rusia y China, que rompieron dos eslabones de la cadena de dominación imperialista con las revoluciones proletarias de 1917 y 1949 respectivamente, serían asfixiadas, perdiendo el control del proceso de restauración capitalista, tanto por el cerco económico como por el militar, si no fuera por las contradicciones que se mueven en las entrañas del capitalismo en descomposición. Sólo los reaccionarios y lacayos de la burguesía y la estúpida izquierda pequeñoburguesa podrían impugnar la venida de Lavrov a Brasil.

No cabe duda de que la lucha por la derrota del imperialismo, por el fin de la guerra y por la integridad territorial y la conquista de la autodeterminación de Ucrania depende de la organización del proletariado y de la lucha de la mayoría oprimida contra las facciones nacionales y la burguesía mundial. La existencia de un polo contrario en el interior de la burguesía mundial a la prolongación de la guerra y la no aceptación de la farsa de que las potencias occidentales son liberadoras de Ucrania favorece la lucha del proletariado por recorrer su propio camino, independiente de las fuerzas burguesas enfrentadas. Es en estas condiciones que la vanguardia con conciencia de clase ayudará a los explotados a abrir los ojos al significado más profundo de la guerra en Ucrania e impulsará la tarea de seguir resolviendo en pleno combate la crisis de dirección.

(POR Brasil – Masas nº687)

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