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Milei promete un ajuste profundo contra los oprimidos. Sus políticas alientan un desborde inflacionario que ya golpea los bolsillos populares.

Las elecciones son un reflejo distorsionado de la realidad, de la lucha de clases. Es necesario comprender profundamente su significado para poder ajustar caracterizaciones.

Recientemente el oficialismo ganó las elecciones en Jujuy y se creyó habilitado para avanzar con la reforma de su Constitución, en pocos días una revuelta popular puso en jaque su gobierno. Lo mencionamos para ayudar a la reflexión sobre el fenómeno electoral y no sacar conclusiones apuradas. Se confirma la tendencia a la menor participación en las elecciones. El balotaje, pese a su polarización, no logró incrementar la masa de votantes. La democracia burguesa dejó como opciones presidenciales a un representante del desastroso gobierno de Fernández, el más derechista de los candidatos posibles y por otro lado al ultraderechista, fascista, Milei.  

Milei ganó las elecciones con 14,5 millones de votos, 3 millones más que Massa. Logró conservar su 30% de votos y captar los votos de la primera vuelta de Juntos por el Cambio y de Schiaretti.

Su política es de sometimiento total al capital financiero, alineado con EE.UU. e Israel, y promete realizar un ajuste profundo para poder cumplir con el programa del FMI. Se asoció con Victoria Villarroel, su vicepresidenta que reivindica abiertamente la dictadura militar y a los genocidas. Por lo tanto, es un enemigo de la Nación y de los trabajadores. A 40 años del fin de la dictadura asumirá un gobierno que la reivindica abiertamente.

Milei es la expresión de la decadencia y agotamiento de las formas democrático burguesas. Bajo este régimen político se han producido los mayores ataques a las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría, ha crecido en forma extraordinaria la pobreza y la precarización, se saquea de todas las formas posibles su riqueza por parte de un sector más concentrado y enriquecido de capitalistas locales y extranjeros. Las reformas antinacionales de la dictadura militar y del gobierno de Menem no se han revertido. ¡Cómo no va a crecer el hartazgo!

La burguesía es una clase en descomposición, sometida al capital financiero, es una clase parasitaria, corrupta, que evade impuestos, fuga divisas, contrabandea, mientras crece el narcotráfico y el lavado de dinero. Las instituciones de su Estado están marcadas por estas características, no pueden ser diferentes. Ha abandonado toda defensa de la soberanía nacional hasta de palabra. Al punto de aplicar los programas que dicta el FMI rindiéndole cuentas permanentemente.

Los partidos políticos que defienden el orden capitalista, con diferencia de matices, reproducen estos rasgos generales. Todos tienen en común que reconocen toda la deuda externa fraudulenta, se disciplinan a las ordenes del FMI, defienden la gran propiedad de los medios de producción en gran parte en manos de multinacionales.

No es un fenómeno de la Argentina, es un fenómeno internacional. El capitalismo en esta época imperialista muestra abiertamente sus fuertes tendencias a la desintegración, a las guerras comerciales y su transformación en guerras abiertas. Y estas tendencias se expresan en los partidos políticos, algunos de ellos expresan esa polarización en la sociedad y se embanderan abiertamente contra los derechos y conquistas populares, a favor de las políticas colonizadoras imperiales.

El peronismo ha sido derrotado ampliamente por Milei pero conserva el gobierno de provincias, intendencias, el control de la CGT y CTA, y peso importante en el Congreso y pese al fracaso del gobierno de Fernández logró llegar al balotaje con un caudal importante de votos. Massa había logrado centralizar el movimiento detrás de su candidatura, con la colaboración de Cristina Kirchner. Su derrota electoral y posible renuncia abre otra crisis de sucesión, donde cada sector tratará de negociar su sobrevivencia con el nuevo gobierno, al mismo tiempo amenazados por el violento ajuste que promete.

Desalentamos cualquier ilusión de que el Congreso pueda ser una barrera de contención para la política depredadora de Milei. El Congreso ha convalidado las políticas de los gobiernos. Es una cueva de bandidos que reconoció formalmente la deuda fraudulenta y las políticas para pagarla. Y que además bloqueó la posibilidad de investigar el destino de esos fondos. Desalentamos cualquier ilusión en el papel de las direcciones sindicales burocráticas, que sólo tomarán alguna medida si les es impuesta desde abajo, su conducta permanente es de conciliación, de entrega.

Insistimos, Milei es un producto de este régimen político, agotado hasta el hartazgo, no un enviado del cielo. La mayoría, inclusive una buena parte de quienes votaron por Massa están hartos de tanto verso, de tanta cobardía, sometimiento y entrega, que ha destrozado los salarios y las jubilaciones, con una inflación que supera el 140% anual, y precarización de las condiciones de vida y de trabajo, permitiendo el saqueo del país por un puñado de empresas.

En el voto a Milei hay un fuerte contenido antiperonista, especialmente de la base electoral de lo que era Juntos Por el Cambio, pero también el voto de la juventud sin futuro, de trabajadores desprotegidos, también hartos de las burocracias sindicales que entregan los convenios, que ahogan las luchas, y que han garantizado la gobernabilidad de Alberto Fernández y antes de Macri. En ellos prendió la bandera del “cambio” sin importarles cuál era el contenido. Ilusionándose que peor que ahora no podemos estar, que hay que probar con “lo nuevo”. Esa base que espera que mejoren sus condiciones chocará rápidamente con la realidad de las medidas.

El peronismo no pudo alcanzar las votaciones anteriores. Recordamos que Fernández ganó con 13 millones de votos en 2019. Los efuerzos de los últimos meses no pudieron revertir la frustración de las ilusiones que habían generado en 2019. Una nueva derrota política. El peronismo está quebrado, quienes venían a protegernos del «fascismo» amagan con renunciar, con borrarse. Su sector más crítico y combativo que mantuvo fuertes diferencias con Massa pero que se disciplinó y lo militó en la campaña debe reflexionar sobre esa decisión política y el renunciamiento previo de Cristina Kirchner. Debe procesar profundamente esta derrota para no quedar en la resignación. Para pasar a la resistencia activa es necesario ese balance y avanzar en la independencia política de la burguesía. En esta franja ubicamos a Grabois, a la militancia del PC, del PCR, y hasta “trotskistas” que se sometieron a la dirección de Massa. 

La izquierda electoralista también debería revisar su política de apoltronamiento en el Congreso sin denunciarlo, sin denunciar la democracia burguesa, sin combatirla, sin decir que las instituciones de la burguesía no se pueden reformar, que el capitalismo no se puede reformar, que es necesario expropiar los grandes medios de producción y que el único camino es la revolución social.

El lineamiento general de Milei es ajuste profundo contra las masas, que deberá expresarse en el presupuesto 2024; impulsar una fuerte devaluación y tender a la unificación de mercados cambiarios; liberación de precios y tarifas, que ya impactó en los precios; eliminar controles y regulaciones que puedan afectar a los capitalistas; abrir las importaciones. Estas políticas ya fueron aplicadas, ya las conocemos. No es un cambio de modelo, es llevar a fondo el modelo de sometimiento y entrega que se aplica desde hace 50 años. Para lograrlo necesita implantar un régimen de dictadura civil, por eso sus amenazas contra los que resistan. El libre mercado de Milei no existe, existen mercados altamente centralizados y monopolizados. Su libertad es libertad para los monopolios y grupos más poderosos.

Los grandes capitalistas ya entendieron el mensaje y pasaron a la acción, el mismo lunes los principales proveedores de los supermercados entregaron listas de precios con ajustes del 35 al 40% en sus productos.

El levantamiento popular del 2001 que se caracterizó por la bandera del “que se vayan todos” fue desviado, fue bloqueado, para preservar el Estado, para preservar las conquistas del gran capital contra la Nación y los trabajadores. Fue posible porque la clase obrera no pudo resolver su crisis de dirección. No pudo tranformar aquel levantamiento en revolución social que terminara de una vez y de raíz con las causas de la desocupación, la pobreza, la entrega. Las reformas neoliberales de la dictadura y de Menem no se tocaron. Hoy Milei reivindica esa política y promete llevarla a fondo, completándola. 

Alertamos a los trabajadores y la juventud a prepararse desde las bases para la lucha para derrotar esta política cuanto antes. Es fundamental conquistar la independencia política y organizativa de la burguesía, sus partidos y sus instituciones.

– Desde hoy mismo hay que controlar el abastecimiento y los precios. Un mes sin gobierno puede ser una catástrofe. Se deben abrir las paritarias inmediatamente. Los ajustes de salarios y jubilaciones deben compensar como mínimo los aumentos de precios que ya se están produciendo. Exigimos salario y jubilación mínimos iguales a la canasta familiar.

– La clase obrera tiene que romper con estos 4 años de letargo y conciliación, y ponerse a la cabeza de la resistencia. Habrá que pasar por encima de las direcciones que contribuyeron a que un Milei pueda ser presidente, las bases están hartas de estos dirigentes conciliadores.

– Rechazamos privatización de las empresas estatales, rechazamos la venta de las acciones del Estado en YPF, rechazamos volver al sistema de AFJP.

– Preparar el frente único para la lucha, ya, en defensa de las libertades democráticas y las condiciones de vida confiando exclusivamente en nuestros propios métodos de organización y lucha.

La lucha de clases puede radicalizarse porque tenemos enfrente un enemigo que declara abiertamente sus objetivos, que reitera que quiere terminar con lo que quede de “justicia social” para mejorar aún más las ganancias capitalistas. Que promete represión para los que resistan sus ataques. Tenemos que tener la misma claridad de clase para defender nuestros intereses y pelear por derrotar las viejas políticas del nuevo gobierno y la clase social que ya se alineó detrás suyo.

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