Manifiesto del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional
El gobierno de Milei agravó drásticamente todos los problemas. Mayor pobreza, desocupación, precarización laboral y mayor sometimiento colonial. Sólo la clase obrera puede plantear una salida a la crisis política que se vive.
El fenómeno Milei llama la atención en todo el mundo por sus ideas extravagantes que denomina anarcocapitalismo. Prometió dolarizar la economía para terminar con la inflación, quemar el Banco Central y eliminarlo, ajustar a toda la “casta política”. Prometió terminar con las políticas populistas, colectivistas, estatistas, que serían responsables de la crisis de Argentina. Califica al Estado como organización criminal que roba a los privados y a la justicia social una aberración. Se presenta con el discurso de la “antipolítica” para diferenciarse de los partidos políticos tradicionales.
Su discurso ultraderechista, anticomunista, es de alineamiento explícito con EE.UU. e Israel, de simpatía con los Bolsonaro, Trump, Kast, Netanyahu, Vox en España, etc. Discurso de ruptura con los principales socios comerciales como Brasil y China. De alineamiento total con el programa del FMI y sus exigencias, que se compromete a hacer cumplir rigurosamente. En la guerra comercial entre EE.UU. y China se coloca incondicionalmente en el terreno de EE.UU. En el momento de mayor aislamiento de Netanyahu se reúne con él y decide trasladar la embajada Argentina de Tel Aviv a Jerusalén violando las disposiciones de la ONU y respaldando su genocidio contra el pueblo palestino.
No es un fenómeno nuevo en Argentina. Lo esencial de sus planteos ya fueron puestos en práctica por las últimas dictaduras, por Menem y por Macri, y es conocido el daño que hicieron al país y a la mayoría. Este proceso es seguido con especial atención en Latinoamérica, por las burguesías, para replicar el experimento si fuera positivo, y por las masas atentas a cómo se resiste en Argentina, a sus luchas y si será posible asentar semejante golpe contra sus condiciones de vida y de trabajo, si podrán saquear todo lo que quieren.
El gobierno Milei expresa toda la descomposición capitalista. Expresa una línea general de la burguesía internacional de arrebatar todas las reformas, conquistas y derechos a las masas. Descarga así toda la crisis sobre la mayoría oprimida para beneficio de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Realiza un brutal ajuste para juntar los recursos para pagar la enorme deuda pública fraudulenta y facilitar todas las vías para el saqueo de los recursos, privatizando las empresas estatales (entre ellas YPF, Banco Nación). Todo el paquete de medidas que libera todos los controles, regulaciones y límites al capital, es presentado como un desbloqueo de las fuerzas productivas, para liberar las fuerzas del mercado, para que la economía pueda crecer. Por el contrario profundizará el curso de estancamiento y destrucción de fuerzas productivas, será cada vez más imposible cumplir con las exigencias del capital financiero.
En un momento en que se verifica el fracaso de las políticas neoliberales en todo el mundo, en que las potencias refuerzan sus políticas proteccionistas, Milei proclama la apertura total en todos los terrenos, creando las condiciones para liquidar las industrias que permanecen en pie, promoviendo una mayor primarización de la economía.
Milei fue una creación del gran capital que lo financió, que lo promovió en los medios de comunicación como un personaje “antisistema”. No tiene una organización política nacional, ni siquiera puede completar los cargos en la estructura del Estado. El equipo que lo rodeaba se alejó. No estaba preparado para gobernar, adoptó el programa que fue elaborado por Sturzenegger para un eventual gobierno de Patricia Bullrich. Colocó al frente de Economía a un personaje procesado judicialmente, acusado por Milei en el pasado por el endeudamiento y fuga de capitales en el gobierno de Macri. Esto explica su fragilidad como gobierno. Y también que una parte de sus votantes votó con la ilusión de que podría terminar con la inflación y como repudio al fracaso de toda la politiquería anterior.
Un personaje de estas características sólo pudo llegar al gobierno por el fracaso de los partidos tradicionales, en particular el peronismo y el fracaso del último gobierno de Fernández-Kirchner que nació sometido al acuerdo con el FMI y una deuda fraudulenta que juraron respetar y pagar.
Toda la ilusión de que bajo el gobierno peronista de Fernández-Kirchner se recuperaría lo perdido en el gobierno anterior se convirtió en frustración. La mayoría estaba harta de los discursos y las promesas de que los más postergados y más débiles serían los privilegiados de las políticas del gobierno. La realidad mostró lo contrario, un gobierno cobarde e incapaz de defender el interés nacional frente al capital financiero y de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría. La política de “aislamiento social” bajo la pandemia pesó también en buena parte de la población que quedó aislada, sin trabajo, sin changas, con unos contados IFE mientras salvaban a las grandes empresas. En estas condiciones era extremadamente difícil que el oficialismo retuviera el gobierno. No había cómo responsabilizar a las masas por haber votado a Milei.
Su voto expresa el rechazo de un sector importante de la juventud y también de trabajadores (especialmente los más esclavizados) a la politiquería, al régimen político. Este voto no tiene nada de derecha. Sí es despolitizado, pero es un claro golpe a toda la hipocresía del progresismo y de la izquierda democratizante que no pudo y no supo interpretar ese rechazo. Milei también capitalizó el voto gorila, antiperonista, de Juntos por el Cambio, para alcanzar la victoria.
No solo los partidos burgueses tradicionales están en crisis. El régimen político de la burguesía está en crisis, de conjunto. Ya no puede sostener las formas democráticas burguesas. Las masas pierden la ilusión en la democracia. No hubo cómo festejar los “40 años de democracia” en diciembre, que alentaba toda la politiquería, ya que asumía el gobierno un personaje autoritario, dispuesto a instaurar una dictadura civil para imponer su política, que reivindica la dictadura militar, y que fue engendrado en sus propias entrañas. Así es la dictadura del capital, cuando ya no puede encubrirse con formas democráticas apela a los peores métodos represivos y dictatoriales para imponerse. En los últimos años ya se verificaba un proceso de derechización de los partidos, de los gobiernos y las instituciones.
Todas las cámaras empresarias que representan al gran capital nacional y transnacional respaldan la política de Milei que ha adoptado su programa, que se expresaba en el DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) y por la llamada Ley Ómnibus, pero también por su disposición a reprimir fuertemente la protesta social, ilegalizar la huelga y las organizaciones sindicales. Por la decisión de “atacar la inflación” golpeando el poder adquisitivo de la mayoría, recortando los presupuestos, eliminando subsidios, aplicando violentos tarifazos, destruyendo salarios y jubilaciones, devaluando fuertemente el peso.
El fenómeno más importante de la situación política es la respuesta popular inmediata a esta política. Con la movilización del 20 de Diciembre a la Plaza desafiando la amenaza y despliegue represivo y los masivos cacerolazos en el Congreso y numerosos barrios, que abrieron un período de organización y movilizaciones que llevó al paro general de la CGT y las CTAs el 24 de enero, con una movilización nacional extraordinaria y la gestación de asambleas barriales en los barrios, mostrando el rechazo a la política del gobierno y la disposición a dar lucha. Aparece la idea de que sólo la lucha de clases puede derrotar a este gobierno y su política. Que si el Congreso ha votado en contra de la Ley y si crecen los amparos judiciales contra el DNU es por la movilización popular que se abre camino. La lucha de clases agrava la fractura del Estado burgués. Los votantes de Milei empezaron a procesar su desilusión desde antes que asumiera, no logró movilizarlos como esperaba la derecha.
En esta situación de la lucha de clases es de gran importancia fortalecer la unidad de todos los sectores, el golpe de Milei no deja sector por atacar. Unir a los trabajadores ocupados y desocupados, a los jubilados, los barrios, inquilinos, estudiantes, profesionales, etc. Exigiendo a la CGT y las CTAs un nuevo paro y movilización como parte de un plan de lucha para derrotar esta política que nos lleva a una catástrofe social peor a las que conocimos. No puede caber duda del poder de convocatoria de las direcciones sindicales y cómo ha impactado en la burguesía. Las bases deben completar la experiencia con las direcciones burocráticas para poder superarlas.
La perspectiva es trabajar por un frente único antiimperialista que unifique todos los reclamos de los oprimidos bajo la perspectiva política de la clase obrera, la única clase que nunca gobernó y que no tiene ningún interés en defender la gran propiedad privada. Un frente que incluya hasta los que votaron a Milei pero que buscan un camino de organización independiente de los partidos patronales, del Estado y sus instituciones.
Un frente que impulse todos los reclamos sociales y democráticos, la lucha por el salario, la jubilación y los planes, contra todos los despidos, por la creación de trabajo genuino, por un plan nacional de obras públicas, por presupuestos para educación, salud y vivienda.
Que tome en sus manos la lucha en defensa de las empresas estatales, del sistema estatal de jubilación, por la recuperación de las privatizadas y por la expropiación de todos los monopolios que afectan sectores vitales de la economía; por el monopolio estatal del comercio exterior, por la recuperación de los puertos, los ríos, el mar; por la expropiación de la gran minería, de la explotación hidrocarburífera desde la exploración hasta su comercialización; por la nacionalización de todo el sistema bancario; etc. Esto no puede hacerse sin desconocer todos los acuerdos con el FMI y la deuda externa fraudulenta que nos están haciendo pagar. Ante la perspectiva de liquidar toda soberanía, la cuestión nacional adquiere un primer plano, expresado en las movilizaciones con el grito de ¡la patria no se vende!
Un frente que tome en sus manos la defensa de las libertades democráticas, por la eliminación del Protocolo, por el desprocesamiento de todos los luchadores, por el castigo a los responsables de la represión. Rechazo a la intención de incluir a las FFAA en la represión interna. Impedir la presencia de tropas extranjeras en nuestro territorio, ninguna colaboración o asociación con las fuerzas armadas de EE.UU. por ningún motivo.
Un frente que encamine la lucha a sepultar definitivamente al Estado Burgues incapaz y vendepatria, para poner en pie un gobierno propio de los obreros y todos los explotados del campo y la ciudad, apoyado en los órganos de poder creados por los trabajadores en lucha, las asambleas barriales, las asambleas populares, las asambleas en las fábricas y lugares de trabajo, vale decir un verdadero gobierno obrero campesino basado en la democracia directa.
Este frente ha de estar advertido de las maniobras politicas del reformismo burgués y el centrismo, que buscan desviar la lucha revolucionaria, hacia la ilusión de que es posible mejorar la vida de la mayoría nacional en base a refomar el viejo, caduco y decadente Estado burgués argentino.
Este es el programa, esta es la respuesta a la catástrofe social, a la entrega del patrimonio, al sometimiento. Este programa solo puede ser impuesto por un levantamiento nacional de masas. No para que lo vote el Congreso o en elecciones. Un levantamiento que termine con el Estado capitalista, que expropie los grandes medios de producción, que ponga en pie un nuevo Estado, que conquiste por primera vez la democracia para la gran mayoría ayer oprimida. Eso será el producto de una revolución social. No hay otra salida para las masas, NO hay otro camino. No hay vías alternativas, cualquier cambio político que deje en pie la estructura concentrada y centralizada de poder en manos de un puñado de grandes capitalistas prolongará y agravará nuestra situación. Para poder desarrollar esta política es imprescindible que la clase obrera conquiste su independencia política, tome en sus manos estas ideas, construya su partido revolucionario, que es el trabajo que hacemos desde el POR y desde el Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI).
12 de febrero de 2024