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De la tragedia a la farsa: El armado electoral de Axel Kicillof

Una fenomenal crisis atraviesa la situación política nacional. El 20 de diciembre de 2023 instauró un punto de inflexión donde los ataques de la política del gobierno de La Libertad Avanza tuvieron su primera respuesta de parte de los oprimidos. Las masas se pusieron en movimiento y con ellos se inauguró una nueva etapa de la lucha de clases. Desde aquella fecha se estableció tácita o explícitamente (en otras ocasiones) un plan de lucha contra la política oficialista.

La gran concentración en Tribunales del 27 de diciembre, el contundente paro del 24 de enero, la enorme movilización del 8 de marzo por el día internacional de la mujer trabajadora, el aniversario del 24 de marzo, la gigantesca marcha universitaria del 23 de abril, sumados al primero de mayo y al segundo paro general del 9 de mayo, reflejan un cambio en la situación.

Pero la historia nos tiene reservada sus curiosidades y paralelismo. Sucede a veces que la misma -en este caso no fueron “grandes hechos”- aparece, como si dijéramos, dos veces: primero como tragedia y luego como farsa.

Para explicar esto debemos remontarnos al convulsivo 2001, más específicamente el 15 de diciembre de ese año, cuando a escasos días de lo que sería recordado como la rebelión del 19 y 20 de diciembre que volteó al gobierno de De la Rúa, un casi desconocido Néstor Kirchner, organizaba un acto electoral y lanzaba “La Corriente”, una línea interna dentro del peronismo para las elecciones del 2003.

El armado político de Néstor Kirchner, que terminaría resultando victorioso frente a la renuncia de Menem al balotaje, tenía un claro contenido político. En el fragor de las enormes luchas que desconocían cualquier validez de las instituciones de la burguesía, que empuñaba el “que se vayan todos”, que sintetizaba en “piquete y cacerola, la lucha es una sola” como su bandera de rebelión, el futuro presidente lanzaba un salvataje general para la crisis de la burguesía. Y con esto, podemos reflejar aquellos acontecimientos en lo sucedido el pasado 18 de mayo.

Kicillof puso en acción su posicionamiento político buscando embanderarse del título de “principal opositor” de Milei. Esto aunque en ese trayecto haya realizado, con el beneplácito de los legisladores de La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires, los más salvajes tarifazos y recortes salariales. Hipócritamente ocultado por sus acólitos y seguidores, realizó un acto inocultablemente electoral, reuniendo buena parte del kirchnerismo que entonó al unísono “se siente, se siente, Axel Presidente”. La farsa comenzó su recorrido.

Su total desinterés sobre la situación de las masas lo compensa con creces por su enorme interés en el armado electoral que pueda capitalizar la crisis actual. Salvando las distancias, el actual presidente de Chile, Sebastián Boric, trabajó desde las primeras horas de la rebelión de 2019 para encauzar todo el descontento hacia los carriles institucionales, y así lo copia su farsante local.

Lamentablemente para los Kicillof, o cualquier otro que planee dilatar la respuesta a la pulverización de las condiciones de vida que transitan los oprimidos, la agudización de la lucha de clases es palpable y las elecciones de 2025 (ni hablar de las presidenciales de 2027) parecen separadas por una eternidad con el día de hoy. Los especuladores electorales solo pueden triunfar sobre las espaldas de la derrota de las masas.

El propio nacionalismo burgués muestra su impotencia para responder ante la crisis fenomenal del capitalismo, condenando a la población a mayor miseria, desocupación y hambre, haciendo prevalecer los tiempos de la repodrida democracia burguesa, a los de las necesidades de los trabajadores. Sin embargo, la última palabra no la dirá ni Kicillof, ni Milei, ni ningún otro farsante, sino la respuesta de las masas.

Solo la política de la clase obrera es capaz no solo de enfrentar el programa criminal de Milei, sino también todas las respuestas dilatorias que nos ofrecen los agoreros del capitalismo, que nos llevan con su política a una derrota sin precedentes. 

(nota de MASAS n°458)

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