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Sólo la lucha con independencia de clase puede poner fin a la opresión histórica de Israel sobre Palestina

Ninguna ilusión en las resoluciones y declaraciones de la ONU, trabajemos con todo el empeño por el frente único antiimperialista

Nos acercamos a los 10 meses de bombardeos y ataques contra la Franja de Gaza por parte del Estado sionista de Israel. Se trata de la mayor y más intensa ofensiva que Israel ha llevado a cabo sobre los territorios palestinos en más de 70 años de ocupación. El relativo atraso social, político y económico de Palestina ha sido explotado por la burguesía sionista para avanzar en las anexiones. Los más de 40.000 palestinos asesinados y los innumerables afectados de las formas más diversas -amputados, huérfanos, personas sin hogar, etc.- muestran hasta dónde ha llegado la barbarie en Oriente Medio. El objetivo de Israel, apoyado por el imperialismo estadounidense y europeo, es muy claro: no dejar piedra sobre piedra y anexionarse completamente la Franja de Gaza y Cisjordania, convirtiendo así todo el territorio ocupado en tierra israelí.

La región de Palestina es rica en recursos naturales, además de tener una importancia estratégica para el comercio internacional. Las raíces de los conflictos en este territorio, que se remontan a cientos de años atrás, pueden ser expuestas por la posición geográfica y los recursos que aún están bajo el poder de los palestinos. El interés histórico del imperialismo por Oriente Medio en general, y por Palestina en particular, puede explicarse de esta forma.

Gran Bretaña fue la principal responsable de la ocupación de las tierras palestinas y fue el gran garante del sionismo internacional con la Carta Balfour de 1917. En el periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, EEUU pasó a tener hegemonía en la tarea imperialista de construir un enclave en esa región, de forma que sus intereses estuvieran garantizados. Así, encontró la forma de crear el Estado sionista en la ONU, prometiendo un Estado palestino para un futuro indefinido. Aún hoy, más de 76 años después, sectores de la burguesía e incluso organizaciones obreras albergan ilusiones sobre la solución de dos Estados que convivan pacíficamente. La realidad, sin embargo, insiste en demostrar que esta solución, difícil en el pasado, es hoy imposible.

En estos casi 10 meses se han formado dos frentes de oposición al genocidio practicado por Israel: uno ha señalado el camino para superar el problema con los métodos de los explotados, el otro ha alimentado profundas ilusiones en las organizaciones de la burguesía internacional -las mismas que crearon Israel- y ha sido responsable de debilitar la acción colectiva de las masas en las calles. El primer frente de lucha se resume tanto en la resistencia armada de los grupos directamente implicados en el conflicto en territorio palestino, especialmente Hamás, como en las grandes manifestaciones que han tenido lugar en diversos países del mundo, especialmente en Europa y Oriente Medio.

Este frente de lucha, que expresaba el embrión de un frente único antiimperialista, se materializó en manifestaciones callejeras, boicots, ocupaciones de universidades, ataques a barcos de abastecimiento israelíes y otras formas de acción directa. El segundo frente de oposición albergaba ilusiones de que los organismos de la burguesía internacional -la ONU, la Corte Internacional de Justicia, el Tribunal de La Haya y los distintos gobiernos burgueses de los países- pudieran encontrar una solución y poner fin a la masacre. Lejos de ser frentes de oposición que unen sus fuerzas, estos frentes se oponen entre sí. Como demuestra el debilitamiento de las manifestaciones en todo el mundo, el segundo frente ha actuado concretamente para debilitar la lucha con los métodos propios de los trabajadores.

Las esperanzas de que los que estaban en el poder, incluso los que correctamente lo calificaron de genocidio, como Lula, pudieran desempeñar un papel progresista sólo sirvieron para justificar la pasividad de las direcciones sindicales oficialistas. Esta explicación es importante, porque aún hoy es posible encontrar sectores de la izquierda que siguen albergando estas ilusiones.

El pasado mes de julio, la Corte Internacional de Justicia declaró que las ocupaciones llevadas a cabo por Israel en Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza son ilegales y deben terminar lo antes posible. Sin duda, esta decisión es importante desde el punto de vista de la denuncia internacional y, en última instancia, obliga a los medios de comunicación burgueses internacionales a presentar esta decisión histórica al conjunto de la población, pero no puede, desde ningún punto de vista, crear ilusiones de que el problema se resuelve o de que el genocidio encontrará una barrera en esta decisión. La decisión no tiene ningún valor práctico. Israel no está obligado a cumplirla. Por eso la lucha de los explotados contra todas las formas de opresión, contra las ocupaciones y anexiones del imperialismo no debe ser apoyada por estas organizaciones. En definitiva, la ONU y sus organizaciones son parte del problema y no de la solución. La lucha de las masas por el fin del genocidio y por la autodeterminación de Palestina debe tener como principio la independencia de clase.

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El 23 de julio, Hamás, Fatah y otros partidos palestinos firmaron un acuerdo con la mediación de China para establecer un gobierno único en todos los territorios palestinos. No es la primera vez que los grupos intentan establecerlo, pero hasta ahora sin éxito. Las diferencias entre los dos principales partidos palestinos tienen raíces históricas y profundas diferencias políticas, como el reconocimiento de la existencia del Estado sionista, que Hamás niega, mientras que Al Fatah acepta. Los acuerdos de Oslo fueron una traición de Al Fatah que ha costado muy cara a los palestinos en general y, en particular, a los que resisten en la Franja de Gaza.

La actual propuesta de acuerdo, que ya ha sido negada por Israel, tiene lugar en el contexto de una guerra de dominación. El gobierno provisional propuesto en el acuerdo tendrá pocas posibilidades de éxito, ya que el factor determinante de la situación es la invasión y el ataque israelíes, que no han sido detenidos ni siquiera por la resolución de alto el fuego de la ONU. El acuerdo también aboga por la formación de un «Estado palestino independiente con Jerusalén como capital, de acuerdo con las resoluciones de la ONU». Para no establecer un conflicto desde el principio, el acuerdo no entra en la cuestión del reconocimiento del Estado sionista. Sin embargo, según los términos del acuerdo, esto favorece más las posiciones de Al Fatah, lo que sin duda será la causa de futuros conflictos. La calamitosa situación en la que se encuentra Palestina exigirá una respuesta de posguerra que vaya más allá de un acuerdo circunstancial.

A raíz de los recientes acontecimientos, el genocida Netanyahu pronunció el pasado miércoles (24) un tranquilo discurso ante el Congreso estadounidense. Bajo los aplausos de una parte de los demócratas y republicanos, dijo que era la lucha de la civilización contra la barbarie, que era la defensa de la vida, etc. Este discurso hipócrita, que no tiene ningún eco en la realidad, tuvo lugar sobre pilas y pilas de muertos palestinos. Sirvió para hacer aún más evidente el papel del imperialismo estadounidense en este conflicto. No sólo ha alimentado la guerra comercial con China, el armamentismo en todo el mundo y el belicismo a través de la OTAN, sino que EEUU es también el financiador y garante de la masacre. Merece la pena recordar que la resolución estadounidense a favor de un plan de alto el fuego aprobada en la ONU en mayo fue ignorada por el gobierno de Netanyahu. Ahí radica la importancia de la lucha antiimperialista contra ésta y todas las guerras de dominación.

Persisten los desafíos planteados a los explotados de todo el mundo que se ponen del lado de los palestinos en su lucha histórica por la autodeterminación. Se trata de la necesidad de formar un frente único antiimperialista que luche por la liberación definitiva de Palestina, mediante la constitución de una República Socialista de Palestina, como parte de los Estados Unidos Socialistas de Oriente Medio, no sólo en su manifestación más inmediata contra los bombardeos del asesino Estado sionista de Israel, sino también contra los financiadores y promotores de la masacre histórica de los palestinos, de su Nakba, que es el imperialismo norteamericano y europeo.

La gran manifestación en el Capitolio contra la presencia del sanguinario y genocida Netanyahu señala la reanudación del movimiento de masas. Ahí radica la importancia de la lucha por construir un frente único antiimperialista. Su forma inicial la dieron precisamente las grandes manifestaciones contra el genocidio, pero se vio parcialmente interrumpida por las ilusiones de la dirección política de los explotados en las instituciones de la burguesía. Es necesario superar este reflujo y retomar el camino de las grandes manifestaciones. Esta tarea tiene como punto de partida la organización de la lucha desde los sindicatos y movimientos, que incluyen a los campesinos y a la juventud oprimida, con independencia de clase de los desvíos que se ponen en el camino de la lucha, como la esperanza en las instituciones de la burguesía.

(POR Brasil – 27/07/2024)

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