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La política de las grandes corporaciones destruye el país

Sólo la clase obrera y la mayoría oprimida pueden ofrecer otro programa

Desde el principio señalamos la debilidad de un gobierno improvisado que debió adoptar un plan de gobierno elaborado para otro partido político y un ministro de economía que había sido criticado por Milei y el FMI por sus desastres en el gobierno de Macri.

El plan que adoptó Milei es respaldado por todas las corporaciones y el imperialismo, de brutal ajuste a las condiciones de vida y de trabajo, de reducción de impuestos a los más ricos, de saqueo de los recursos, y lo principal: poder cumplir con los cuantiosos pagos de la fraudulenta deuda externa.

Esa debilidad inicial profundizó la crisis política de la burguesía que no sabe cómo salir del encierro en que se metió. Las medidas adoptadas provocaron una recesión peor que la que produjo la pandemia. Cae muy fuertemente la producción en todos los rubros excepto agricultura e hidrocarburos y no aparece ningún signo de recuperación. No deja de caer el consumo especialmente en alimentos. No hay inversión. La inflación de 7 meses ya supera la extraordinaria devaluación del 118% realizada en diciembre y los exportadores reclaman una nueva devaluación reteniendo buena parte de la cosecha.

El fracaso de las medidas se expresa en que el gobierno no puede acumular reservas, necesarias para poder afrontar los vencimientos de la deuda externa. El temor de los acreedores a que Argentina no pueda pagar las deudas y caiga nuevamente en default hizo caer la cotización de sus bonos y elevar el “riesgo país”. Y que se empiece a terminar la bicicleta financiera: los que obtuvieron grandes rendimientos en pesos han empezado hace algunas semanas a demandar dólares para escaparse y esa demanda de dólares hizo subir la cotización de los mercados paralelos. Los intentos desesperados del Gobierno para intentar bajar esa cotización lo llevó a intervenir más fuertemente en los mercados, hasta vender reservas, lo que hace más visible la incapacidad para hacer frente a los futuros pagos. Una situación similar hizo que Caputo debiera renunciar en 2018 por exigencia del FMI.

El FMI no le presta un dólar adicional al gobierno, tampoco los bancos, no aparecen las inversiones prometidas. El gobierno está desesperado porque sabe que el crecimiento de la cotización del dólar paralelo no solo presiona por una devaluación de la cotización oficial sino que presiona sobre los precios de la economía. Su bandera más importante es derrotar la inflación y es consciente que una nueva disparada de precios quema esa bandera. La postergación de nuevos tarifazos en electricidad, gas y transporte, apuntan a mostrar que los índices de inflación pueden seguir bajando.

Las fricciones del gobierno con el FMI están relacionadas con el fracaso de las políticas. Pese a los reiterados pedidos de auxilio, arrodillándose hasta lo más bajo, no le prestan ni 15, ni 10, ni 5.000 millones. El FMI desmintió al Gobierno diciendo que no están negociando un nuevo préstamo. Seguramente sospechan que los dólares desaparecerían inmediatamente, fugándose como ya sucedió en el pasado.

El Gobierno no logra acumular reservas y las que había comprado las empieza a vender, sale a vender los activos del Estado y envía entre gallos y medianoche oro del Banco Central a Londres para alguna operación financiera. Cae la recaudación impositiva por la parálisis de la economía, espera mejorar con el blanqueo impositivo. El superávit fiscal que muestra es un artificio montado en la postergación de pagos, en la acumulación millonaria de nueva deuda, en el recorte del gasto. Ya no alcanza con el discurso, es cada vez más evidente su fracaso.

Esta situación de grave crisis que se carga sobre las espaldas de la gran mayoría de los oprimidos, que se potenció en los últimos meses, no tiene solución en manos de los capitalistas, sus instituciones, sus partidos. Están hundidos en la crisis, no tienen un plan alternativo. EE.UU. advierte la magnitud del problema y la posibilidad del estallido social por eso su intervención cada vez más activa sobre la política nacional.

La clase obrera, la juventud, los oprimidos, especialmente su vanguardia política y sindical, deben discutir en profundidad la magnitud de la crisis y la importancia de nuestra propia respuesta, apuntando a derrotar las políticas de Milei, los gobernadores, el Congreso, y terminar con la dictadura del capital.

Es fundamental defender la independencia de clase frente a los partidos e instituciones del capital. Ninguna confianza en las elecciones, en el Congreso ni la Justicia. Confiar en nuestras propias fuerzas, en nuestra propia organización, en nuestros métodos de lucha, debatir cómo continuar y profundizar las luchas que libramos desde diciembre. Debatir cómo recuperamos los sindicatos y las centrales sindicales para los trabajadores. Debatir cómo imponer nuestro propio gobierno, nuestra política, que termine con el sometimiento nacional expulsando al imperialismo, recuperando todos los recursos y las empresas vitales, desconociendo todas las deudas y el programa del FMI. Construyamos la dirección revolucionaria a la altura de las tareas históricas que debemos resolver. Ese es el desafío que tomamos desde el POR-CERCI.   

(Nota de MASAS n°461)

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