CERCImasas-467

Declaración al 3° Encuentro León Trotsky

Asistimos a una agravamiento de la crisis internacional. La guerra comercial desemboca en guerras bélicas que amenazan con desencadenar una tercera guerra mundial. EEUU y la OTAN han declarado la guerra a Rusia y a China, y vienen utilizando a Ucrania como carne de cañón para intervenir sobre Rusia. En Oriente Medio buscan expandir la presencia militar de Israel masacrando al pueblo palestino y el objetivo principal es desarmar y aplastar a Irán. El agravamiento de la crisis mundial del capitalismo pone de relieve el problema de la dirección revolucionaria.

El proceso de degeneración de la III Internacional que culminó en el ascenso de Hitler al poder en Alemania en 1933 muestra lo históricamente necesario e impostergable de la decisión de fundar la IV Internacional por León Trotsky en 1938. Este único hecho, de rescatar de la burocracia restauracionista el legado de la Revolución Rusa, sus principios programáticos y su método histórico le valdría el reconocimiento del proletariado internacional a León Trotsky, pero su vida y obra exceden con creces este acontecimiento.

La estructuración de una camarilla burocrática, detentadora de los destinos del Partido Comunista de la URSS y con ello los destinos del Estado Obrero y el resto de la vanguardia revolucionaria mundial, comienza con la propia Revolución Rusa de 1917. Si bien el período inicial es lento, atomizado y subrepticio, las bases objetivas para su fisonomización durante los últimos años en vida de Lenin, están presentes desde la Revolución de Octubre.

León Trotsky no fue un elemento pasivo en este proceso. Muy tempranamente organizó las vías para responder tanto a la burocratización del Partido Bolchevique como a la degeneración del Estado Obrero ruso. Colocó toda su predisposición militante, su experiencia política, su claridad programática, su lucidez teórica, su notable capacidad de previsión y el total de sus energías a una valiente y obstinada lucha por salvar la revolución mundial. Comprendió que esa lucha tenía una perspectiva histórica y era expresión de fuerzas objetivas en pugna, dos clases chocando por imponerse, como fenómeno inherente al período de transición del capitalismo al socialismo. El Partido, el Estado y, con ello, la Revolución en un todo, no podía permanecer ajeno a esas presiones.

El Programa de Transición, como continuidad de los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista, y como síntesis de la nueva Internacional no vaticinaba un escenario allanado, libre de obstáculos y problemas, sino todo lo contrario. Sentencia el avanzado grado de la crisis histórica de dirección del proletariado y cómo las condiciones objetivas para la revolución no solo están maduras, sino que comenzaban a pudrirse. Es decir, Trotsky plantea, desde el inicio, el enorme problema que tendrían por delante los militantes de la IV Internacional, no solo por la inviabilidad de la anquilosada y contrarrevolucionaria III Internacional, sino por la crisis agónica del capitalismo y la criminal persecución de la Oposición de Izquierda por el estalinismo. Su método consistía en no engañar sino afrontar la dura realidad por delante.

Con la muerte de León Trotsky hace 84 años, les correspondió a los continuadores de esa Internacional la lucha por su consolidación, en el escenario de una guerra imperialista. A las claras está que esa dirección política no estuvo a la altura. Los autoproclamados “herederos” del enorme revolucionario, revelaron toda la inmadurez política para tarea de tal envergadura. La renuncia al programa revolucionario, su total abandono y la entronización de las vías intermedias, atajos y saltos al vacío demostraron la incomprensión que subyacía en esas organizaciones en torno a las formulaciones de León Trotsky. Inevitablemente tuvieron sus consecuencias prácticas.

Así transcurrieron los primeros años de vida de la IV Internacional, entre divisiones y unificaciones forzadas, entre nuevos agrupamientos y nuevas escisiones. Todas poseedoras de un mismo denominador común: la política de la pequeña burguesía expresándose en las filas de la vanguardia proletaria. Fue la desesperación propia de esos sectores, buscando saltearse la indispensable y lenta tarea de construcción del Partido-Programa.

Es preciso resaltar a grosso modo algunos de los disparates y volteretas realizadas por estas organizaciones. En Argentina, por caso, partiendo desde su gorilismo respecto al peronismo en la década del 40, hasta el entrismo solo algunos años después; desde su giro foquista en los sesenta y setenta, hasta su electoralismo y democratismo rampante en las décadas siguientes; todo con inocultables muestras de oportunismo y seguidismo.

Y solo por circunscribirnos a América Latina, tampoco son menores la enorme cantidad de tonterías dichas a lo largo y ancho del Continente durante los últimos años, cayendo en el más abyecto apoyo a los distintos nacionalismos burgueses, renunciando -en los hechos- a la independencia política del proletariado. Los hemos visto entusiasmándose con las oprobiosas experiencias del indigenismo masista, del PT de Lula, del socialismo del Siglo XXI, de Castillo en Perú, entre una amplísima variedad. La última muestra de esta total bancarrota política ha sido el velado o abierto apoyo a Sergio Massa en el ballotage de 2023, evidenciando su total bancarrota. Casi ninguna de las tiendas políticas que se mal reivindican del trotskismo escapan a esta descripción, y permanecen ocultos (o directamente inexistentes) los balances respecto a todas estas contorsiones y volteretas.

¿Y por qué “casi ninguna”? Porque hubo sí una excepción a este funesto panorama, no solo de las barbaridades dichas en estos últimos años, sino en la propia constitución de una organización revolucionaria. Se trata de la vida del Partido Obrero Revolucionario de Bolivia, en la figura de Guillermo Lora. Un Partido fuertemente cementado en el programa del socialismo científico, el marxismo. Buscando afanosamente la más completa comprensión de la realidad, la penetración ardua y obstinada en el seno de la clase obrera, estudiando las particularidades del país, del tipo de revolución, del papel dirigente del proletariado en la misma. El hecho de haber trabado combate por cada una de estas cuestiones le permitió erigirse en vanguardia del proletariado, en herramienta capaz de trocar el instinto de clase en consciencia política.

Los primeros esbozos lanzados por nuestro fundador Aguirre Gainsborg, seguidos por los avances político-organizativos logrados a partir de la Tesis de Pulacayo, la formidable experiencia del Bloque Minero Parlamentario, la revolución del 52, la asamblea popular del 71 y el Frente Revolucionario Antiimperialista. Se condensa en la figura de su histórico dirigente Guillermo Lora una obra sin equivalente en los aparentes continuadores del trotskismo, solo equiparable con los grandes maestros Marx, Engels, Lenin y Trotsky.

Paralelo a este proceso, no fueron pocos los inútiles intentos por capitalizar su autoridad, por apropiarse de sus progresos y, ante la imposibilidad, sus intenciones por destruirlo aislándolo internacionalmente y deformando sus luchas políticas. Asombrados y encandilados por las conquistas político-programáticas del trotskismo boliviano, los más diversos “continuadores” del trotskismo buscaron aferrarse al POR o romperlo en mil pedazos. Todos fracasaron en su intento.

Ni duda cabe que las organizaciones presentes en el III Encuentro León Trotsky son mayormente tributarias de las corrientes revisionistas que han abandonado los principios del bolchevismo, la propaganda por la revolución y dictadura proletaria, por el comunismo. Se convirtieron, objetivamente, en un verdadero lastre y obstáculo para la estructuración de fuertes secciones nacionales de la IV Internacional, retrasando la ya de por sí ardua tarea de poner en pie la herramienta histórica de la clase obrera, capaz de luchar consecuentemente por la revolución y la dictadura proletarias, desarmando política y teóricamente a miles y miles de valiosos militantes que se encuentran en sus filas.

Desde el POR reafirmamos una vez más que el trotskismo, como continuador del marx-leninismo, es la condición para combatir el avance de la barbarie capitalista que amenaza el futuro de la humanidad, y esa tarea no tiene caminos intermedios ni reconoce posibilidades si no se asimilan científicamente los errores y aciertos del pasado, con el método del materialismo dialéctico. El CERCI, es la única organización capaz de acometer esta formidable tarea que León Trotsky nos legó.

(Nota de MASAS n°467)

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