Bajo los dictados de Estados Unidos, la crisis mundial se amplía y profundiza
Bajo los dictados de Estados Unidos, la crisis mundial se amplía y profundiza
Al mismo tiempo que el Estado sionista de Israel persigue su objetivo de anexionarse la Franja de Gaza y Cisjordania, se recrudece la guerra en Ucrania y Trump hace avanzar su guerra comercial en todo el mundo. Estados Unidos está detrás y delante de todos estos acontecimientos catastróficos.
La carnicería de los palestinos, cercados en su pequeño territorio como en un gran campo de concentración, ha conmocionado al mundo por las muertes causadas por el hambre. Las buenas mentes humanitarias han tenido que reconocer que el pueblo palestino se enfrenta a un genocidio premeditado por el Estado de Israel. Ya no es posible convencer a una mente mínimamente cuerda de que la defensa de una nación oprimida es obra del antisemitismo.
La burguesía judía, apoyada por Estados Unidos y sus aliados, ha logrado demostrar en todas sus dimensiones que el sionismo histórico es obra del capitalismo de la era imperialista y de su descomposición. Por ello, el asedio económico, social y militar a los palestinos, instaurado, desarrollado y marcado a sangre y fuego, ha alcanzado el máximo nivel en forma de genocidio.
La esperanza y la ilusión de que el imperialismo, dirigido por Estados Unidos, estaría dispuesto a crear un Estado palestino, basado en los acuerdos de Oslo, ha quedado enterrada de una vez por todas. Las declaraciones de Francia, Reino Unido, Canadá y otros países a favor del fin de la guerra y el reiterado reconocimiento del derecho de los palestinos a un Estado carecen de toda credibilidad.
Estas maniobras en el terreno del propio imperialismo ponen de manifiesto la ampliación y profundización de la crisis en Oriente Medio, como parte del proceso general de antagonismos globales entre las fuerzas del capital monopolista y financiero.
La guerra en Ucrania se prolonga ya por tres años y cinco meses, sin solución a la vista. Al inicio de su mandato, Trump culpó al gobierno de Joe Biden de la invasión militar rusa del país vecino, declaró que estaría dispuesto a negociar algunas de las exigencias de Putin y presentó condiciones para que Ucrania soportara los miles de millones gastados por Estados Unidos en apoyo de la resistencia montada por el gobierno de Zelensky.
El presidente estadounidense llegó incluso a imponer un acuerdo por el que se concedía a Estados Unidos el derecho a explotar recursos minerales, en particular tierras raras. Sin embargo, no tardó en comprobarse que la maniobra del imperialismo estadounidense no contaba con el consentimiento de las potencias europeas, que eran y son partidarias de prolongar la guerra.
Un acuerdo con Rusia incluiría y debe incluir la participación de la Unión Europea. Siendo así, Putin tendría que retroceder en su pretensión de anexionarse la región ocupada por las fuerzas rusas. Con su superioridad militar, Rusia ha ido conquistando paso a paso el territorio del este de Ucrania y acercándose a Kiev. Las condiciones para un acuerdo exigidas por la Unión Europea, apoyada por la OTAN, significan que la derrota de Ucrania se convertiría, en el mejor de los casos, en una semivictoria para Rusia. El estancamiento se mantiene y las contradicciones económicas y geoestratégicas que llevaron a la guerra permanecen con la amenaza inicial de extenderse a Eurasia.
Trump acusa a Putin de no facilitar los pasos iniciales dados por Estados Unidos, reanuda el apoyo a Zelensky y prepara nuevas sanciones a Rusia. La OTAN se ha activado como guardiana. A la guerra comercial desatada por Trump se ha unido la declaración de su secretario general, Mark Rutte, de que los países que comercien con Rusia serán sancionados. China, India y Brasil, miembros activos de los BRICS, encabezan la lista Trump-Rutte. Sobre ellos recaen los aranceles más elevados y las amenazas de nuevos ataques económicos por parte de Estados Unidos.
En este terreno lleno de contradicciones y crecientes conflictos entre Estados-nación, destacan los bombardeos de Israel y Estados Unidos contra Irán y la escalada armamentística en Europa y Asia. La decisión de la Unión Europea de rearmarse y de ampliar la capacidad militar de la OTAN indica hasta qué punto el imperialismo se está preparando para una guerra mundial.
La justificación de que Rusia amenaza a Europa Occidental con su expansionismo oculta los objetivos del imperialismo de penetrar en Eurasia. Esto se demuestra gráficamente en las causas que llevaron a la guerra en Ucrania. Con el debido respeto, el mismo proceso puede verse en la intervención de Israel y Estados Unidos en la Franja de Gaza y en los ataques contra Líbano, Siria, Yemen y, sobre todo, Irán.
Cuanto más visibles se hacen los eslabones de esta cadena de enfrentamientos entre las fuerzas productivas y los Estados nacionales que desembocan en guerras, más urgente se hace la necesidad de que la clase obrera y los demás trabajadores se levanten con su programa y la estrategia de la revolución social.
La envergadura de la guerra comercial estadounidense saca a la luz la acumulación de crisis pasadas, no resueltas y aplazadas, y la peligrosa marcha de las tendencias belicistas.
Las fracciones más dispares de la burguesía mundial no tienen forma de desviar el curso del enfrentamiento de EEUU con China y Rusia. La adaptación de la Unión Europea a la guerra comercial de Trump, a pesar del descontento de Alemania y Francia, no fue una simple capitulación. Significó una acomodación cíclica de la burguesía europea para dejar el campo libre a Estados Unidos en su objetivo de doblegar a China y Rusia, guardianes de los intereses capitalistas nacionales en partes significativas de Eurasia. En este fuego cruzado se encuentran las naciones semicoloniales, que deben soportar el peso de la descomposición global del capitalismo.
Países como Brasil, México e India, que han alcanzado un mayor nivel de desarrollo y poseen abundantes riquezas naturales, tendrán que adaptarse a la ofensiva económica y militar de Estados Unidos y sus aliados imperialistas. El resultado será una regresión y una mayor sumisión al capital monopolista y financiero. Las masas trabajadoras sufrirán aún más de lo que ya han sufrido. Las cuestiones nacionales y sociales están estrechamente entrelazadas. Destacan frente a la estrategia del imperialismo en las condiciones de la desintegración de las relaciones capitalistas de producción y distribución.
El programa histórico del proletariado, en su esencia, se basa en la revolución social: derrocamiento del poder de la burguesía, derrota del imperialismo, transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social, economía planificada, superación de las fronteras nacionales y armonización de la vida social entre los pueblos. La clase obrera mundial se enfrenta a la tarea de unirse por el fin de las guerras de dominación, contra la guerra comercial y las tendencias belicistas encarnadas por el imperialismo, dirigido por Estados Unidos. Corresponde a los explotados en lucha levantar sus organismos de poder y organizar el frente único antiimperialista como instrumento de la revolución socialista.
En esta situación, existe una brecha entre el programa y la escasa organización de la clase obrera, debido a la ausencia del Partido Mundial de la Revolución Socialista. Reconocer la crisis de dirección es fundamental para que la vanguardia con conciencia de clase luche en el terreno del programa histórico del proletariado, que tiene sus raíces más profundas en la Revolución Rusa de Octubre de 1917, la construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la constitución de la III Internacional bajo la dirección de Lenin y Trotsky. La tarea de reconstruir la IV Internacional está guiada por la aplicación de su Programa de Transición. Corresponde al Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI) dirigir esta lucha.
(POR Brasil – Massas n°745)