La burguesía ha degradado y degenerado completamente la política mostrando toda su descomposición sin retorno
Tenemos un Presidente que invoca las “fuerzas del cielo” y que llegó a ese cargo potenciado por los shows de la televisión con sus delirios esquizofrénicos, disfrazado, motosierra en mano, destruyendo a palazos réplicas del Banco Central, insultando y provocando, prometiendo dolarización, diciendo que el peso era excremento, y que terminaría con la casta, entre tantas barbaridades y excentricidades que mezclaban desde racismo hasta homofobia con la reivindicación de la dictadura genocida. También sorteaba todos los meses su dieta como legislador y podía decir toda clase de disparates para mostrarse como “antisistema” adoptando ideas que definía como anarcocapitalismo y a la vez queriendo convertirse al judaísmo…
Como dijimos desde el principio no era un “loco suelto”. Tuvo más exposición en los grandes medios de comunicación que cualquier partido o candidato de los conocidos. Una fracción del gran capital alimentó esa presencia y facilitó todos los recursos para que pudiera presentarse electoralmente. Con su triunfo todos los sectores del gran capital nacional e internacional se sumaron, lo rodearon y le llevaron sus funcionarios. Apostaban a dar el gran golpe político pisoteando las leyes y la Constitución, rompiendo las regulaciones y controles que podían afectar sus negocios, consiguiendo mucho más de lo que aspiraban. El J.P. Morgan (el Banco más grande de EE.UU.) puso a 4 de sus hombres al frente del Ministerio de Economía y del Banco Central. Los candidatos de Macri se sumaron al gabinete. Era el momento de ir por todo, arrasando con los derechos de la mayoría, instalando un régimen de dictadura civil, tratando de eliminar toda barrera de resistencia. Las formas de la democracia burguesa estaban agotadas.
Semejante personaje también fue el producto del fracaso y la incapacidad de todos los partidos burgueses para defender la Nación y resolver los problemas de la mayoría que vio retroceder fuertemente sus condiciones de vida y de trabajo, que comprobó la miseria de sus promesas, de sus relatos, frustrándose una y otra vez. Milei logró recoger un “voto castigo” de un amplio sector que a la vez depositaba alguna ilusión de que esta vez podría ser diferente.
Fueron numerosas las denuncias de cuánto cobraban a los candidatos para sumarse a las listas de la Libertad Avanza y la corrupción que rodeó la presentación, modificación y votación de las leyes. Las cuestiones centrales de las leyes fueron redactadas y corregidas por estudios empresarios por fuera del Congreso, los legisladores no sabían siquiera qué decían las leyes que votaban. El Gobierno usó el chantaje del ahogo económico a las provincias para condicionar su apoyo a las leyes. Se formaron bloques aliados para garantizar la gobernabilidad y las leyes. Lo esencial para los legisladores y para los gobernadores era el mandato de los empresarios que se colocaban firmemente junto a Milei, su señal fue inconfundible. No hay una burguesía que resista, que cuestione y enfrente las órdenes del capital financiero internacional (ni la puede haber). Su pasividad, su cobardía, su sumisión frente al intervencionismo abierto y descarado del imperialismo norteamericano, como pocas veces en la historia, se traduce en los partidos y en todas las instituciones del Estado. La burocracia sindical que controla la CGT y la mayoría de los sindicatos expresa en su terreno este mismo condicionamiento. El FMI, la AmCham, la Embajada escriben las leyes que deben llevarse adelante y cuándo. Semejante obscenidad política se toma como un hecho natural. ¡Qué miserables y descompuestos!
Ante este cuadro miserable que ofrece la política, de oficialistas y opositores, nadie puede sorprenderse con los elevados índices de ausentismo en las últimas elecciones, con el bajísimo entusiasmo por ir a votar. Las campañas electorales con sus maniobras y mentiras, con sus noticias falsas, desalientan y confunden más. El FMI, los grandes capitalistas, sus medios de comunicación están refiriéndose todo el día, todos los días, a este tema. Les preocupa que la baja participación electoral quite legitimidad al gobierno y a los legisladores aunque en su miseria especulen a quién puede perjudicar más.
Los revolucionarios intervenimos en las elecciones haciendo campaña para ayudar a politizar a las masas, para contribuir a la desilusión en el voto (no hay tal “voto útil”, ni “voto castigo”, ni “como aprovechar el voto”) y en el Congreso, llamando a confiar exclusivamente en su propia organización, en sus propios métodos de lucha, en su propio programa. Luchamos por la independencia de clase señalando que debe gobernar la única clase que nunca estuvo en el poder, la clase obrera, y que para que sea posible debe levantarse acaudillando a la mayoría oprimida, protagonizando una revolución social que expropie los grandes medios de producción que son vitales para organizar y planificar la economía sobre otras bases, con la perspectiva de comenzar a construir el socialismo.
(Editorial de MASAS n°486)