CERCI

Combatir la ofensiva de Estados Unidos en América Latina y en el mundo con el programa, la política y los métodos de lucha de la clase obrera

Defensa incondicional de Venezuela y Colombia

Unidad latinoamericana en la lucha obrera antiimperialista

El objetivo de Trump de derrocar al gobierno de Maduro en Venezuela es explícito. Anunció la autorización de la CIA para actuar en territorio venezolano. Sin duda, fue una señal de que se están utilizando todos los medios para crear las condiciones para la intervención imperialista. Venezuela está prácticamente rodeada por destructores, aviones de guerra y unos 10 000 soldados. Estados Unidos presiona a los gobiernos más alineados con los intereses estadounidenses para que establezcan acuerdos para la instalación de bases militares. Es el caso de Ecuador y Argentina.

El Gobierno de Panamá cedió a las exigencias de Trump y anuló el Tratado Torrijos-Carter de 1977, que entregaba el control del Canal al país. En 2019, el Gobierno de Bolsonaro y el Congreso Nacional aprobaron el acuerdo que permitía a Estados Unidos utilizar la Base de Alcântara, en Maranhão, para el lanzamiento de cohetes. También es importante señalar la base de la Bahía de Guantánamo, perteneciente a Cuba y ocupada por Estados Unidos desde 1903. En el caso de Ecuador, el imperialismo estadounidense actúa sobre el gobierno ultraderechista de Daniel Noboa para restablecer el acuerdo militar, roto en 2009 por el gobierno de Rafael Correa. Y en Argentina, el gobierno de Milei se comporta como un sirviente, allanando el camino para un acuerdo de instalación de la Base Aérea en la Patagonia, siendo que las Islas Malvinas ocupadas por Inglaterra albergan fuerzas de la OTAN. En Paraguay, se está instalando una base militar estadounidense en la Triple Frontera. Este objetivo se estableció ya en 2019, cobró fuerza al final del gobierno de Bolsonaro y ahora Trump fuerza al gobierno de Paraguay a concretar el plan.

El Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos (Southcom) esta orientado a recrudecer el cerco a Venezuela y Colombia. Recientemente, el almirante Alvin Hosley fue destituido del Comando Sur en medio de conflictos políticos que surgieron a raíz de los bombardeos aéreos que alcanzaron a embarcaciones procedentes de Venezuela y Colombia. La vergonzosa justificación de que Estados Unidos pasó a combatir el «narcoterrorismo» en aguas internacionales, porque estaría en posición de legítima defensa del país, en realidad se trata de la prepotencia y la arbitrariedad típicas del intervencionismo imperialista. La destrucción de embarcaciones y las 37 muertes divulgadas son solo una señal de que hay claras intenciones de que Trump está dispuesto a provocar una guerra en América del Sur atacando a Venezuela. Se ha desencadenado una operación militar en el Mar Caribe y en el Pacífico en las inmediaciones de Venezuela y Colombia. Aún se desconocen cuáles serán los próximos pasos y el ritmo de la agresión. Pero todo indica que la crisis mundial tiende a agravarse con la guerra comercial desatada por Estados Unidos contra China.

El imperialismo estadounidense está en una cruzada para alinear a América Latina en torno al freno del ascenso económico mundial de China. Los gobiernos venezolano y colombiano son los principales objetivos, porque actúan como nacionalistas y necesitan las relaciones económicas con China. Sin embargo, no se puede desvincular al resto de los países latinoamericanos de la red de conflictos que se ha tejido con la proyección de la economía china, que avanza en todos los continentes mientras Estados Unidos retrocede.

El caso particular de Brasil, Argentina y México es que tienen un papel económico significativo, que pesa en la balanza de los alineamientos surgidos en las entrañas de la guerra comercial y la escalada militar. Trump cuenta con el gobierno de Milei, que puede ayudarlo en las rupturas y los enfrentamientos contra el comercio y los capitales chinos. El problema es que el gobierno ultraderechista de Argentina se ahoga en la crisis política, que ha adquirido nuevas dimensiones con el fracaso de las directrices económicas de Milei y la resistencia de los explotados. El gobierno de México se mueve en zigzag, tratando al mismo tiempo de proteger la economía del país, extremadamente dependiente de Estados Unidos, y de no contrariar frontalmente los dictados de Trump. Brasil se enfrenta a los altos aranceles y a las sanciones dirigidas contra las autoridades brasileñas, consideradas perjudiciales para los intereses estadounidenses. La apertura de un canal de negociación, hasta ahora cerrado por el gobierno de Trump y deseado por la burguesía brasileña, no puede dar lugar a un alejamiento de China y a un realineamiento con la guerra comercial dirigida por Estados Unidos.

El contenido y el ritmo de los conflictos de los países latinoamericanos con Estados Unidos van surgiendo a medida que la confrontación de Estados Unidos con China se mueve en el terreno de las relaciones internacionales. Este proceso está condicionado por el hecho de que renunciar a las relaciones logradas hasta ahora con China resulta en un estrangulamiento económico. En particular, la economía brasileña no puede prescindir del comercio con China y de las ofertas de capitales para invertir internamente en sectores productivos. Es en este contexto que una intervención militar de Estados Unidos en Venezuela provocaría un gran desequilibrio en la frágil balanza entre los países de América Latina.

Sin embargo, no se trata de disputas aisladas en el continente latinoamericano. Oriente Medio sigue convulsionado por la intervención militar de Israel en la Franja de Gaza. El acuerdo de alto el fuego se muestra prematuramente frágil y destaca el objetivo de Estados Unidos de anexionar Cisjordania y acabar con la resistencia palestina en la Franja de Gaza. La «guerra de 12 días» contra Irán no logró el objetivo de Estados Unidos e Israel de derrocar el régimen político nacionalista. La inestabilidad persiste en Siria, Líbano e Irak.

En Europa, la guerra en Ucrania no puede apaciguarse de acuerdo con las directrices de Estados Unidos y las necesidades del imperialismo europeo. Los gobiernos y sectores de la burguesía más comprometidos con la adhesión de Ucrania a la Unión Europea, principalmente Inglaterra, Alemania y Francia, impulsan una escalada militar claramente orientada a la preparación de una guerra con Rusia. La reciente decisión de Trump de recrudecer las sanciones económicas a Rusia y la desesperación del Gobierno ucraniano por acceder a armas de largo alcance y capacidad destructiva, como los misiles Tomahawk, suponen un retroceso en los intentos de Trump y Putin por llegar a algún tipo de acuerdo de alto el fuego. Al mismo tiempo, aumentan los enfrentamientos entre Estados Unidos y China en torno a las materias primas, las tecnologías y la producción de componentes de la cadena tecnológica.

En conjunto, estos factores económicos, políticos y militares ponen de manifiesto que la crisis mundial está en pleno desarrollo, sin indicios de retroceso. Un respiro en Oriente Medio sería favorable para que Estados Unidos se concentrara en su guerra comercial con China y en su determinación de imponer un interregno en la guerra de Ucrania.

En todas partes, las crisis políticas se agravan y surgen movimientos de los explotados. La huelga general en Italia y las innumerables manifestaciones por el fin del genocidio en la Franja de Gaza se proyectaron como un síntoma de la lucha de clases. Las protestas masivas en Estados Unidos contra las medidas dictatoriales de Trump se suman a la tendencia de las masas a responder con acciones directas a las expresiones políticas desencadenadas por la descomposición del capitalismo y la creciente barbarie social.

La clase obrera tropieza en sus propias organizaciones, que son los sindicatos estatizados y corrompidos por la política de colaboración de clases. Se resiente de la ausencia del partido revolucionario o de su estado embrionario. Esta contradicción no impide que los explotados se levanten en defensa de sus necesidades y que de la situación objetiva de la crisis mundial surja el programa de la revolución social. Este es el camino por el que transita la lucha antiimperialista y anticapitalista. Por donde se levantará el frente único antiimperialista, con la organización revolucionaria dirigida por la política del proletariado.

(POR Brasil – Editorial del periódico Massas n.º 751)