El Congreso es una cueva de bandidos, responsable del saqueo del país, de las leyes antiobreras

También incapaz e impotente ante la impunidad con que se robaron el país

Los legisladores no son los “representantes del pueblo”, aunque lleguen a sus cargos por el voto popular. Ellos no representan a quienes los votaron, representan a los capitalistas más poderosos, por eso no hay una Ley que revierta el saqueo de las empresas públicas, el endeudamiento parasitario. No pudieron controlar que se utilizara el aparato del Estado para perseguir, espiar y extorsionar a opositores políticos y sindicales. No pudieron controlar que usaran el aparato del Estado para saquearlo.

¿Para qué sirve entonces? Para hacer creer a la población de que hay democracia. Que ahí se pueden resolver los problemas urgentes de la mayoría. El Congreso es una institución del Estado burgués, de la dictadura del capital. Si alguna ley o parte de una ley no es del gusto de los grandes capitalistas se la boicotea, se la desconoce, se busca cómo limar sus alcances, o simplemente queda como letra muerta. Todavía hay leyes de la dictadura vigentes, que no se anularon. No olvidar que ante casos conflictivos el Poder Ejecutivo, el Gobierno, puede vetar total o parcialmente una Ley y no promulgarla.

No hablamos de que algún legislador pueda honestamente creer que ahí defiende el interés de quienes lo votaron y actúe en consecuencia. Su papel queda diluido en el papel general que juega la Institución. Y si no denuncia qué papel miserable juega el Congreso de conjunto estará ayudando a preservar su imagen, contribuyendo a la ilusión de que si hubiera mejores legisladores o estuvieran más controlados esa institución podría ser utilizada a nuestro servicio.

La tendencia de la burguesía en todo el mundo es hacia el autoritarismo, a eliminar hasta los vestigios formales de democracia burguesa.

Nadie conoce cómo se eligen, en dónde, con qué criterios, en qué orden, los candidatos que integran las listas que podrán “elegir”. Son los grandes medios de comunicación, las encuestadoras, los empresarios, los que ponen a sus candidatos. Los partidos políticos se han desfigurado, hace décadas que no discuten los problemas más importantes del país, no hay debate de programas, de ideas. No se selecciona a los mejores por su capacidad y por su militancia. Son elegidos por algún dedo que decide. Y cuando no pueden conciliar todas las aspiraciones de sectores poderosos recurren a las Paso para dirimir quién debe encabezar las listas, pero no cambia el mecanismo de selección de candidatos.

En estos días estalló otro escándalo de seguimiento de inteligencia del macrismo a sus opositores con datos precisos del avión que usaron los candidatos del Frente de Todos para viajar a un acto en Mendoza, quiénes fueron cuál el costo del viaje, a qué hora salieron, cuándo volvieron. Sin escandalizarse que el avión de matrícula norteamericana es propiedad de Manzano que se queda en estos momentos nada menos que con Edenor… Así financian los empresarios las campañas electorales que luego se cobran con creces.

La izquierda democratizante se cuida muy bien de no realizar una crítica esencial, de clase, al Congreso al que aspiran incorporar algún legislador. No quieren asustar a la clase media a la que se dirigen y que tiene los mayores prejuicios “democráticos”.

El POR no interviene en estas elecciones en listas, en frentes o con candidatos. No porque considere que no hay que intervenir en la campaña electoral y en las elecciones. Si no porque no cuenta con la legalidad para poder hacerlo. Si tuviera candidatos diría exactamente lo que estamos diciendo aquí, lo que decimos en cada periódico, en cada volante. ¿Y para qué intervendríamos en la campaña?

Las elecciones son un terreno de propaganda de ideas. Es un terreno donde debemos mostrar la superioridad ideológica de la clase obrera para resolver los problemas de la sociedad. Es un terreno donde debemos poner énfasis en las cuestiones estratégicas. Rechazamos cualquier excusa de que las masas “no entienden” o “están despolitizadas” para no hablar claro.

Se ha recorrido un período único en la historia de nuestro país de casi 40 años de democracia burguesa continuada, en lo que refiere a la existencia de un Congreso y elecciones regulares. Las crisis políticas más agudas de la burguesía han sido resueltas por la vía institucional (Alfonsín adelantando la entrega del gobierno en 1989, reforma constitucional en 1994 para permitir otro mandato a Menem, la caída de De la Rúa).

Es el período de mayor ataque a las conquistas de los trabajadores, es el período de mayor saqueo de nuestras riquezas, de fuga de divisas, de corrupción extraordinaria. El Congreso no sólo es maquillaje democrático, es cómplice y responsable de todos esos ataques mostrando su carácter antiobrero y antinacional.

 

(nota de MASAS nº399)

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