Brasil: Recuperar el terreno perdido por la clase obrera frente a la brutal ofensiva de la burguesía

Desde hace algún tiempo, el movimiento sindical viene sufriendo la caída del número de afiliados a los sindicatos. Este hecho no es particular de Brasil. La tendencia de reducción de trabajadores sindicalizados se manifiesta desde hace décadas en todos los países. La OCDE, organismo del imperialismo, divulgó una encuesta que involucra a los 36 países que la componen, en el período de 1975 a 2018. Afirma que la tasa de sindicalización pasó del 33% al 16%. Entre las razones de la llamada «caída de la densidad sindical» señala: 1) la desindustrialización; 2) el «achicamiento» del sector manufacturero; 3) la expansión de formas flexibles de contratación laboral; 4) la disminución de empleos en el sector público, entre otras. Según la investigación, los jóvenes que entran en el mercado laboral no son colocados por la sindicalización. Dice que, de los países estudiados, sólo el 7% de los jóvenes están sindicados.

Es un hecho que el proceso de desindustrialización se viene intensificando en Brasil, aunque con particularidades distintas de lo que ocurre en las potencias que exportan sus industrias a países y regiones donde los capitalistas cuentan con un valor mucho menor de fuerza de trabajo y subsidios estatales. Al mismo tiempo, han crecido los sectores de servicios, donde el número de sindicalizados históricamente siempre ha sido menor, y donde prevalece un trabajo más precarizado.

En Brasil, el crecimiento de la tercerización, los contratos temporales/intermitentes, las plataformas y aplicaciones, el home office, etc., formas en las que prevalece el empleo a corto plazo, están en la base de la reducción de la sindicalización. Sin embargo, la privatización ha ganado terreno y los funcionarios públicos han sido sustituidos por diversas formas de contratación, como la tercerización, los interinatos y la educación por el sistema EaD (Educación a Distancia).

El alejamiento de los trabajadores de los sindicatos, en realidad, no puede explicarse sólo por las condiciones impuestas por los capitalistas, los gobernantes y los cambios en los procesos productivos, la llamada «reestructuración productiva». Las razones objetivas, pro-capitalistas, se entrelazan con las de naturaleza subjetiva, que conciernen a la política de las direcciones sindicales. Las condiciones de precarización, en realidad, exigen mayor sindicalización, y no lo contrario, como ocurre. En cualquier circunstancia de explotación laboral, los explotados sólo pueden contar con los sindicatos para defenderse en el marco del capitalismo. La despolitización de las masas trabajadoras y la atomización de la fuerza de trabajo es una expresión de la política de la burocracia sindical que se ha adaptado profundamente al capitalismo en descomposición.

El capitalismo atraviesa su fase de destrucción de las fuerzas productivas y de aumento de la concentración monopolística de la producción. La desindustrialización – materializada por el cierre de fábricas en determinadas ramas productivas, el despido de millones de trabajadores, el crecimiento del ejército de desocupados, etc. – ha sido una de las causas fundamentales del vaciamiento de los sindicatos. Los sindicatos fueron creados por los trabajadores y sirvieron como instrumentos de protección de la fuerza de trabajo frente a la explotación capitalista. Sin embargo, este carácter de lucha ha ido perdiendo terreno, frente a la política de las direcciones sindicales, abiertamente contraria a la lucha de clases y de servilismo al Estado. Las patronales y sus gobiernos, para descargar la crisis económica sobre la mayoría explotada, ya no enfrentan la resistencia de los trabajadores, organizada por los sindicatos.

Los explotados, a su vez, comenzaron a alejarse de sus instrumentos de lucha, confundiendo los sindicatos con sus direcciones. Los trabajadores mayores que mantenían la tradición sindical se jubilaron y los jóvenes trabajadores, en gran parte, llegó al mercado de trabajo impregnada de la ideología burguesa de la competencia, la meritocracia, la remuneración determinada por incentivos individuales y los diversos prejuicios de una educación totalmente divorciada de la producción social.

Para hacer frente a semejante campaña ideológica, era necesario que los sindicatos estuvieran bajo el mando de direcciones clasistas y revolucionarias. Pero lo que ha ocurrido y está ocurriendo es lo contrario. Cada vez más, los sindicatos están controlados por direcciones que rechazan las posiciones socialistas, eliminan la democracia obrera, persiguen a los opositores y engañan a los explotados con que es posible armonizar capital y trabajo. Es una burocracia que ha dejado de lado las reivindicaciones vitales de puestos de trabajo, salarios y derechos, y ha pasado a defender las reivindicaciones de los capitalistas, como la reducción de los tipos de interés, el aumento de las subvenciones a las multinacionales, etc. La casta burocrática asumió la flexibilización capitalista del trabajo, como si fuera un medio de defensa de los empleos (despidos, bancos de hora, etc.). La prevalencia de políticas corporativistas, las divisiones de los organismos sindicales, la aceptación de la ley antihuelga que castiga a los luchadores y criminaliza a los sindicatos, los acuerdos de despido y la naturalización frente a contrarreformas como la laboral y la de seguridad social, son hechos que contribuyen a alejar a los trabajadores de sus sindicatos. Cuando esta conducta burocrática sale a la luz, una parte despolitizada de la población no ve el sentido de sindicalizarse y actuar para derrotar a la burocracia sindical.

La situación no es aún más drástica porque buena parte de los sindicatos se han transformado en agencias de prestación de servicios, desde colonias de vacaciones hasta seguros médicos. La sustitución de la función del sindicato de luchar en defensa de su propio programa por el asistencialismo expresa la penetración de la política estatal burguesa en el interior de las organizaciones sindicales.

La lucha por recuperar los sindicatos del control de las camarillas burocráticas pro-empresarial es una tarea fundamental para la vanguardia con conciencia de clase. Esta tarea depende de la penetración de las ideas revolucionarias en el corazón de la clase obrera y de los demás trabajadores. Esto implica el trabajo sistemático del Partido Obrero Revolucionario en los diferentes lugares de trabajo, en particular entre el proletariado de las fábricas. La desorganización y despolitización de la clase obrera actúa como un bloqueo de los instintos de revuelta del proletariado, pero no los elimina. La necesidad de unirse para defenderse de los ataques sistemáticos de la clase capitalista lleva a los explotados a abrazar las reivindicaciones más sentidas, a reaccionar contra la política colaboracionista de las direcciones y a saltarse el aparato burocrático. Por eso, la defensa de las reivindicaciones más elementales debe ser llevada a cabo sistemáticamente por la vanguardia con conciencia de clase, para empujar la lucha de clases hacia la estrategia revolucionaria del proletariado, que es el derrocamiento de la burguesía del poder y la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social. Así, los sindicatos pueden recuperarse como instrumentos auxiliares de la revolución proletaria.

(POR Brasil – Masas nº 692)

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