Declaración del CERCI: Nuevo plan de la OTAN

Sólo el proletariado organizado puede detener la ofensiva imperialista contra Rusia y China

La cumbre de Madrid, celebrada por la OTAN, expresa el estado más avanzado de descomposición del capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial. Se desarrolla en las condiciones de más de cuatro meses de bárbaro enfrentamiento militar en Ucrania, el recrudecimiento de la crisis económica mundial, la proyección de la miseria y el hambre en la mayor parte del mundo y, sobre todo, el surgimiento del espectro de una tercera guerra mundial

Estados Unidos, como no podía dejar de ser, está al frente del cerco económico-militar a Rusia, la utilización del pueblo ucraniano como carne de cañón, la presión por la escalada militar en Europa y el mundo, y de la cumbre de Madrid. La burguesía imperialista y el gobierno estadounidense son los principales responsables de la guerra en Ucrania y de su continuación sangrienta y destructiva. Pero solo pueden estar al frente de la escalada militar porque cuentan, principalmente, con la ayuda de las potencias europeas, en particular de Inglaterra.

La intervención rusa en Ucrania -precedida de conflictos en 2014 por la entrada de la ex república soviética en la Unión Europea y la OTAN y la guerra civil separatista en la región de Donbass- refleja el recrudecimiento de la guerra comercial, encabezada por Estados Unidos, cuyo el combate frontal se centra en China. La propaganda imperialista, de que se trata del choque entre “la democracia y los valores occidentales civilizados” con los “regímenes dictatoriales y contrarios a los derechos humanos”, encubre las verdaderas causas de la transformación de la guerra comercial en guerra militar.

El declive económico y la regresión de la hegemonía norteamericana lograda en la Segunda Guerra Mundial, con la nueva partición del mundo y con el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa y Japón, empujan a sus monopolios y su pujante industria bélica a defender posiciones estratégicas frente a China y Rusia fundamentalmente. La victoria de la “Guerra Fría” contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que se derrumbó a fines de 1991, y contra China, que abrió sus puertas a la penetración de las multinacionales, impulsando el proceso de restauración capitalista, no fue suficiente.

El imperialismo, impulsado por la descomposición global del capitalismo, necesita y actúa para que los dos países que llevaron a cabo la revolución proletaria caigan de rodillas y sirvan de instrumentos para el mantenimiento de la hegemonía norteamericana y del orden internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial.

Las fuerzas productivas, reconstituidas después de la devastadora hecatombe –es bueno no olvidar el bombardeo atómico de Japón por parte de las fuerzas aéreas estadounidenses– están en abierta contradicción con las relaciones capitalistas de producción y con las respectivas fronteras nacionales en las que están arraigadas. Las derrotas del proletariado, el impulso de la burocracia estalinista hacia la restauración capitalista, la liquidación de la URSS y la inmersión de China en el proceso general de restauración impidieron que se resolvieran estas contradicciones, desbloqueando el desarrollo de las fuerzas productivas.

El recrudecimiento del cerco del imperialismo a Rusia, la guerra en Ucrania, la magnitud de la guerra comercial contra China y, ahora, la Cumbre de Madrid son claros indicadores de que constituyen uno de los más puntos más altos de desequilibrios y rupturas en el orden mundial, después de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, el espectro de una Tercera Guerra asoma en el horizonte.

Es necesario seguir con atención el movimiento catastrófico de la reanudación de las contradicciones del capitalismo en su última fase, que es la del imperialismo. Estas contradicciones fueron la base de las dos guerras mundiales, la destrucción masiva de las fuerzas productivas y el fortalecimiento de la dominación del imperialismo sobre la mayoría de las naciones oprimidas. Estas contradicciones han dado lugar no sólo a guerras, sino también a revoluciones y contrarrevoluciones.

Los retrocesos y quiebras en los avances del proletariado mundial, ambos en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, constituyen el mayor peligro para la humanidad. La razón es que solo las revoluciones proletarias, y por tanto la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social y la liberación de las naciones oprimidas, que son la gran mayoría, pueden frenar la marcha de la guerra comercial y la escalada militar.

Las deliberaciones de la cumbre de Madrid -en respuesta a la intervención rusa en Ucrania y la alianza, aunque frágil, de Pekín y Moscú, así como la persistencia de China en mantener su marcha comercial ascendente y la conservación de Hong Kong y Taiwán como sus territorios históricos- pusieron al descubierto un plan de guerra. La revisión del “Concepto Estratégico” para la próxima década apunta a Rusia y China. Rusia atentaría contra la “estabilidad y la paz”, levantándose como la “amenaza más significativa y directa” para los aliados de EE.UU. Y China actuaría como un “competidor sistémico”, lo que pondría en peligro el orden controlado por las potencias.

En base a esta tesis, propia de la “Guerra Fría”, la cumbre de Madrid aprobó el refuerzo de las “fuerzas en alerta”, la instalación de la primera base militar permanente de EE.UU. en el Este, la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN y aumentar la capacidad financiera de la institución. Este último punto implica el cobro de una contribución del 2% del PIB de cada uno de sus 30 miembros. La previsión, por lo tanto, es aumentar el gasto militar. Este objetivo está en consonancia con la escalada bélica europea y mundial.

Esta vez, a la reunión de la OTAN asistieron Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Se amplió la participación de los países asiáticos con el objetivo de ampliar el radio de acción de este brazo armado norteamericano, diseñado para actuar en el Continente Europeo.

En septiembre de 2021, Estados Unidos, Inglaterra y Australia sellaron el llamado acuerdo Aukus. El pacto permitirá a Australia construir submarinos atómicos de última generación. La fuerza marítima de la Alianza permitirá vigilar la región del Indo-Pacífico y controlar la ruta comercial de China, así como establecer un cerco militar, como ha hecho Estados Unidos con la OTAN en las fronteras de Rusia. El plan militar del imperialismo estadounidense para integrar sus capacidades bélicas, abarcando Europa y Asia, es bastante claro.

Por eso, Estados Unidos y sus aliados europeos se apresuraron a integrar a Finlandia y Suecia en la OTAN. No fue difícil convencer a Turquía de que levantara su veto. El dictador Tayyip Erdogan aprovechó para exigir a Suecia que deje de proteger a los “terroristas” kurdos –en realidad, guerrilleros kurdos que luchan por el derecho a la autodeterminación–, para extraditar a los líderes que han huido a Suecia y ayudar al Gobierno turco a luchar contra la nacionalidad insurgente. Suecia es un importante productor y exportador de armas sofisticadas. Está interesado en compras de la OTAN y sus países miembros, incluida Turquía. El gobierno sueco no tiene motivos para permanecer en su posición histórica como nación neutral.

Es absolutamente claro que la población mundial, compuesta en su gran mayoría por proletarios, campesinos y clase media, enfrenta un embate militar, lo que permite sospechar que el imperialismo se encamina a provocar un cataclismo mundial. El asedio de la OTAN a Rusia y la subsiguiente guerra que devasta Ucrania son la punta del iceberg de la crisis mundial, que tiende a enfrentar aún más naciones contra naciones, pueblos contra pueblos.

Las huelgas que comenzaron a marcar la situación política en Europa después de la pandemia, en las condiciones de la guerra en Ucrania y el aplastamiento de las condiciones de existencia de los explotados, son síntomas de la efervescencia de las tendencias objetivas de lucha en el seno de las masas oprimidas. Estas tendencias también se ven en América Latina y en otras partes del mundo. Todo indica que aumentarán con la extensión de la crisis económica y social. Corresponde a la vanguardia con conciencia de clase apoyarse en las necesidades más apremiantes y las tendencias más profundas y apremiantes de los asalariados y los campesinos pobres.

Se trata de luchar por un programa de los explotados y avanzar hacia la lucha por la revolución proletaria, con la estrategia de la dictadura del proletariado y con las bases marxistas del internacionalismo revolucionario. No hay otra forma de detener la marcha del imperialismo hacia conflagraciones militares más amplias que no sea combatir con el programa de expropiación del gran capital y la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social. Es en este campo de confrontación con el imperialismo y las burguesías nacionales que el proletariado recuperará las conquistas perdidas por la contrarrevolución, constituirá nuevas organizaciones independientes y dará pasos firmes en la tarea de superar la crisis de dirección. El objetivo estratégico que encarna la vanguardia marxista-leninista-trotskista es reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional.

Ante la descomposición del capitalismo, la guerra de Ucrania y la última embestida del imperialismo en la cumbre de Madrid, el Comité de Enlace para la Reconstrucción de la Cuarta Internacional mantiene su campaña internacionalista y levanta en alto sus banderas: fin de la guerra en Ucrania, desmantelamiento de las bases militares de la OTAN y EE.UU., levantamiento de las sanciones económicas y financieras a Rusia; autodeterminación, integridad territorial y retirada de las tropas rusas de Ucrania. ¡No a la sumisión de Finlandia y Suecia a la estrategia de guerra de Estados Unidos! ¡Incumplimiento de todos los acuerdos y pactos militares entre los propios países miembros de la OTAN! ¡Fin del asedio militar a Rusia y China!

05-07-2022

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