En medio de la peor crisis económica y social el gobierno confirma que quiere pagar la deuda externa

La presentación de la oferta el jueves 16, estuvo dirigida a los acreedores y también a la sociedad, mostrándose junto a los gobernadores opositores y todos los sectores que integran el gobierno, dando la idea de unidad nacional, que ante la pandemia y ante la deuda, “estamos todos unidos”. Que no hay otra salida que la que ofrece la burguesía.

El gobierno arrancó su gestión colocando como prioridad el pago de la deuda externa y todas las medidas económicas estuvieron guiadas por ese objetivo, respetando los lineamientos generales del FMI. Todos los compromisos de deuda con el exterior, hasta hoy, fueron cumplidos, pagando, pese a las débiles reservas del Banco Central.

Esta política entró en crisis porque quedó evidente que la economía no salía del pozo recesivo. Se agravó por el coronavirus y las medidas excepcionales que debieron adoptar.

Todos saben que la deuda es una gigantesca estafa contra la nación, que toda la deuda tomada, a altísimas tasas fue para hacer la bicicleta financiera y fugar divisas. Ningún préstamo fue tomado para realizar obras. Es todo especulación, todo parasitismo. Lo que corresponde es que toda la deuda externa debe ser desconocida y no pagada, que todos los dólares que genera la economía sean utilizados para su desarrollo, ahora y siempre.

La deuda que se está negociando es sólo una parte de la deuda externa, mayormente con los fondos de inversión, NO incluye la deuda con el FMI. Las deudas en dólares u otras monedas, con acreedores privados suma alrededor de US$90.000 millones. Y, de ese total, un poco más de US$66.000 millones habían sido emitidos bajo legislación internacional. Este es el monto sobre el que se está presentado la negociación.

Lo esencial de la presentación del gobierno es confirmar que quiere pagar la deuda externa, que quiere evitar el default. Por eso la respuesta inmediata de los “mercados” fue la subida en la cotización de bonos y acciones en la bolsa. Esos bonos que se cotizan hoy entre 25 y 30% de su valor nominal se elevarían hasta 35/40%.

¿Por qué realizar esta propuesta en este momento, en medio de la crisis mundial? Para evitar el pago de los próximos vencimientos. Si no pagaba se declaraba el default formal de la deuda. De esta forma, si los acreedores rechazan la oferta del gobierno, y el gobierno no paga, igualmente entrará en default pero con la “ventaja” jurídica de que quiso evitarlo ofreciendo una forma de pago. Son artimañas jurídicas, que no pueden ocultar lo esencial: Que se quiere pagar una deuda fraudulenta.

Es un engaño hablar de una quita del 60% de la deuda, cuando la oferta mejora el valor actual de los bonos y el capital sólo será afectado por una quita en promedio del 5%. Los bonos de la deuda ya están fuertemente desvalorizados. El gobierno no informa cuánto ya han cobrado los acreedores sobre esos bonos que hoy se pretenden refinanciar. Sospechamos que no hay una pérdida real, apenas una ganancia inferior a la esperada. Es una trampa hablar de “quita” de la deuda cuando todos sabemos que esa deuda fue un artificio de los especuladores para especular y fugar divisas. ¿De qué quita hablan? Si el gobierno va a terminar reconociendo y pagando una deuda que no es tal.

¿Qué están proponiendo? Una miserable quita del 5% del capital. Los acreedores se han sorprendido porque esperaban una quita mayor y 4 años de gracia en vez de los 3 años que plantea el gobierno. Esto significa que durante 3 años no habría pagos, postergando para 2023 el comienzo de los pagos.

El recorte importante apunta a reducir la tasa de interés, extraordinaria, con que fueron pactadas esas deudas. Los nuevos bonos establecen nuevos vencimientos entre 2030 y 2047.

Los acreedores presionan para que la tasa de interés sea superior y los plazos del bono aceptable. Presionan por conocer cómo hará el gobierno para pagar esos bonos. Preguntan cuál es el plan económico, qué ajustes se harán para poder asegurar que en el futuro esos bonos si serán pagados, cuál es el acuerdo con el FMI, etc.

Todos los medios de comunicación bajo control del capital financiero anuncian que si el gobierno no mejora la oferta será rechazada y colocará al país nuevamente en default. Todos ellos también vienen haciendo campaña a favor de los acreedores y en contra de la aplicación de un impuesto a las grandes fortunas.

El diario La Nación dice: “Un default virtual nos volvería a desenchufar del mundo”. “La agenda del Gobierno es o debería ser evitar el default”. Dice Clarín en su tapa: “los analistas de Wall Street consideran que el Gobierno va a tener que hacer alguna concesión si quiere evitar el rechazo de los acreedores”. El país está en default real desde principios de 2018 cuando ningún banco le quiso prestar un dólar más a Macri, y tuvo que convocar al FMI para que lo socorra.

¿Por qué tanto interés de todas las fracciones de la burguesía en que se reconozca y pague la deuda? Porque necesitan que en algún momento el país recupere la capacidad de endeudarse, que aparezcan los dólares para poder comprarlos y fugarlos del sistema, como es su costumbre. Porque las grandes empresas toman préstamos del exterior y si Argentina no regulariza, no conseguirán préstamos o los conseguirán pagando altísimas tasas de interés.

El gobierno no está defendiendo el interés nacional. Está defendiendo el interés de las grandes corporaciones, de los bancos, que genera roces con un sector del capital financiero. No dejemos que engañen a la sociedad. Que los sectores más recalcitrantes del capital financiero critiquen la política del gobierno o esta oferta no quiere decir que estén defendiendo nuestro interés. Es claro que no hay cómo pagar la deuda tal como está contratada, es absolutamente impagable. Es también claro que el margen para hacer más ajustes para poder pagar la deuda es inviable. Entonces lo que se negocia es cómo pagar en cuanto haya excedentes que lo hagan posible.

Así lo hizo el kirchernismo. Si con Macri se fugaron US$100 mil millones, bajo los gobiernos kirchneristas se “fugaron” US$200 mil millones en concepto de pagos de capital e intereses. Una masa de riqueza que hubiese bastado, por ejemplo, para desarrollar Vaca Muerta sin la injerencia de ninguna multinacional petrolera, y mucho más. Se terminó pagando más que lo que se debía en 2001. Por el camino de Alberto Fernández llegaremos al mismo lugar.

Por supuesto que están los buitres de siempre, que no quieren ninguna negociación, que compran los bonos bien baratos y esperan a que el gobierno incumpla algún compromiso para iniciar juicio y tratar de cobrar 100 por lo que compraron por 25.

El gobierno todavía no dice qué hará con el resto del endeudamiento, que tiene un gran peso y que también genera una carga de intereses extraordinaria. Dice que intentará desdolarizar toda la deuda en el futuro y que el Estado se financie en pesos. Pero esto no resuelve el problema. Ciertamente es mejor si no se utilizan los dólares para pagar deudas, pero el problema sigue siendo la especulación y el parasitismo del sistema bancario privado. Los países con alta proporción de endeudamiento en su moneda –como Brasil- tienen un problema similar porque los intereses de esa deuda representan una parte extraordinaria de su presupuesto.

Sólo la clase obrera tiene una política de defensa de la soberanía nacional, de defensa del interés de la mayoría oprimida. Es la única que no tiene ataduras con la propiedad privada. La única decisión soberana es desconocer toda la deuda externa y todos los acuerdos con el FMI, cómplice necesario del endeudamiento monumental. El camino es estatizar la banca y el comercio exterior, para terminar con toda clase de especulación, para destinar todos los recursos de la economía a su desarrollo. Para poder imponerlo, la clase obrera debe independizarse políticamente, construir su partido revolucionario, recuperar los sindicatos y aplicar sus propios métodos de lucha para arrancarle el poder a la burguesía parasitaria.

La pandemia ha puesto al desnudo la extraordinaria crisis económica y política a que ha llevado el capitalismo, colocándonos ante el abismo de la barbarie. Es hora de comprender que tenemos que terminar con este régimen, con la gran propiedad privada de los medios de producción, para empezar a reordenar la sociedad sobre otras bases, socialistas.

(nota de MASAS nº 368)

 

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