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3,7 millones de puestos de trabajo destruidos en un año. Sólo la lucha del conjunto del movimiento obrero puede imponer una solución a este flagelo.

El mercado laboral fue arrasado por la crisis económica y sanitaria. Este es el peor flagelo que sufrimos, sin duda.

Los principales afectados fueron los más precarizados e inestables. El 83% de los puestos destruidos se produjeron en el sector informal, asalariados y trabajadores por cuenta propia.

Entre abril y junio de 2020 tuvo lugar un aceleramiento en la destrucción de puestos de trabajo: se contabilizaron 3,7 millones de personas ocupadas menos en todo el país en relación al año pasado, (informe del Cetyd-Idaes, -Universidad Nacional de San Martín-).

Entre los trabajadores informales, el empleo cayó un 44% y entre cuentapropistas cayó 28%. Así, el país se encuentra entre los más afectados por la pandemia. El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), un pequeño subsidio que se entrega mes por medio apuntó a tratar de contener la situación dramática, pero es absolutamente insuficiente.

Si no hubo una mayor cantidad de despidos entre los trabajadores formales es por los subsidios multimillonarios del Estado a los empresarios afectados por las medidas sanitarias, pagando una parte de los salarios y reduciendo las contribuciones patronales.

Cada crisis nos deja más precarizados, más desocupados, más subocupados, con mayor retroceso del poder adquisitivo del salario, más empobrecidos.

Informaron en estos días, además, el record de probreza, que alcanza oficialmente casi al 41% de las personas y que calcula cuántas personas no pueden comprar sus insumos básicos. También estiman que el 60% de los niños son pobres. Sin embargo, el concepto de pobreza es otro, incluyendo entre los insumos básicos todos los gastos de vivienda, educación, salud, vestimenta, transporte y esparcimiento. En este sentido, más del 80% de la población no accede a todos esos elementos esenciales, no pueden ahorrar ni un peso o hacer algún gasto extraordinario.

El gobierno ha convocado al Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil, que hoy es de $16.875, un tercio de lo que cuesta la canasta básica oficial, de $43.785. Ese Consejo patronal ni siquiera reconocerá como salario mínimo vital y móvil lo que cuesta esa canasta limitada, ya que eso significaría un ajuste de 160%. La decisión de los gobiernos capitalistas es mantener bajos los salarios, que no se recuperen, por eso no reconocen tampoco ajustar lo que se perdió en los últimos años. La canasta familiar ya ronda los $70.000.

En medio de la pandemia los pobres somos cada vez más, somos cada vez más pobres, mientras los ricos son cada vez más ricos (¡y no quieren pagar impuestos!).

El gobierno conoce perfectamente este cuadro de situación. No tomará ninguna medida para resolver esta crisis porque por encima de todo está su respeto a los compromisos de pago de la deuda externa y el respeto a la gran propiedad privada de los medios de producción.

Lo único que ofrece son pequeñas obras, créditos, empleo precarizado y malpago. Eso es asistencialismo miserable. Todas las semanas anuncian lo mismo con el mismo coro de aplaudidores de la burocracia sindical y de los movimientos de desocupados. Anuncian que crearán 3 millones de puestos de trabajo, todas mentiras. En esos planes no hay puestos de trabajo genuino. No hay que confundirlo con changas.

La solución ante semejante degradación social es:

* Reducir la jornada de trabajo para poder incorporar a todos los trabajadores desocupados, distribuyendo todo el trabajo disponible. No debe haber un solo trabajador sin su puesto de trabajo.

* Plan de obras públicas de largo plazo, construyendo no menos de 300.000 viviendas por año para los trabajadores; llegar con las redes de agua potable, gas natural, con cloacas a toda la población; urbanizar todos los barrios precarios dotándolos de todos los servicios; poner en marcha el plan ferroviario para abastecer de todo el equipamiento, desde rieles a locomotoras; impulsar la reconstrucción de la flota naviera; etc. Estos planes no requieren importaciones, no requieren dólares. Crean decenas de miles de puestos de trabajo genuinos, estables.

* Elevar salarios y jubilaciones de manera de recomponer el poder adquisitivo para llegar a percibir inmediatamente lo que cuesta la canasta familiar.

Debemos detener esta sangría que estamos viviendo. El gobierno da la espalda a la resolución de este drama social. Le deberá ser impuesto por medio de la lucha popular. No hay nada más que esperar. Debemos trabajar en esa perspectiva. La bronca popular se va acumulando y no alcanzan las excusas porque está a la vista que no quieren tocar los intereses de los banqueros nacionales y extranjeros, no quieren tocar a la oligarquía terrateniente y los pulpos exportadores, no quieren recuperar las privatizadas en manos de monopolios multinacionales y nacionales, ante cada presión les conceden lo que piden.

Debemos comprender que el capitalismo no va más, que está agotado, en franca descomposición y nos está aplastando a todos, acá y en todo el mundo. Nos empuja a la barbarie. ¿Qué otra cosa es semejante desocupación y pobreza? No hay cómo conciliar con la clase capitalista podrida, parasitaria, especuladora, saqueadora, que hundió el país, a la mayoría oprimida. No hay ninguna salida a la crisis en sus manos.

Sólo una lucha generalizada de la clase obrera puede dar respuesta, de ocupados y desocupados, con sus métodos de acción directa de masas. Habrá que imponérsela a los dirigentes traidores que transan con un gobierno que privilegia pagar la deuda fraudulenta. Ellos son los principales responsables de que no estemos dando la respuesta que corresponde.

 

(Editorial de MASAS nº 379)

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