Engels │ Miseria Y epidemia

El estudio de Friedrich Engels sobre “La situación de la clase obrera en Inglaterra” se publicó por primera vez en 1845. Engels tenía 24 años. En el prefacio de la edición de 1892, por tanto, 47 años después de la primera edición, Engels reconoce que mucho ha cambiado, pero lo fundamental de la explotación del trabajo se han mantenido. Las concesiones que estaba adoptando la burguesía en Inglaterra, el país más poderoso del mundo, en ese momento, solo servían al objetivo “de acelerar la concentración del capital en manos de unos pocos, aplastando a los pequeños competidores, aquellos que no podían vivir sin las ganancias excepcionales”. Engels concluye: “Así, aparecía cada vez más en primer plano el hecho capital de que la causa de la miserable situación de la clase obrera no debía buscarse en ciertas deficiencias aisladas sino en el propio sistema capitalista”. Señala que su comprensión ha cambiado mucho con el tiempo. El socialismo científico aún no se había configurado como tal. Así, su detallado y riguroso estudio sobre las condiciones de existencia de la clase obrera, reflejado en los barrios en los que vivía, acabó siendo un embrión del moderno socialismo. Hace una revisión importante en la parte final del libro: “y lo mismo que el embrión humano reproduce todavía, en las fases iniciales de su desarrollo los arcos branquiales de nuestros antepasados acuáticos, a lo largo de todo este libro pueden hallarse las huellas de la filosofía clásica alemana, uno de los antepasados del socialismo moderno. Así, sobre todo al final del libro, se recalca que el comunismo no es una mera doctrina del partido de la clase obrera, sino una teoría cuyo objetivo final es conseguir que toda la sociedad, incluyendo a los capitalistas, pueda liberarse del estrecho marco de las condiciones actuales. En abstracto, esta afirmación es acertada, pero en la práctica es totalmente inútil e incluso algo peor”. Esta observación afirma la importancia decisiva del partido revolucionario para realizar la revolución social.

Estamos a 175 años del libro “La situación de la clase obrera en Inglaterra”. El capitalismo desarrolló las fuerzas productivas a gran escala. Esto permitió modificar la situación descrita en 1845, en Inglaterra. Las potencias que explotan el mundo entero fueron capaces de crear una condición de existencia para la clase obrera muy por encima de la miseria. Sin embargo, este no es el caso en la gran mayoría de países semicoloniales. Los barrios marginales de América Latina y África, principalmente, conservan mucho de lo descrito por Engels. El problema de la pandemia y las enfermedades fácilmente erradicadables siguen siendo facilitados por la pobreza, la miseria y el hambre de las masas. También se observa, en las potencias, que el capitalismo en desintegración hace retroceder las condiciones de existencia de sus poblaciones, y agrava parte de las que estaban constituidas por la inmigración. La pandemia de coronavirus nos llevó a consultar “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, precisamente en el capítulo “Resultados”, donde Engels demuestra las condiciones sociales propicias al tifus, y todo tipo de enfermedades.

Reproducimos algunos pasajes a continuación:

“Después de examinar con bastante detalle las condiciones en las que vive la clase obrera urbana, es oportuno sacar de esos hechos otras conclusiones, y compararlas a su vez con la realidad. Veamos, pues, en lo que se han convertido los trabajadores en esas condiciones, con qué género de hombres tenemos que habérnoslas, y cuál es su situación física, intelectual y moral.

Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero no por ello es menos un crimen. (…)

En primer lugar, huelga decir que una clase social que vive en las condiciones descritas anteriormente y tan mal provista de todo lo que es adecuado para satisfacer las necesidades vitales más elementales no podría tener buena salud ni alcanzar una edad avanzada (…)Y si la vida en las grandes ciudades ya no es de por sí un factor de buena salud, es de suponer el efecto nocivo de esa atmósfera anormal en los distritos obreros, donde, como hemos visto, todo se reúne para emponzoñar la atmósfera (…) Toda materia animal y vegetal que se descompone produce gases indudablemente perjudiciales para la salud, y si esos gases no tienen salida libre contaminan necesariamente la atmósfera. Las basuras y las charcas que existen en los barrios obreros de las grandes ciudades representan por ende un grave peligro para la salud pública, porque ellas producen precisamente esos gases patógenos. (…)

Y si ello no es suficiente, si resisten todo eso, son víctimas de una crisis que hace que pierdan el empleo, y les quitan lo poco que se les había dejado hasta entonces. En esas condiciones, ¿cómo es posible que la clase pobre pueda disfrutar de buena salud y vivir mucho tiempo? ¿Qué otra cosa puede esperarse sino una enorme mortalidad, epidemias permanentes, y un debilitamiento progresivo e ineluctable de la generación de los trabajadores? (…)De todas partes afluyen los testimonios que demuestran que las viviendas de los trabajadores en los barrios malos de las ciudades y las condiciones de vida habituales de esa clase social son causa de numerosas enfermedades (…)

La gran rival de la tuberculosis, si se exceptúan otras enfermedades pulmonares y la escarlatina, es la enfermedad que provoca los más horrorosos estragos en las filas de los trabajadores: el tifus. De acuerdo con los informes oficiales sobre la higiene de la clase obrera, la causa directa de ese azote universal es el estado de las viviendas: mala ventilación; humedad y desaseo. Ese informe que, tengamos presente, ha sido redactado por los principales médicos de Inglaterra según las indicaciones de otros médicos, ese informe afirma que un solo patio mal ventilado, un solo callejón sin albañal; sobre todo si hay mucha aglomeración de vecinos, y si en las cercanías se descomponen materias orgánicas, puede provocar la fiebre, y la provoca casi siempre. Casi por todas partes esa fiebre tiene el mismo carácter y evoluciona en casi todos los casos finalmente hacia un tifus evolucionado.

La fiebre tifoidea hace su aparición en los barrios obreros de todas las grandes ciudades e incluso en algunas calles mal construidas y mal conservadas de localidades menos importantes, y es en los peores barrios donde hace los mayores estragos, aunque desde luego también hace algunas víctimas en barrios no tan malos. En Londres, hace estragos desde hace ya bastante tiempo. La violencia desacostumbrada con que se manifestó en 1837 dio lugar al informe oficial al que nos referimos aquí. (…) Mas la violencia de la enfermedad en sus diferentes apariciones pareció un juego de niños comparada con la que siguió a la crisis de 1842. La sexta parte del número total de pobres en toda Escocia fue víctima de esa fiebre y el mal fue trasmitido con una rapidez vertiginosa de una localidad a otra por mendigos errantes. No alcanzó a las capas media y superior de la sociedad, pero en dos meses, el tifus hizo más víctimas que durante los doce años anteriores. (…)

Si se recuerdan las condiciones de vida de los trabajadores, si se piensa hasta qué punto sus viviendas se hallan amontonadas y cada rincón literalmente abarrotado de gente, si se tiene presente que los enfermos y los sanos duermen en una sola y misma habitación, en una sola y misma cama, resulta sorprendente que una enfermedad tan contagiosa como esa fiebre no se propague más aún. Y si se piensa en los pocos recursos médicos de que se dispone para atender a los enfermos, en el número de personas sin ninguna atención médica y que desconocen las reglas más elementales de la dietética, la mortalidad puede todavía parecer relativamente baja. El Dr. Alison, que conoce bien esa enfermedad, atribuye directamente su causa a la miseria y a la penuria de los indigentes, lo mismo que el informe que he citado, él afirma que las privaciones y la no satisfacción relativa de las necesidades vitales hacen que el organismo sea receptivo al contagio y que, de manera general, ellas son responsables en primer lugar de la gravedad de la epidemia y de su rápida propagación. (…)

La predisposición a las enfermedades resultante de las condiciones de vida de los trabajadores es favorecida por la bebida, muy particularmente la evolución de las afecciones pulmonares e intestinales, sin olvidar el brote y la propagación del tifus. (…)Algunas mujeres que trabajan a domicilio, que cuidan sus niños o los de otras personas, les administran ese brebaje para mantenerlos tranquilos y fortificados, al menos muchos así lo piensan. Desde el nacimiento de los niños, ellas comienzan a usar esos remedios, sin conocer los efectos de ese «fortificante» hasta que los niños mueren debido a él. A medida que el organismo se acostumbra a los efectos del opio, se van aumentando las cantidades administradas. Cuando ya el «Cordial» no hace efecto, también se toma algunas veces láudano puro, de 15 a 20 gotas de una vez. (…)

La espantosa mortalidad infantil en la clase obrera aumenta las listas de mortalidad. El organismo frágil de un niño es el que ofrece la resistencia más débil a los efectos desfavorables de un modo de vida miserable. El estado de abandono al cual es con frecuencia expuesto cuando sus padres trabajan, o cuando uno de ellos falta, no tarda en hacerse sentir cruelmente. Por tanto no hay que asombrarse si en Manchester por ejemplo, según el informe que acabamos de citar, más del 57% de los hijos de obreros muere antes de haber cumplido la edad de 5 años, mientras que entre los niños de las clases burguesas la proporción de los decesos no es más que del 20%, y que el promedio para todas las clases en las regiones rurales no llega al 32%. (…)

Además de esas diferentes enfermedades, consecuencia necesaria del estado de abandono y de opresión en que se halla actualmente la clase obrera, hay también factores que contribuyen al crecimiento de la mortalidad infantil. En muchas familias, tanto el hombre como la mujer trabajan fuera del hogar, de lo que se sigue que los niños se ven privados de toda atención, estando o encerrados o al cuidado de otras personas. Por tanto no es sorprendente que centenares de esos niños pierdan la vida en los más diversos accidentes.

(Las citas fueron extraídas del libro “La situación de la Clase Obrera en Inglaterra”, Engels)

(nota de MASSAS – POR Brasil nº 625)

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