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102 años de los asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo

Karl Liebknecht se destacó, junto a Rosa Luxemburgo, por constituir una facción revolucionaria dentro de la socialdemocracia alemana. En 1912 fue elegido diputado. El 2 de diciembre de 1914, votó en el Parlamento (Reichstag) contra los créditos de guerra, lo que facultaría al gobierno y a la burguesía alemanes para desencadenar la Primera Guerra Mundial. Fue el único voto en contra, que expuso la firmeza programática, ideológica y política del internacionalismo proletario. Lideró la organización del grupo “Internacional”, que luego se convirtió en el grupo Espartaquista y, luego, en la Liga Espartaquista. Fue encarcelado en 1916, cuya sentencia incluía trabajos forzados. Su condena se debió a la lucha contra el socialchauvismo y el militarismo imperialista. En los levantamientos de noviembre de 1918, junto con Rosa Luxemburgo, asumió la posición de dirigente dentro de la vanguardia revolucionaria del movimiento obrero. Se dedicó a editar el diario “Bandera Roja” (Rote Fahne), cuyas páginas imprimieron la lucha contra el imperialismo y la defensa de la revolución. En enero de 1919, volvió a tomar la iniciativa en el levantamiento obrero de Berlín. Ya había contribuido para la constitución del Partido Comunista de Alemania. El movimiento fue aplastado y los grupos reaccionarios, vinculados a Noske, lo asesinaron el 15 de enero.

Rosa Luxemburgo fue una compañera inseparable de Liebknecht. No fue casualidad que los dos revolucionarios fueran asesinados el mismo día. El furor desatado por sus verdugos reflejó el profundo odio de la burguesía y el gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert. A su mando, un soldado pateó su cabeza a puntapiés. No satisfechos, los bandidos de Ebert le dispararon en la nuca. Embolsaron el cuerpo de la revolucionaria, lo ataron con piedras y lo tiraron al río Spree. Su cuerpo solo se encontrará después de 15 días. Así concluyó la venganza burguesa contra la marxista que, de joven, inició la militancia a finales de la década de 1880. Su nombre está vinculado no sólo a los inicios de la socialdemocracia alemana, sino también al movimiento socialdemócrata polaco. Desde 1897 emprendió la lucha contra el revisionismo de Eduard Bernstein. Lo que le permitió responder al revisionismo en la II Internacional durante la guerra. Fundó la Liga Espartaquista y el Partido Comunista Alemán.

La dedicación de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo a la causa del proletariado, la firmeza al internacionalismo y la dedicación de sus vidas a la victoria de la revolución socialista, los colocó entre los más grandes ejemplos de revolucionarios, cuyas vidas y obras siempre estarán presentes en la historia del movimiento obrero y en la formación de nuevas generaciones de combatientes por el fin del capitalismo y la defensa del comunismo.

(En los periódicos Massas 624 y 625, el POR-Brasil rindió homenaje a Friedrich Engels. Este número 626 está dedicado a Karl Liebknecht y Rosa Luxembrugo.)

Campaña del POR en honor a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo


Breve comunicado de prensa

Discurso en la manifestación de protesta contra el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo

19 de enero de 1919

La burguesía y los socialtraidores celebran ahora en Berlín: lograron asesinar a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.

Ebert y Scheidemann, que durante cuatro años llevaron a los obreros a la matanza a causa del saqueo, ahora asumen el papel de verdugos de los dirigentes proletarios. El ejemplo de la revolución alemana demuestra que la «democracia» no es más que un disfraz del robo de los robos de la burguesía y de la violencia más salvaje.

¡Muerte a los verdugos!


Carta a los Obreros Norte-Americanos

El 20 de agosto de 1918, Lenin escribió «Carta a los obreros norteamericanos», que fue traducida al inglés y difundida en el movimiento obrero. El objetivo era llamar la atención de los explotados en Estados Unidos sobre el hecho de que esta potencia emergente formaba parte de la ofensiva del imperialismo anglo-francés contra la República de los Soviets. La defensa de la revolución proletaria era un deber de la clase obrera mundial y, en particular, la de Estados Unidos, sujeta a una terrible explotación capitalista y opresión sobre los negros. El gobierno estadounidense mintió descaradamente, que los bolcheviques habían hecho un «acuerdo» con el imperialismo alemán. Lenin explicará la táctica de un acuerdo impuesto por una de las fracciones del imperialismo, para preservar la revolución y preparar las condiciones para el posterior enfrentamiento con el imperialismo agresor. Dice Lenin: “Fingen no comprender la diferencia existente entre un acuerdo de los «socialistas» con la burguesía (la propia y la extranjera) contra los obreros, contra los trabajadores, y un convenio para la defensa de los obreros triunfantes sobre su burguesía, un convenio con la burguesía de un color contra la burguesía de otro color nacional a fin de que el proletariado aproveche las contradicciones entre los diferentes grupos de la burguesía.”. En el primer caso, fue el acuerdo de los socialistas traidores de la II Internacional con su propia burguesía; en el segundo, el acuerdo forzado de Brest-Litovsk del Estado obrero con el imperialismo alemán, para que no avanzara en su intervención en el país.

En la carta, Lenin muestra a los obreros estadounidenses que la burguesía había puesto fin al régimen de esclavitud negra, derrocando a los esclavistas y pasando por la guerra civil, pero en cambio había constituido la esclavitud asalariada capitalista, que cabía a los explotados destruir, a través de la revolución socialista. Esta lucha sería parte de la lucha internacional del proletariado. Lenin reconoce que la ayuda de los obreros estadounidenses podría retrasarse, porque «la revolución en diferentes países se da de diferentes formas, con diferentes ritmos (…)». Incluso en Europa, no sucedería de inmediato, pero los bolcheviques contaban “con la inevitabilidad de la revolución mundial”, conscientes de que se trataba de un proceso histórico. La lucha contra los traidores de la revolución fue parte de ese proceso. La carta concluye señalando el camino: “Los obreros rompen con sus socialtraidores: Gomper, los Henderson, los Renaudel, los Scheidemann y los Renner. Los obreros marchan lenta pero constantemente hacia la táctica comunista, bolchevique, hacia la revolución proletaria, la única capaz de salvar la cultura y la humanidad de la destrucción”

(Las citas están tomadas del Volumen XXIX, Obras completas, Lenin, Akal Editor)


Carta a los Obreros de Europa y América del Norte

El 21 de enero de 1919, Lenin escribió una nueva «Carta a los Obreros de Europa y América del Norte«. Ahora, se refiere, no solo al desarrollo de la revolución mundial, sino también a la reacción brutal de la burguesía en todas partes contra el movimiento obrero y sus fieles dirigentes. Los asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo en Alemania, a instancias del gobierno socialdemócrata de Ebert y Scheidemann, dieron la dimensión de hasta qué punto los traidores del socialismo cumplieron el papel de detener el avance de la revolución y mantener el capitalismo en descomposición. En varias partes de Europa estaba surgiendo «un poderoso movimiento soviético«. Lenin destacó la importancia del proletariado alemán. «La revolución en Alemania – uno de los países capitalistas más adelantados y, por ello, importante y característico en particular – ha tomado desde el comienzo mismo formas soviéticas». En esta lucha, estuvieron al frente los espartaquistas, cuyos dirigentes más importantes fueron Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.

El aplastamiento de la revolución permitió a Lenin mostrar a la clase obrera europea y estadounidense, la más avanzada mundialmente, el significado de la democracia soviética para la lucha contra la esclavitud capitalista. Dice: “El Parlamento burgués, aun el más democrático en la república más democrática, en la que se preserva la propiedad y el poder de los capitalistas, es una máquina para la represión de millones de trabajadores por pequeños grupos de explotadores. Los socialistas, los combatientes por la liberación de los trabajadores de la explotación, tuvimos que utilizar los parlamentos burgueses como una tribuna, como una base para la labor de propaganda, agitación y organización, mientras nuestra lucha se circunscribió al marco del régimen burgués. Ahora, cuando la historia universal ha puesto sobre el tapete la cuestión de destruir todo ese régimen, de derrocar y reprimir a los explotadores, de pasar del capitalismo al socialismo, circunscribirse al parlamentarismo burgués, a la democracia burguesa, presentarla como “democracia” en general, ocultar su carácter burgués, olvidar que el sufragio universal es un instrumento del Estado burgués en tanto exista la propiedad capitalista, sería traicionar ignominiosamente al proletariado, pararse al lado de su enemigo de clase, la burguesía, y ser un traidor y un renegado”.

Lenin demostró que la democracia más avanzada, en uno de los países más avanzados de Europa, Alemania, dirigida por los socialdemócratas, utilizó los recursos más totalitarios y sanguinarios contra el proletariado y sus dirigentes. Los bárbaros asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo expresaron la ruptura más completa del régimen democrático burgués. Lenin describió la degeneración que habían alcanzado los representantes de la II Internacional, que habían capitulado durante la guerra imperialista. “Las líneas anteriores fueron escritas antes del brutal y cobarde asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo por el gobierno de Ebert y Scheidemann. Estos verdugos, inclinados servilmente ante la burguesía, permitieron que los guardias blancos alemanes, perros guardianes de la sagrada propiedad capitalista, lincharan a Rosa Luxemburgo, asesinaran a Karl Liebknecht, disparándole por la espalda, con el supuesto pretexto de que intentaba ‘huir’ (El zarismo ruso a menudo recurrió a este pretexto para asesinar prisioneros durante la sangrienta represión de la revolución de 1905). Al mismo tiempo, estos verdugos protegen a los guardias blancos con autoridad de un gobierno, que dice ser completamente inocente y está por encima de las clases. No hay palabras para expresar la ignominia y la vileza de este crimen, perpetrado por presuntos socialistas. Aparentemente, la historia ha elegido un camino en el que el papel de los “agentes obreros de la clase capitalista” debe ser representado hasta el ‘último nivel” de ferocidad, ignominia y vileza (…) ”.


Lenin homenajea a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo por haber sido consecuentes con el internacionalismo proletario. “La sangre de los mejores representantes de la Internacional proletaria mundial, de los inolvidables dirigentes de la revolución socialista internacional, templará a las nuevas masas obreras, por la lucha de vida o muerte. Y esa lucha llevará a la victoria”.


Discurso de Lenin en la inauguración del I Congreso de la Internacional Comunista

2-6 de marzo de 1919

En nombre del Comité Central del Partido Comunista de Rusia declaro abierto el I Congreso Comunista Internacional. Ante todo quiero pedir a los presentes que rindan homenaje a la memoria de los mejores representantes de la III Internacional, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. (Todos se ponen de pie.)

Camaradas, esta reunión tiene gran importancia histórica mundial. Es una prueba de que las ilusiones que abrigaban los demócratas burgueses, han fracasado, porque la guerra civil es un hecho, no sólo en Rusia, sino también en los países capitalistas más desarrollados de Europa.

La burguesía siente verdadero terror ante el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado. Eso es comprensible si tenemos en cuenta que el desarrollo de los acontecimientos después de la guerra imperialista favorece inevitablemente al movimiento revolucionario del proletariado, que la revolución mundial se ha iniciado y se intensifica en todos los países. El pueblo tiene conciencia de la magnitud y la importancia que adquiere la lucha en estos momentos. Solamente es indispensable encontrar la forma práctica que permitirá al proletariado implantar su poder. Esa forma es el sistema soviético con la dictadura del proletariado. ¡Dictadura del proletariado! Hasta hace poco estas palabras eran latín para las masas. Gracias a la difusión que ha alcanzado en el mundo entero el sistema de los soviets, ese latín fue traducido a todos los idiomas contemporáneos; las masas obreras encontraron la forma práctica de la dictadura. Las amplias masas obreras lo entienden ahora gracias al poder soviético en Rusia, gracias a la Liga Espartaco en Alemania y a las organizaciones similares de otros países, como, por ejemplo, los Comites de delegados de fábrica en Inglaterra. Todos estos hechos demuestran que la dictadura del proletariado ha encontrado su la forma revolucionaria, que el proletariado está ya en condiciones de ejercer su poder.

Camaradas, creo que después de los acontecimientos que tuvieron lugar en Rusia, después de la lucha de enero en Alemania es particularmente importante señalar que la nueva forma del movimiento del proletariado se está afirmando y se impone también en otros países. Hoy, por ejemplo, he leído en un periódico antisocialista una información de que el gobierno inglés recibió a una delegación del Soviet de diputados obreros de Birmingham y se manifestó dispuesto a reconocer a los soviets como organizaciones económicas. El sistema soviético ha triunfado no sólo en la atrasada Rusia, sino también en el país más desarrollado de Europa, en Alemania, así como en el país capitalista más antiguo, Inglaterra.

La burguesía puede todavía actuar con crueldad, puede todavía asesinar a miles de obreros, pero la victoria será nuestra; la victoria de la revolución comunista mundial está asegurada.

¡Camaradas! Saludo cordialmente a este Congreso en nombre del Comité Central del Partido Comunista de Rusia y propongo que pasemos a la elección de la presidencia. Pido a ustedes que presenten los nombres.

(Extraído de Complete Works, Lenin, tomo XXX, Akal Editor)


Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo presentes en la fundación de la III Internacional

En las Tesis e informes sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, el 4 de marzo de 1919, en el I Congreso de la Internacional Comunista, en el punto 11, Lenin tomó los ejemplos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo para reafirmar, a partir de la experiencia, que la violencia contrarrevolucionaria es característica de la dictadura de clase de la burguesía. Lo mismo sucedió con los bolcheviques, y siguió sucediendo después de la revolución de 1917. Bajo el rotulo de “democracia en general” y la de “democracia pura”, se esconde la dictadura de clase de la burguesía, de la que emana toda violencia contrarrevolucionaria.

En su discurso fundacional de la III Internacional Comunista, el 6 de marzo de 1919, Lenin comenzó mostrando que, a pesar de toda la represión y bloqueo de los gobiernos imperialistas, el Congreso logró reunir un número significativo de representantes de varios países. En sentido figurado, utilizó la imagen de «una especie de gran muralla China» para llamar la atención sobre la perseverancia de los revolucionarios en no ceder ante las medidas reaccionarias de la burguesía y sus lacayos. Se refirió a la firmeza de los espartaquistas alemanes. Citó la actitud correcta de los obreros italianos, que rechazaron la calumnia contra los soviéticos y los espartaquistas. Con la Revolución Rusa y la fundación de la Tercera Internacional, los espartaquistas pudieron compartir el programa común, que antes no existía. Y concluyó: “La burguesía seguirá haciendo uso de la violencia en muchos países, porque apenas ha comenzado a preparar la destrucción de los mejores luchadores, los mejores representantes del socialismo, como lo demuestra el feroz asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht (…). Estos sacrificios son inevitables. No buscamos un acuerdo con la burguesía, vamos a la última y decisiva batalla contra ella. Pero sabemos que, después de los sufrimientos, las penurias y las desgracias que trae aparejada la guerra, cuando las masas del mundo luchan por la desmovilización, cuando se sienten engañadas y comprenden el peso increíble de la carga impuesta por los capitalistas, que asesinaron a decenas de millones de personas para decidir quién recibiría más beneficios, sabemos que es el tiempo del fin de estos bandidos

«Éxitos y dificultades del poder soviético»

Este folleto, de la primera quincena de marzo, se deriva del “Discurso pronunciado en la manifestación de Petersburgo del 13 de marzo de 1919”. Lenin lo pronunció con la siguiente introducción: “Es precisamente ahora que hemos conseguimos restablecer la Internacional revolucionaria, la Internacional Comunista, cuando la forma soviética del movimiento se convirtió, tanto teórica como prácticamente, en un programa para toda la Tercera Internacional; ahora que todo esto se ha logrado, es importante recordar el curso del desarrollo general de los soviets. (…) ”. El razonamiento de Lenin se encaminó a mostrar a los soviets como un logro, no solo del proletariado ruso, sino internacionalmente. La consolidación de la democracia proletaria fue la mejor manera de ir superando la necesidad de violencia revolucionaria contra la burguesía, que buscaba recuperar su poder. Lenin explicó: «Los soviets unen a todos los trabajadores y explotados, y el ejército se organisa para la defensa socialista y sobre la base de la conciencia de clase«. Por el contrario, para mantener el capitalismo decadente, las democracias burguesas se vieron obligadas a ir hasta las últimas consecuencias en el fortalecimiento de la violencia contrarrevolucionaria. El imperialismo haría cualquier cosa para evitar la victoria del socialismo.

Lenin agregó: “Sabemos que todo esto presenta enormes dificultades, que no podemos lograr la victoria exclusivamente con la violencia. Nosotros, por supuesto, no estamos en contra del uso de la violencia; nos reímos de los que se oponen a la dictadura del proletariado, nos reímos y decimos que son personas estupidas, incapaces de entender que debe haber una dictadura del proletariado o una dictadura de la burguesía. Los que se expresan de otra manera, o son idiotas, o padecen tal ignorancia política, que sería vergonzoso no ya dejarlos subir a la tribuno, sino siquiera permitir que se acercasen a una reunión. Es la violencia contra Liebknecht y Luxemburgo, el asesinato de los mejores dirigentes de la clase obrera, o la represión violenta de los explotadores, y los que sueñan con una actitud intermedia son los más dañinos y peligrosos de nuestros enemigos”. Notamos cómo Lenin se valió del sacrificio de los dos revolucionarios de la Liga Espartaquista, para indicar la necesidad de combatir a los revisionistas, que buscaban convencer a la vanguardia revolucionaria de una posición “intermedia”.

Lenin volvió a la convicción de que la violencia contrarrevolucionaria de la burguesía no acabaría con el movimiento revolucionario del proletariado. “Los imperialistas pueden continuar haciendo correr sangre de miles y miles de obreros, pueden asesinar a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht y cientos de los mejores representantes de la Internacional, pueden llenar las cárceles de socialistas en Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, ¡no les servirá de nada! ¡La victoria será nuestra! ”.

(Las citas fueron extraidas del Tome XXX, Obras Completas, Lenin, Akal Editor)


Sesión plenaria del Consejo Central de Sindicatos de Rusia

El 11 de abril de 1919, ante las amenazas de la contrarrevolución interna y el intervencionismo externo imperialista, el Consejo Central de los Sindicatos se reunió para discutir la preparación de la movilización para enfrentar las amenazas del frente oriental; la política salarial; el suministro de alimentos y el sindicato de trabajadores. Lenin se dedicó a explicar la participación de los sindicatos en la organización de la defensa de la revolución. La prolongación de la guerra civil debilitó los esfuerzos por restablecer las bases económicas del país, en las nuevas condiciones creadas por la revolución proletaria. Anteriormente, la lucha se había centrado en Ucrania, en el sur del país. Allí fracasó el intento de la Entente (alianza franco-inglesa, ganadora de la guerra mundial) de impulsar las fuerzas internas de la reacción. Ahora, era necesario derrotar a los enemigos que se habían atrincherado en el frente oriental. Los campesinos siberianos estaban siendo obligados a levantarse en armas contra el Ejército Rojo. La derrota de los enemigos en el sur y la mejora de las condiciones internacionales a favor de la resistencia en la Rusia soviética habían dado un respiro, pero la victoria completa aún estaba por llegar. Por lo tanto, los sindicatos tendrían un papel importante en la organización de las fuerzas combatientes.

Lenin presentó siete tareas: 1) mantener por todos los medios la movilización ordenada el 11 de abril de 1919; 2) promover el armamento general de los miembros de los sindicatos en la región del Volga; 3) reforzar la agitación entre los ya movilizados y entre los miembros del Ejército Rojo; 4) sustituir los hombres ocupados por mujeres; 5) constituirse inmediatamente, a través de los sindicatos, comités de fábrica, organizaciones de partidos, cooperativas, etc. oficinas de ayuda o comités de acción locales y centrales; 6) organizar una amplia incorporación de campesinos, principalmente jóvenes, al Ejército Rojo; 7) arrestar a los mencheviques y socialistas revolucionarios que apoyaban a las fuerzas contrarrevolucionarias de Kolchak.

A los que estaban dispuestos a ayudar a la revolución correspondía asignarles tareas prácticas. La guía de Lenin se resumía: “el que no está con nosotros, está contra nosotros”. “Pero hay algunos, entre los mencheviques, que, porque no saben o no quieren entender lo que está sucediendo en Rusia, todavía no se convencieron de que si estos “perversos” bolcheviques llevaron a cabo tal revolución en Rusia, en Alemania los dolores de parto de la revolución sería incomparablemente mayores. ¿Cómo llaman allí a una república democrática? ¿Qué es la libertad alemana? Es la libertad de asesinar a los auténticos líderes del proletariado Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo y decenas más. La camarilla de Scheidemann solo pospone la hora de su derrota. Es evidente que esta gente no puede gobernar. Desde el 9 de noviembre, ha habido cinco meses de libertad en la república alemana, y la camarilla de Scheidemann o sus cómplices han estado en el poder. Pero ustedes saben que las disputas entre ellos son cada día más grandes. Este ejemplo revela que la única alternativa es: o la dictadura de la burguesía, o la dictadura del proletariado; que no hay posibilidad de un camino intermedio (…)


I Congreso de Educación de Adultos

Entre los días 6 y 19 de mayo de 1919, con la presencia de 800 delegados, se realizó el Congreso para erradicar el analfabetismo y la tarea particular de la educación de adultos. Anatoli Vassilievitch Lunatcharski y Nadejda Konstantinovna Krupskaia fueron los oradores principales. Lenin hizo una declaración en la apertura y clausura del Congreso. Se refirió al asesinato de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, en su declaración final. Agregó que no entraría en la esencia del tema, que era responsabilidad de los destacados expositores. Se limitó a algunos aspectos de la transformación, que ya se estaban produciendo, en el sentido de liberar a las masas del analfabetismo, la ignorancia y la barbarie impuesta por el capitalismo.

Al final, Lenin se esforzó por demostrar que se trataba de hacer una valoración general de la situación en la que se encontraba la revolución. Respondió a la campaña ideológica del imperialismo y adversarios internos de que “… los bolcheviques prometieron pan, paz y libertad; pero no dan pan, ni paz, ni libertad; que engañaron y están engañando al negar la democracia”. Lenin llamó la atención sobre la carnicería provocada por el imperialismo en la guerra mundial, en nombre de la democracia. En ese mismo momento avanzaba sobre Petrogrado la contrarrevolución interna, apoyada por las potencias vencedoras. La campaña ideológica contra la dictadura del proletariado se desarrolló en estas condiciones. Lenin respondió: “He demostrado que la dictadura del proletariado es la salida inevitable, necesaria y absolutamente indispensable del sistema capitalista. Dictadura no significa solo violencia, aunque es imposible sin violencia, sino también una forma de organizar el trabajo, superior a la anterior”.

Siguiendo este razonamiento, Lenin cita la brutal violencia de clase desatada por los demócratas alemanes. “¡Pobres obreros alemanes! ¡Luchan contra Scheidemann y Noske, luchan contra los verdugos, luchan por derrotar el poder de los verdugos Scheidemann y Noske, que siguen llamándose socialdemócratas, y creen que la guerra civil continúa! ”. Liebknecht fue asesinado, Rosa Luxemburgo fue asesinada. Todos los burgueses rusos dicen – esto fue publicado en el periódico Ekaterinodar -: «¡Lo mismo hay que hacer con nuestros bolcheviques!» Eso dijeron. Y cualquiera que entienda lo que está pasando sabe perfectamente bien que esa es la opinión de toda la burguesía mundial. Tenemos que defendernos. Scheidemann y Noske libran una guerra civil contra el proletariado. La guerra es la guerra. Los obreros alemanes piensan que se habla de guerra civil y que todos los demás problemas son de menor importancia. En primer lugar, es necesario alimentar a los obreros. Kautsky considera esto como un comunismo militar o de consumo, y que es necesario desarrollar la producción. (…) En un país arruinado, la tarea principal es salvar a los trabajadores. La principal fuerza productiva de la sociedad humana en su conjunto son los obreros, los trabajadores. Si sobreviven, los salvaremos y restauraremos todo”.


Las tareas de la III Internacional

Lenin respondió, el 14 de julio de 1919, a los ataques a la fundación de la Internacional, por parte del jefe del Partido Laborista Independiente de Inglaterra, Ramsay MacDonald, publicados el 14 de abril en el diario francés L´Humanité. El oportunista dijo que no era necesaria una división. La traición de la II Internacional a las posiciones del Manifiesto de Basilea de 1912, que predijo la guerra imperialista y establecía la directriz del proletariado, rompió por completo con el internacionalismo proletario. La consecuencia fue negar que la guerra condujera a la revolución proletaria. Lenin concluyó: «La Tercera Internacional, la Internacional Comunista, fue creada para evitar que los» socialistas «se limitaran al reconocimiento verbal de la revolución (…)». Estableció las siguientes tareas: “1) Realizar la propaganda y la agitación desde un punto de vista revolucionario, en contraposición al reformista, explicando sistemáticamente a las masas, tanto teórica como prácticamente, en cada paso de las actividades parlamentarias, sindicales, cooperativas, etc., que son diametralmente opuestos; 2) combinar el trabajo legal con el trabajo ilegal; 3) librar una guerra constante e implacable para expulsar del movimiento obrero a los dirigentes oportunistas, desenmascarados, tanto antes como especialmente durante la guerra, tanto en el ámbito político como, en particular, en los sindicatos y cooperativas; 4) no tolerar la condena verbal del imperialismo al mismo tiempo que no existe una verdadera lucha revolucionaria por la liberación de las colonias (y naciones dependientes) de la propia burguesía imperialista; 5) la gran hipocresía de los partidos de la Internacional de Berna, al mismo tiempo que se presentan a los trabajadores con frases sonoras sobre el reconocimiento de la revolución, pero que, de hecho, no van más allá de una actitud puramente reformista hacia los gérmenes , signos y manifestaciones del crecimiento de la revolución en todas las acciones de las masas, que violan las leyes burguesas y desbordan los hitos de la legalidad, como por ejemplo, huelgas masivas, manifestaciones callejeras, protestas de soldados, protestas de tropas, distribución de folletos en cuarteles y campamentos, etc. ” Bajo esta orientación, Lenin condena “los espíritus serviles de la Internacional de Berna, que nunca pensó en convencer a las masas de la idea de la inevitabilidad y de la necesidad de vencer a la burguesía en la guerra civil, de seguir una política orientada enteramente al objetivo, de esclarecer , defender y resolver todos los problemas de este y solamente este punto de vista ”.

En ese orden de razonamiento, Lenin recurrió a denunciar los asesinatos de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo. Así: “Ahora los héroes de la Internacional de Berna pertenecen a la misma organización que los Scheidemann, que permitieron el asesinato de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, los Scheidemann que desempeñaron el papel de verdugos del movimiento obrero y prestaron servicios como verdugos a la burguesía. En otras palabras, intentos hipócritas de «condenar» a los Scheidemann (¡como si algo importara condenar!). De hecho, pertenecen a la misma organización que los asesinos ”.

 


Otros pronunciamientos de Lenin

Debido al espacio, solo transcribimos los otros pasajes.

Discurso sobre la situación del suministro de alimentos y la situación militar, pronunciado en la Conferencia de Comités de Fábrica y Talleres de la dirección de sindicatos, delegados de la Cooperativa Central de Trabajadores de Moscú y el Consejo de la Sociedad de Cooperación de Moscú, el 30 de julio de 1919. Así: “No por casualidad, durante la guerra imperialista, los estratos superiores de los parlamentarios socialistas, los estratos superiores del movimiento socialista, convergieron con los imperialistas en todo el mundo. Ayudaron a estallar la guerra y llegaron a decir que sus amigos, estando al frente del gobierno, que asesinó a Liebknecht y Rosa Luxemburgo, ayudaron a matar a los dirigentes de la clase obrera. Esto no es culpa de determinadas personas. No es el crimen de ningún criminal desafortunado. Es el resultado del capitalismo, que los ha corrompido. Así sucedió en todo el mundo, y Rusia no es un país privilegiado; para salir de la sociedad capitalista, no teníamos otro recurso que librar una dura guerra contra estos estratos superiores”.

El artículo “Entre los Lacayos”, julio de 1919, no fue completado por Lenin. El último párrafo dice: “En todo el mundo, la guerra provocó una división en el movimiento obrero, cuando los socialpatriotas pasaron al campo burgués. Después de Rusia, esto se manifestó más claramente en Alemania, un país capitalista avanzado. Defender ahora los ‘vínculos ideológicos’ de los reformistas con los revolucionarios equivale a apoyar a estos verdugos, surgidos del movimiento obrero, como Noske y Scheidemann, que ayudaron a la burguesía a asesinar a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht, y a matar a miles de obreros, por su lucha revolucionaria contra la burguesía ”.

El 20 de septiembre de 1919, Lenin criticó un artículo de Friedrich Stampfer sobre el nuevo libro de Kautsky, titulado «Terrorismo y comunismo«, destinado a atacar al bolchevismo. Lenin ya había escrito el libro «La revolución proletaria y el renegado Kautsky«. Aquí está el pasaje, que concierne a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht: “(…) si Kautsky no es capaz de hacer un análisis y escribe mentiras sobre los bolcheviques; si no sabe razonar, ni siquiera plantea el problema de las características distintivas de una revolución, que surge después de cuatro años de guerra, al menos podría observar mejor lo que sucede a su alrededor. ¿Qué prueba el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo por parte de los oficiales del ejército de la república alemana más democrática? ¿Qué prueba la invasión de la prisión por parte de estos oficiales, a quienes se les aplicó una condena absurdamente ligera? El señor Kautsky y todo su partido «independiente» (independiente del proletariado, pero muy dependiente de los prejuicios pequeñoburgueses) ocultan estas cuestiones y recurren a condenas llorosas y lamentaciones filisteas. Por eso, son precisamente cada vez más obreros revolucionarios de todo el mundo los que dan la espalda al Kautsky, al Longuet, al MacDonald y al Turati, y se vuelven hacia los comunistas, porque lo que necesita el proletariado revolucionario es el triunfo sobre la contrarrevolución, y no su impotente «condena«.

(Las citas están tomadas del Volumen XXXI, Obras completas, Lenin, Editor Akal)


Homenaje de Lenin a Rosa Luxemburgo

En sus inconclusas “Notas de un publicista”, escritas a finales de febrero de 1922, Lenin rindió su último homenaje a Rosa Luxemburgo, comparándola con un águila. Como marxista, no podía dejar de apreciar las innumerables diferencias que tenía con la camarada de su época. Las diversas citas, que transcribimos entre enero y septiembre de 1919, arrojan luz sobre la enorme consideración del más alto dirigente de la Revolución Rusa hacia Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo después de sus asesinatos. En particular, los choques con Rosa Luxemburgoo fueron extremadamente duros, pero todos en el terreno marxista del internacionalismo proletario. El homenaje a Rosa Luxemburgo está cargado de este sentido y sentimiento. Así: “Paul Levi desea ahora hacer méritos especiales ante la burguesía –y, por consiguiente, ante sus agentes, ante la II Internacional y la Internacional II y media-, reeditando las precisas obras de Rosa Luxemburgo en las que ella estaba equivocada. Contestemos a esto con dos líneas de una buena fabula rusa: a veces, las águilas vuelan más bajo que las ganillas, pero las gallinas jamás podrán elevarse a la altura de las águilas. Rosa Luxemburgo se equivocó en el problema de la independencia de Polonia, se equivocó al enjuiciar en 1903 al menchevismo, se equivocó en la teoría de la acumulación del capital; se equivocó en julio de 1914, cuando defendió con Plejanov, Veandervelde, Kaustky y otros la unidad de los bolcheviques y los mencheviques, se equivocó en sus escritos en la cárcel , en 1918 (por lo demás, ella misa corrigió  al salir a la calle, a fines de 1918 y principios de 1919 la mayor parte de sus errores). Pero, a pesar de todos los errores, Rosa Luxemburgo fue y seguirá siendo un águila, y no solo será siempre entrañable para todos los comunistas su recuerdo, sino que su biografía y sus obras completas (cuya edición demoran demasiado los comunistas alemanes quienes solo en parte merecen ser disculpados por la inaudita cantidad de víctimas que sufren en su dura lucha) serán utilísimas enseñanzas para educar muchas generaciones de comunistas en todo el mundo. “Después del 4 de agosto de 1914, la social democracia alemana es un cadáver hediondo”. Con esta máxima entrara el nombre de Rosa Luxemburgo en la historia del movimiento obrero, las gallinas del tipo de Paul Levi, Sheidemann, Kaustky y toda su cuadrilla seguirán admirando, entre los montones de estiércol, por supuesto y sobre todo los errores del gran comunista a cada uno lo suyo” «

(Las citas están tomadas del tomo XXXVI, Complete Works, Lenin, Akal Editor)


Breve presentación del artículo “Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!”

Hay muchas referencias, casi siempre breves, a Rosa Luxemburgoo y Karl Liebknecht en los Escritos (1929-1940) de León Trotsky. En una parte considerable de ellos, son situaciones en las que Trotsky recurre a la memoria de sus acciones como ejemplo en la lucha contra el oportunismo, especialmente en relación con el tema de la guerra imperialista. La gran mayoría de estas citas, sin embargo, tienen el sentido más amplio de señalar a Lenin, Luxemburgo y Liebknecht, las «tres L», como militantes revolucionarios y dirigentes marxistas de rara autoridad política, que encarnaron, como pocos, la política del proletariado.

Citamos dos pasajes: “En una situación de guerra, una pequeña minoría, con solo tomar la iniciativa, puede jugar un papel decisivo. ¡Pensemos en Liebknecht, Pensemos en Rosa Luxemburgo, Pensemos en Lenin!”. Queda claro, en este extracto (de un documento de marzo de 1934), el gran reconocimiento de Trotsky en relación a los destacados dirigentes. En otro artículo, de noviembre de 1938, Trotsky consideraba bautizar la organización juvenil revolucionaria vinculada a la IV Internacional como «Legión de Lenin, Liebknecht y Luxemburgoo». Inmediatamente después, hizo algunas reservas a la propuesta en sí, como que sería “demasiado personal”, y firmó el cargo de que el mejor nombre sería “Legión de la Revolución Socialista”. En sus palabras: «Estoy seguro de que Luxemburgo, Liebknecht y Lenin también les parecería mejor».

Citas como estas abundan en los Escritos. La referencia a las «tres L», sin embargo, no significa que Trotsky alinee a los tres revolucionarios al mismo nivel. Lenin ocupa un lugar particular, superior a los demás. Y es el mismo Trotsky quien explica el papel de cada uno de ellos, analizando sus ideas y trayectorias políticas. En dos textos, en concreto, este análisis aparece más desarrollado: “¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!”, Del 28 de junio de 1932, y “Rosa Luxemburgo y la IV Internacional”, del 24 de junio de 1935. El Partido Obrero Revolucionario publica el segundo de ellos, en su totalidad, a continuación. Sin embargo, su comprensión adecuada se vuelve más difícil sin conocer el contenido del primero.

Aquí, entonces, sus puntos esenciales: Trotsky comienza el artículo «Fuera las manos …» explicando lo que lo motivó a escribir sobre Rosa Luxemburgo, más de 13 años después de su muerte y la de Liebknecht. Más que escribir «sobre» ellos, se vio obligado a defenderlos. Stalin había escrito un documento titulado «Sobre algunos problemas de la historia del bolchevismo«, en el que aparecen varios problemas, con énfasis en dos aspectos: «¡Stalin ubica a esta gran revolucionaria en el campo del centrismo! Demuestra -por supuesto, no demuestra sino afirma- que el bolchevismo, desde el día en que surgió, sostenía la línea de la ruptura con el centro kautskista, mientras que Rosa Luxemburgo en esa época apoyaba a Kautsky desde la izquierda”.

Trotsky comienza desmintiendo la versión de Stalin de la relación entre el bolchevismo y Kautsky. No es cierto que Lenin hubiera postulado tal línea de ruptura desde el origen del bolchevismo (1903-1904), sino que propuso una ruptura con el ala derecha de la socialdemocracia alemana, el ala oportunista representada por Bernstein. En esta etapa, Kautsky luchó contra Bernstein. Lenin dijo en ese momento: «El bolchevismo no es una tendencia independiente, sino una traducción a las condiciones rusas de la tendencia Bebel-Kautsky». Lenin, en ese mometo, consideraba a Kautsky como un maestro, como un auténtico marxista.

A continuación, Stalin da un salto desde en los años 1903-1904 a la crítica de Lenin del llamado “Folleto Junius” (1916), sobre la guerra (“Junius” fue el seudónimo utilizado por Rosa en este escrito). La crítica de Lenin es bastante severa (no se trata de entrar en esto). Sin embargo, cabe señalar que, en ese momento, Lenin ya había roto con Kautsky. El antiguo maestro, un verdadero marxista, se convirtió en un renegado, un traidor. La capitulación de la socialdemocracia alemana, en agosto de 1914, cuando adoptó la posición chovinista de “defensa de la Patria”, tomó a Lenin completamente por sorpresa. Rosa Luxemburgo, sin embargo, se había opuesto al Comité Central de Kautsky-Bebel desde los primeros años del siglo XX.

Según Trotsky, “Lenin no participó en esta lucha ni apoyó a Rosa Luxemburgo hasta 1914. Absorbido totalmente por los problemas rusos, mantuvo una extrema cautela en los asuntos internacionales. Para Lenin, la estatura revolucionaria de Bebel y Kautsky era infinitamente mayor que a los ojos de Rosa Luxemburgo, que los observaba muy de cerca, en la acción, y estaba metida directamente en la atmósfera de la política alemana.”. Es decir, Trotsky reconoce que Rosa vio antes que Lenin los gérmenes de la podredumbre dentro de la socialdemocracia alemana, que se confirmó en 1914.

Trotsky cita un extracto de una carta de Lenin a Shliapnikov, fechada en octubre de 1914: “odio y desprecio a Kautsky ahora más que a todo el resto del rebaño hipócrita, roñoso, vil y autosuficiente […] Rosa Luxemburgo tiene razón, ella comprendió hace mucho tiempo, que Kautsky poseía en alto grado el ‘servilismo de un teórico’: dicho más claramente, fue siempre un lacayo, un lacayo de la mayoría del partido, un lacayo del oportunismo”. Como puede verse, el propio Lenin admite que, en este asunto, era Rosa quien tenía razón. Trotsky ve esto como una prueba de que Lenin no nació como un revolucionario acabado, sino que «se hizo a sí mismo un Lenin».

En este punto del artículo, Trotsky aprovecha para hacer una reserva sobre el papel de cada uno de estos revolucionarios: “Considerando las diferencias conjuntas entre Lenin y Rosa Luxemburgo, la razón histórica está completamente del lado de Lenin. Pero eso no excluye el hecho de que en ciertos problemas y en ciertos momentos Rosa Luxemburgo tuvo razón contra Lenin. En cualquier caso, las diferencias, a pesar de su extrema dureza e importancia ocasional, se basaron en la política revolucionaria del proletariado, común a ambos”

Trotsky tuvo que retomar toda la trayectoria de la relación entre Lenin y Rosa, porque, en 1932, Stalin atacaba a la segunda, poniéndola artificialmente en oposición al primero, incluso utilizando el método de falsificar la historia. Las citas anteriores demuestran que, a diferencia de Stalin, que caracterizó a Luxemburgo como «centrista», Lenin la veía como una legítima «representante del marxismo sin falsificaciones» (la expresión entre comillas es del mismo Lenin). Y añade Trotsky: «Cualquiera con un mínimo de conocimientos sobre Lenin sabe lo que significa esta denominación de su parte«.

Trotsky pregunta entonces cuáles serían las razones por las que Stalin de repente tuvo que dedicarse, después de tanto tiempo, a revisar la vieja caracterización bolchevique de Rosa Luxemburgo. La respuesta: » El motivo de éste: – el más escandaloso de todos sus abortos teóricos -, como el de los anteriores, reside en la lógica de su lucha contra la teoría de la revolución permanente.». En otras palabras, Stalin estaba distorsionando los hechos, colocando (falsamente) a Rosa y Parvus como «creadores» de lo que él llamó «el esquema utópico y semi-menchevique de la revolución permanente», de modo que el propio Trotsky sólo lo habría «aplicado». A continuación, Trotsky refuta cada uno de los pseudo-argumentos de Stalin a este respecto, señalando sus errores y contradicciones.

Casi al final del artículo, Trotsky recuerda los escritos de Luxemburgo, cuando fue encarcelada, en 1918, sobre la Revolución Rusa. A pesar de los errores de análisis de Rosa, Trotsky sigue apuntando una cita, que de hecho es muy importante: “Todo lo que el partido pudo hacer en el terreno de la valentía, la acción firme, la previsión y coherencia revolucionarias: todo eso hicieron Lenin, Trotsky y sus camaradas. Todo el honor revolucionario y la capacidad de acción que tanto le faltan a la socialdemocracia occidental, los bolcheviques demostraron poseerlos. Su Insurrección de octubre salvó no sólo a la Revolución Rusa sino también el honor del socialismo internacional.”. Estas son las palabras de Rosa Luxemburgo, sobre las que Trotsky hace la siguiente pregunta: «¿Es posible que esta sea la voz del centrismo?»

Concluimos esta breve presentación con las palabras del propio Trotsky: “Si, Stalin tiene motivos suficientes para odiar a Rosa Luxemburgo. Más imperiosa entonces es nuestra obligación de rescatar su memoria de las calumnias de Stalin, que han sido acogidas por los funcionarios a sueldo de ambos hemisferios, y transmitirles a las jóvenes generaciones proletarias, en toda su grandeza y fuerza inspiradora, esta imagen realmente hermosa, heroica y trágica.”.


Rosa Luxemburgo y la Cuarta Internacional

Breves notas sobre un tema importante

Trotsky, 24 de junio de 1935

Actualmente se están haciendo esfuerzos en Francia y en otras partes para construir un supuesto Luxemburgouismo, como defensa de los centristas de izquierda contra los bolcheviques-leninistas. Esta cuestión puede adquirir considerable importancia. Quizás en un futuro cercano se vuelva necesario dedicar un artículo más extenso al Luxemburgouismo real y al pretendido. Aquí sólo quiero referirme a los aspectos esenciales de la cuestión.

Más de una vez hemos asumido la defensa de Rosa Luxemburgo contra las tergiversaciones insolentes y estúpidas de Stalin y su burocracia. Seguiremos ha­ciéndolo. No lo hacemos movidos por consideraciones sentimentales, sino por las exigencias de la crítica materialista histórica. Sin embargo, nuestra defensa de Rosa Luxemburgo no es incondicional. Los aspectos débiles de las enseñanzas de Rosa Luxemburgo han sido desnudados en la teoría y en la práctica. La gente del SAP y otros elementos afines (véanse, por ejemplo, el diletantismo intelectual de la «cultura proletaria» del Spartacus francés, el periódico de los estudiantes socialistas belgas y, a menudo también, el Action Socialiste belga, etcétera), sólo hacen uso de los aspectos débiles y de las deficiencias que de ninguna manera son decisivos en Rosa; generalizan y exageran estas debilidades al máximo y sobre esa base constru­yen un sistema totalmente absurdo. La paradoja yace en que en su viraje más reciente, los stalinistas -sin reconocerlo, sin siquiera comprenderlo- también se aproximan, en teoría, a los aspectos negativos caricaturescos del Luxemburgouismo, por no mencionar a los centristas tradicionales y a los centristas de izquierda en el campo socialdemócrata.

Es innegable que Rosa Luxemburgo contrapuso apasionadamente la espontaneidad de las acciones de masas a la política conservadora «coronada por la vic­toria» de la socialdemocracia alemana, sobre todo después de la revolución de 1905. Esta contraposición revestía un carácter absolutamente revolucio­nario y progresivo. Mucho antes que Lenin, Rosa Luxemburgo comprendió el carácter retardatario de los aparatos partidario y sindical osificados y comenzó a luchar contra los mismos. En la medida en que contó con la agudización inevitable de los conflictos de clase, siempre predijo con certeza la aparición elemental in­dependiente de las masas contra la voluntad y la línea de conducta del oficialismo. En este amplio sentido histórico está comprobado que Rosa tenía razón. Porque la revolución de 1918 fue «espontánea», es decir, las masas la llevaron a cabo contra todas las pre­visiones y precauciones del oficialismo partidario. Pero, por otra parte, toda la historia posterior de Ale­mania demostró ampliamente que la espontaneidad por si sola dista de ser suficiente para lograr el éxito; el régimen de Hitler es un argumento de peso contra la panacea de la espontaneidad.

La misma Rosa nunca se encerró en la mera teoría de la espontaneidad, como Parvus, por ejemplo, quien posteriormente trocó su fatalismo respecto de la revo­lución social por el más repugnante de los oportunis­mos. En contraposición a Parvus, Rosa Luxemburgo se esforzó por educar de antemano al ala revolucionaria del proletariado y por reunirlo organizativamente tanto como fuera posible. En Polonia construyó una organi­zación independiente muy rígida. Lo más que puede decirse es que en su evaluación histórico-filosófica del movimiento obrero, la selección preparatoria de la vanguardia era deficiente en Rosa, en comparación con las acciones de masas que podían esperarse; mientras que Lenin, sin consolarse con los milagros de futuras accio­nes, tomaba a los obreros avanzados y constante e in­cansablemente los soldaba en núcleos firmes, legales o ilegales, en las organizaciones de masas o en la clandestinidad, mediante un programa claramente definido.

La teoría de Rosa de la espontaneidad era una sana herramienta contra el aparato osificado del reformismo. Pero el hecho de que a menudo se la dirigiera contra la obra de Lenin de construcción de un aparato revolu­cionario revelaba -en realidad solamente en forma embrionaria- sus aspectos reaccionarios. En Rosa misma esto ocurrió sólo episódicamente. Era demasia­do realista, en el sentido revolucionario, como para desarrollar los elementos de la teoría de la espontanei­dad hasta convertirla en un sistema metafísico consu­mado. En la práctica, como ya se ha dicho, ella misma minaba esta teoría a cada paso. Después de la revolu­ción de noviembre de 1918 se abocó a la ardua labor de reunir a la vanguardia proletaria. A pesar de su manuscrito sobre la Revolución Soviética, muy dé­bil desde el punto de vista teórico, escrito en prisión y que ella nunca publicó, el accionar posterior de Rosa permite asegurar que, día a día, se acercaba a la nítida concepción teórica de Lenin sobre la dirección conscien­te y la espontaneidad. (Seguramente fue esta circunstancia la que le impidió hacer público su manuscrito contra la política bolchevique, manuscrito que luego sería objeto de vergonzosos abusos).

Tratemos nuevamente de aplicar a la época actual el conflicto entre las acciones de masas espontaneas y el trabajo organizativo deliberado. ¡Qué inmenso gasto de fuerza y desinterés han hecho las masas trabaja­doras de todos los países civilizados y semiciviliza­dos desde la guerra mundial! No hay nada en toda la historia previa de la humanidad que pueda comparársele. En esta medida, Rosa Luxemburgo tuvo toda la razón contra los filisteos, los cabos y los necios del obstinado conservadurismo burocrático, «coronado por la victoria». Pero es justamente el derroche de estas energías inconmensurables lo que constituye la base del gran revés del proletariado y el exitoso avance fascista. Puede decirse sin temor a exagerar: lo que determina la situación mundial en su conjunto es la crisis de la dirección proletaria. Hoy, el campo del movimiento obrero todavía está lleno de inmensos escom­bros de las viejas organizaciones en bancarrota. Luego de innumerables sacrificios y desilusiones, el grueso del proletariado europeo se ha retirado, al menos, al cascarón. La lección decisiva que ha extraído, conscien­te o semiconscientemente, de estas amargas experien­cias, dice: grandes acciones requieren una gran di­rección. Para asuntos corrientes, los obreros todavía les dan sus votos a las viejas organizaciones. Los votos… pero de ninguna manera su confianza ilimitada.

El otro aspecto es que, después del colapso miserable de la Tercera Internacional, resulta mucho más difícil hacerles depositar confianza en una nueva organización revolucionaria. Es ahí, justamente, donde reside la crisis de la dirección proletaria. En esta situación, cantar una monótona canción sobre acciones de masas para un futuro indeterminado, en contraposición a una selección deliberada de cuadros para una nueva internacional, significa realizar un trabajo totalmente reaccionario. Ese es, precisamente el papel del SAP en el «proceso histórico».

El buen muchacho Paul Froelich puede, desde luego, acudir a sus recuerdos marxistas con el fin de detener el torrente de la teoría del espontaneísmo bárbaro. Estas medidas proteccionistas puramente litera­rias difícilmente impedirán a los discípulos de un Miles (apreciado autor de la resolución sobre la paz y el no menos apreciado autor del artículo en la edición fran­cesa del Boletín Juvenil)a los Oscar Wassermann y a los Boris Goldenberg, introducir los disparates es­pontaneístas más repugnantes en las propias filas del SAP. La política práctica de Schwab (la astucia de «no decir lo que es» y el eterno consuelo con las acciones de masas futuras y el «proceso histórico» espontáneo) no es sino una explotación táctica de un Luxemburgouismo totalmente distorsionado y vulgari­zado. Y en la medida en que los Paul Froelich no ata­can abiertamente esta teoría y práctica en su propio partido, sus artículos contra Miles adquieren el carác­ter de búsqueda de una coartada teórica. Este tipo de coartada sólo se vuelve necesaria cuando uno participa en un crimen premeditado.

La crisis de la dirección proletaria no se puede superar, desde luego, mediante una fórmula abstracta. Se trata de un proceso extremadamente prolongado. Pero no de un proceso puramente «histórico», es decir, de las premisas objetivas de la actividad consciente, sino de una cadena ininterrumpida de medidas ideológicas, políticas y organizativas con el propósito de unir a los mejores elementos, los más conscientes, del proleta­riado mundial bajo una bandera inmaculada, elementos cuyo número y confianza en sí mismos deben fortale­cerse constantemente, cuya ligazón a sectores más am­plios del proletariado debe desarrollarse y profundi­zarse; en una palabra, devolverle al proletariado, bajo condiciones nuevas y sumamente difíciles y onerosas, su dirección histórica. Los trasnochados confusionistas del espontaneísmo tienen tanto derecho a referirse a Rosa como los miserables burócratas de la Comintern a Lenin. Dejemos de lado las cuestiones secundarias, superadas por los acontecimientos, y con plena justifi­cación podemos colocar nuestro trabajo por la Cuarta Internacional bajo el signo de las «tres L», no sólo bajo el signo de Lenin, sino también de Luxemburgo y Liebknecht.

 (Extraido dos Escritos de Leon Trotsky, tomo VII, 1935-1936, volumen 1, Editorial Pluma)

 

 

 

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