CERCI

Brasil: Debemos romper la pasividad de los sindicatos

– Los explotados cargan en sus espaldas con el peso – 

Massas 639, Editorial – 13 de junio de 2021  – POR Brasil

La masiva manifestación del 29 de mayo impuso un avance en el largo periodo de inercia bajo las garras de la pandemia. Las direcciones sindicales y políticas, responsables del desmantelamiento del movimiento de masas, desde la suspensión del Día Nacional de Lucha, que iba a tener lugar el 18 de marzo de 2020, se vieron obligadas a dar salida al enorme descontento acumulado en el seno de la mayoría oprimida. Sorprendidos por la afluencia de miles de manifestantes, se vieron obligados a pasar por alto sus diferencias internas y convocaron una nueva jornada de movilización para el 19 de junio. Sin embargo, por debajo, las direcciones más importantes, encabezadas por la CUT, se resistieron a ampliar las ocupaciones de las calles y a reforzar las protestas contra la situación caótica, marcada por la persistencia de la pandemia.

Los explotados sienten el peso de los contagios, los hospitales abarrotados, las colas de espera para recibir tratamiento, la lentitud de la vacunación, la elevada mortalidad diaria, la miserable ayuda de emergencia, el desempleo, el subempleo, la miseria y el hambre. Por si estas cargas no fueran suficientes, el elevado coste de la vida dificulta aún más la compra de alimentos, el gas y el pago de la electricidad, el agua y el alquiler. Tampoco podían faltar las violentas incursiones policiales en los barrios empobrecidos y en las favelas miserables, con el consiguiente aumento de muertes.

La combinación de estos factores sanitarios, económicos y sociales proviene de una situación previa de marcado empobrecimiento de la familia trabajadora, especialmente con la recesión de 2015-16, y con un crecimiento económico muy bajo del país en los años siguientes. En el abreviado segundo gobierno de Dilma Rousseff, las tendencias desintegradoras de la economía han subido con fuerza. Los pequeños logros en materia de bienestar de los tres mandatos anteriores del PT retrocedieron. Bajo el gobierno golpista de Temer, se han impulsado contrarreformas antipopulares, empezando por la reforma laboral. El gobierno de Bolsonaro -cuya elección fue apoyada por la desintegración del gobierno del PT, el movimiento de impeachment y la reanudación del control directo de la presidencia por parte de las oligarquías- continuó los ataques de la burguesía a la mayoría oprimida, imponiendo la reforma de la seguridad social.

El período de reacción política y de empeoramiento de las condiciones de existencia de las masas trabajadoras continuó, sin que la clase obrera pudiera contar con sus sindicatos. En lugar de que las direcciones firmaran las reivindicaciones de los asalariados, cedieron a la flexibilización capitalista del trabajo. Dejaron de lado la defensa de los salarios y los puestos de trabajo, adoptando acuerdos de despido (PDV), congelando o reduciendo los salarios (PLR, despidos, bancos de tiempo, vacaciones colectivas), y colaboraron con la implantación de la tercerización. En la pandemia, aceptaron la reducción salarial y la suspensión del contrato de trabajo. Se pusieron bajo el techo de la miserable ayuda de emergencia de R$ 600,00, y no hicieron nada cuando Bolsonaro y el Congreso Nacional la redujeron a la mitad. Ante los cierres de fábricas y los despidos masivos, las direcciones sindicales y políticas se limitaron a negociar las indemnizaciones por despido.

Durante un año y tres meses, las direcciones han contribuido decisivamente a mantener pasivos al proletariado y a los demás explotados. El gobierno de Bolsonaro ha sido capaz de guiarse por el «negacionismo», sabotear las limitadas medidas de aislamiento social, detener la compra de vacunas, reducir la ayuda de emergencia y promover la privatización.

No sería la política de los gobernadores quitar las piedras de Bolsonaro colocadas en el camino para enfrentar la Pandemia. Los opositores a los desmanes de Bolsonaro no podían ir más allá de lo que el poder económico permitía, y de lo que el bolsonarizado Congreso Nacional admitía. Neutralizada la fuerza social de la clase obrera, los gobernantes podían golpearse entre sí, sin que ello supusiera la contención de la pandemia y la protección de los pobres y miserables. Brasil se acerca a los 500.000 muertos. El desempleo ha alcanzado una marca histórica. Millones de personas fueron en al campo de la mano de obra infrautilizada. La miseria y el hambre han dado un salto adelante. Y los sindicatos siguen encerrados.

La manifestación que rompió la pasividad se limitó a las capas de la clase media y la juventud oprimida. No tuvo a la clase obrera como palanca. Esta ausencia indica que la política de pasividad sigue prevaleciendo en los sindicatos. Las direcciones sindicales y políticas se vieron obligadas a pasar de la cómoda posición de apoyo a la política de los gobernadores y adaptación al Congreso Nacional, sin cambiar, sin embargo, la orientación general, dirigida a la colaboración de clases.

El problema de los explotados es cómo defenderse, después de tanto tiempo soportando el peso de la crisis. El problema de las direcciones sindicales burocratizadas es cómo abrir válvulas de escape que eviten las explosiones sociales. Los cálculos de las direcciones políticas se hacen en medio de estos dos problemas interligados. Lo mejor para ellos es abrir válvulas para las capas de la clase media descontenta, y mantener cerradas las del proletariado.

El gobierno de Bolsonaro está acorralado por el cuadro catastrófico. Las elecciones presidenciales aún están lejos y el impeachment aparece en el horizonte como la última carta de la burguesía. La tesis que prevalece es la del»desgaste» del gobierno de Bolsonaro, el fortalecimiento de la candidatura de Lula y la constitución de un amplio frente antibolsonarista. Cuanto más consigan las direcciones retrasar la intervención de la clase obrera y disciplinar la movilización de la pequeña burguesía, mejor para este cálculo estratégico.

Todo indica que la manifestación del 19 de junio seguirá la tesis del desgaste. Esto implica evitar a toda costa que las masas se levanten por sus propias demandas de empleo, salarios y derechos, que sólo deben aparecer verbalmente en las convocatorias y discursos incendiarios contra Bolsonaro. Las banderas de romper la pasividad de los sindicatos y luchar por un programa de emergencia para los explotados deben ser concentradas y ampliamente defendidas por la vanguardia con conciencia de clase.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *